Desde que la administración del presidente Donald Trump comenzó el 4 de noviembre el proceso de retirar a Washington formalmente de los acuerdos de París sobre el cambio climático, se ha encontrado con el reproche de gobiernos rivales desde Beijing a París, de los candidatos presidenciales demócratas y de innumerables otras personas. Pero según las reglas de Naciones Unidas, en realidad Washington no puede retirarse del acuerdo hasta el 4 de noviembre de 2020.
Proclamado como un acuerdo para reducir la contaminación ambiental, realmente es una farsa, con nada más que “metas” voluntarias para la reducción de emisiones establecidas por los mismos gobiernos contaminantes. Las descargas de bióxido de carbono y otros gases de efecto de invernadero contribuyen al aumento gradual de la temperatura de la atmósfera terrestre.
A los gobernantes capitalistas no les importan las consecuencias sociales de su explotación rapaz de los trabajadores, ni el agotamiento de la tierra, la destrucción de los bosques, la eliminación de especies por la caza o la pesca excesiva o el envenenamiento de las aguas.
Ninguno de los gobiernos capitalistas, ni los políticos norteamericanos, cualquiera que sea su posición sobre el acuerdo de París, ofrecen una alternativa seria para detener el daño continuo a la tierra, los océanos y el cielo que causan los capitalistas. Ni les interesa detener sus ataques contra la vida y el bienestar físico de los trabajadores. Tanto los demócratas como los republicanos subordinan los intereses de los trabajadores a los de los patrones, y ambos gobiernan por los patrones.
Sus llamados a que “nosotros” tenemos que sacrificarnos para proteger el medio ambiente están realmente dirigidos al pueblo trabajador aquí y en el mundo semicolonial. Solo la clase trabajadora y sus aliados tienen el poder para actuar contra el saqueo de los recursos naturales del planeta, a medida que nos organizamos para luchar contra el impacto a nuestras condiciones de vida y trabajo.
La competencia por mercados entre los patrones exacerba la contaminación de la atmósfera de la tierra, a medida que buscan reducir costos y escatiman en las protecciones.
Aunque durante cuatro décadas han existido depuradores para las plantas eléctricas de carbón, un método que elimina la mayor parte del azufre producido durante el proceso de combustión del carbón, casi el 30 por ciento de las centrales en Estados Unidos aun no las usan.
En nombre de poder competir exitosamente con sus rivales en el extranjero, la administración Trump ha promulgado regulaciones que requieren que los patrones de las centrales eléctricas reduzcan las emisiones de carbón por hora, pero no su cantidad total.
Los mineros del carbón están sufriendo el mayor aumento en la enfermedad del pulmón negro en décadas como resultado de la aceleración de los ritmos de producción, y la extensión de la jornada laboral en las minas y el empuje de los patrones de operar las minas sin sindicatos y la protección de estos.
Los índices de esta debilitante y en última instancia mortal enfermedad del pulmón negro habían disminuido en un 90 por ciento desde la década de 1970 hasta mediados de la década de 1990 como resultado de una lucha masiva de los mineros y su sindicato que ganó su derecho a parar la producción cuando hubieran condiciones inseguras.
Lucha contra la contaminación
Los patrones de todas las industrias operan de la misma manera. A fines del año pasado, cuando un incendio destruyó los controles de contaminación en la planta siderúrgica de la U.S. Steel en Clairton, Pensilvania, los patrones continuaron operando la planta, permitiendo la contaminación del aire con dióxido de azufre.
“La U.S. Steel niega haber causado daño al pueblo trabajador”, dijo Melanie Meade, quien es parte de la lucha de trabajadores del área contra la contaminación causada por los patrones del acero, en un foro del Militant Labor Forum en Pittsburgh en agosto. Y “el Departamento de Salud está confabulado con la industria”, agregó.
Cuando algún gobierno adopta medidas en nombre de la lucha contra la contaminación, los afectados son los trabajadores, no los patrones. Dicen que tomamos decisiones estúpidas porque no sabemos nada, e impulsan regulaciones que nos obliguen a hacer “lo correcto”. Once gobiernos estatales en Estados Unidos están considerando una “Iniciativa de Transporte y Clima” que obligaría a los proveedores de combustible a comprar “derechos de emisión” para seguir quemando combustibles fósiles. Esto no hará mucho para detener la contaminación, pero sí producirá precios más elevados que el pueblo trabajador tendrá que pagar.
Del mismo modo, la cumbre de la ONU sobre el cambio climático en septiembre discutió las propuestas de las potencias imperialistas para limitar el desarrollo de recursos energéticos por los gobiernos de los países semicoloniales. Se lamentaron de que “es demasiado tarde para que se desarrollen como lo hicimos nosotros”, y de esa forma pretenden asegurar que los cientos de millones de personas que no tienen acceso a la electricidad, predominantemente en África, continúen sin ella.
En cambio, el Partido Socialista de los Trabajadores y sus candidatos explican que la lucha para defender a la tierra y a los trabajadores recae en la clase trabajadora y requiere que nos organicemos independientemente de los patrones y sus partidos. Explican que la lucha que los trabajadores necesitamos realizar para tener control de la producción y la salud en las plantas, minas y otros centros laborales debe incluir el control sobre las emisiones de bióxido de carbono y otros gases de efecto de invernadero.
“La ciencia y la tecnología”, declara una resolución adoptada por el partido en 2007, “han establecido el conocimiento y los medios necesarios para reducir la carga y los peligros del trabajo, para elevar la calidad de vida y conservar y mejorar el patrimonio de la Tierra”.
“Sin embargo, en el capitalismo … este potencial liberador se convierte en lo opuesto”, explica la resolución titulada “La custodia de la naturaleza también recae en la clase trabajadora; En defensa de la tierra y del trabajo”, publicada en el número 8 de la revista Nueva Internacional.
Solo organizando al pueblo trabajador para arrancar el poder político de manos de la clase capitalista explotadora, transformándonos en la lucha, explica la resolución, puede llevar a la creación de “relaciones sociales que se basen en la solidaridad humana y que obren a favor de nuestra interacción y protección de las fuentes naturales de todo el bienestar y la cultura”.
Será necesario organizarnos firme y audazmente a lo largo de este curso para trazar un camino para defender la tierra y el trabajo, no las campañas histéricas impulsadas por las capas de clase media para culpar al pueblo trabajador por la contaminación de la tierra, el agua y los cielos, a la vez que infunden temor sobre la inminente “catástrofe” y fomentan la colaboración con la clase explotadora.