El pueblo trabajador sigue pagando las consecuencias de la crisis del capitalismo a medida que los patrones y su gobierno imponen sus efectos sobre nuestras espaldas. Si bien ha habido un aumento en el empleo, los salarios, horas de trabajo y condiciones laborales son desalentadoras.
Esta crisis se refleja en las fisuras en ambos partidos de los patrones —los demócratas y los republicanos— y los frenéticos esfuerzos de los liberales para derrumbar la presidencia de Donald Trump.
Durante décadas los patrones han logrado reducir el precio de nuestra fuerza de trabajo y la cúpula sindical no ha organizado a los trabajadores para que luchen para frenar a los patrones. El 63 por ciento de los empleos en la producción y otros que no son puestos de supervisión “creados” en los últimos 30 años han sido trabajos con salarios bajos, y con jornadas de menos de 40 horas a la semana.
Desde 2010, los empleos en la manufactura en Estados Unidos aumentaron por más de 1 millón para un total de 13 millones. Para promover la mentira de que los trabajos de fábrica están desapareciendo, el gobierno cuenta al creciente número de trabajadores contratados en la industria como trabajadores de “servicio”, porque sus empleadores son las agencias temporales.
El promedio de horas laboradas en los casi 15 millones de empleos en hoteles, restaurantes y otros sitios de “entretenimiento y hospitalidad” es de 24.6 a la semana y pagan 14.65 dólares por hora. En los 13.5 millones de empleos en Walmart y otros negocios minoristas, el promedio es de 30.3 horas a la semana y reciben 16.73 dólares por hora.
Las condiciones sociales también se están empeorando. Algunos titulares recientes en la prensa capitalista ilustran esto: “Veinte por ciento de las personas de 65 años o más no se ha jubilado. Muchos no tienen los recursos”; “Tasas de interés de tarjetas de crédito en Estados Unidos alcanzan su cifra más alta en 25 años”; “La proporción de norteamericanos de 25 a 29 años de edad que aún viven con sus padres es la más alta en 75 años”; “Aumentan las muertes por fallos cardíacos contribuyendo a la caída de la esperanza de vida”; “La esperanza de vida en Estados Unidos cae aún más”.
Estados Unidos ocupa el vigésimo noveno lugar en cuanto a la esperanza de vida.
A medida que decae su dominio imperialista, los gobernantes estadounidenses están atascados en guerras aparentemente interminables, en que los trabajadores sirven de carne de cañón.
Estas condiciones son las que llevaron a la elección de Barack Obama, quien prometió, y no cumplió, “un cambio”, y también la de Donald Trump, quien recibió el voto de muchos de estos mismos votantes cuando dijo que “drenaría el pantano” en Washington y que hablaría en nombre del pueblo.
“Los capitalistas estadounidenses y su gobierno han empezado a temerle a la clase trabajadora”, escribió el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores Steve Clark, en su introducción a El historial antibrero de los Clinton: Por qué Washington le teme al pueblo trabajador. “Nos temen porque reconocen que un mayor número de trabajadores están empezando a ver que los patrones y sus partidos políticos no tienen ‘soluciones’ más allá de imponernos aún más el costo —monetario y humano— de la crisis de su sistema”.
Los medios que respaldan el juicio político, los demócratas liberales y la izquierda de clase media están convencidos que hay que hacer algo para controlar a la clase trabajadora, a la que denominan como “la base” de Trump. Ven al pueblo trabajador, especialmente los que residen en las regiones entre las dos costas de Estados Unidos, como una turba reaccionaria y racista, “deplorables” como Hillary Clinton nos llamó para difamarnos.
Histeria liberal del ‘impeachment’
Esto es lo que está detrás de lo que de otro modo parecería ser una contradicción. El Times publica artículo tras artículo argumentando que todas las personas de bien pueden ver que Trump es un estafador y una amenaza contra la “seguridad nacional” y que debe ser destituido. Al mismo tiempo, dicen que temen que pueda ganar otro mandato.
“Dejar que el pueblo decida” en 2020 es “peligroso”, escribió la congresista demócrata y presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en una carta el 18 de noviembre a los miembros de su partido. Este peligroso modo de pensar, dijo, “hace todavía más urgente” su campaña para enjuiciar al presidente.
En la histeria de los liberales para atrapar a Trump, cualquier método es bueno. Elogian a la policía política de Washington, notoria por sus esfuerzos para derrocar a gobiernos contrarios a Washington y por encarcelar a luchadores por los derechos de los negros, activistas contra la guerra y sindicalistas, así como a miembros del Partido Socialista de los Trabajadores. Exaltan a personajes como el “denunciante” anónimo de la CIA en la actual “investigación” de impeachment y los dos ex jefes del FBI, James Comey y Robert Mueller, que fueron los campeones del fallido esfuerzo para derrocar al presidente bajo cargos de ser agente de Rusia.
Alaban a estos espías y asesinos como “dedicados servidores públicos”. Susan Rice, asesora de seguridad nacional bajo Obama, se lamenta sobre los tweets de Trump contra la ex embajadora de Estados Unidos en Sudán y luego en Ucrania, Marie Yovanovitch, diciendo el 22 de noviembre, “¿Quién gana cuando el Departamento de Estado, las agencias de inteligencia y de orden público y el Pentágono tienen dificultades para atraer y retener a los mejores talentos?”
Apuntalan a las mismas agencias policiales que serán usadas contra el pueblo trabajador cuando se aceleren nuestras luchas contra los ataques de los patrones.
En Wisconsin, un estado que los demócratas dicen que tienen que ganar en 2020, el 53 por ciento actualmente dice estar en contra del impeachment.
La administración de Trump, como todas las anteriores, busca gobernar a favor de los intereses de los capitalistas de Estados Unidos. Sus políticas no han hecho nada para aliviar las condiciones que enfrenta el pueblo trabajador. Trump pretende utilizar la flagrante negación del debido proceso por parte de los demócratas en la cacería de brujas en su contra, y la caída del desempleo para ganar su reelección.
El PST en 2020
El Partido Socialista de los Trabajadores presentará sus propios candidatos para presidente y vicepresidente en 2020, y para cargos federales y estatales por todo el país, como lo ha hecho en todas las elecciones desde 1948.
El PST presenta un programa de lucha para enfrentar la crisis política, social y moral causada por el capitalismo. Apoya las luchas de los trabajadores, como las huelgas contra los esfuerzos antisindicales de los patrones de Asarco en Arizona y Texas, y la huelga por condiciones de trabajo seguras en la compañía ferroviaria Canadian National Railway. Explica que los trabajadores necesitamos nuestro propio partido, un partido obrero, para luchar por el poder político.
El partido se une a las protestas contra las guerras de Washington en Afganistán y el Medio Oriente, contra la brutalidad policiaca o los ataques contra el derecho de la mujer a elegir el aborto, contra la contaminación del aire, el agua y el suelo por el capitalismo, y por la amnistía para los trabajadores sin papeles.
Y el partido lucha por defender los derechos políticos y constitucionales contra todos los que pretenden cerrar el espacio para que la clase trabajadora se defienda.