El coronavirus muestra necesidad de revolución en sistema de salud

Por Roy Landersen
2 de marzo de 2020
Cifras hasta el 19 de febrero de la gripe en EEUU, por ahora mucho mayor que la crisis del coronavirus en China. Recuadro, carpa frente al centro médico Palomar en Escondido, California, instalada por el gran aumento de pacientes. En el capitalismo la atención médica es una mercancía. Ambos, el coronavirus y la influenza muestran la necesidad de revolucionar el sistema de salud.
Cifras hasta el 19 de febrero de la gripe en EEUU, por ahora mucho mayor que la crisis del coronavirus en China. Recuadro, carpa frente al centro médico Palomar en Escondido, California, instalada por el gran aumento de pacientes. En el capitalismo la atención médica es una mercancía. Ambos, el coronavirus y la influenza muestran la necesidad de revolucionar el sistema de salud.

Cuando se diagnosticaron los primeros casos de neumonía aguda causada por el nuevo coronavirus en Wuhan, China el pasado diciembre, los funcionarios del gobierno les restaron importancia. Ahora gobernantes capitalistas por todo el mundo no saben qué hacer con una epidemia que ha cobrado más de 1 100 vidas y había infectado a más de 44 mil personas para el 12 de febrero. Se han encontrado portadores activos del virus en más de veinte países.

Inicialmente Beijing trató de minimizar y encubrir lo que estaba sucediendo. Enviaron a un funcionario de salud del gobierno a Wuhan que le dijo a la gente que la enfermedad era “prevenible y controlable”. Luego, esa misma persona contrajo la infección convirtiéndose en un símbolo de las mentiras e incompetencia del gobierno.

Aceptando las garantías iniciales de Beijing de que las cosas estaban bajo control, los funcionarios de la Organización Mundial de la Salud esperaron un mes antes de emitir una alerta internacional de emergencia el 30 de enero. Para entonces, el virus ya se había propagado mucho más allá de China.

Ignorando el creciente costo humano, la prensa capitalista en EE.UU. y en otros países centró su atención en la amenaza a los precios y ganancias en el mercado de valores.

Una de las primeras personas en China en hacer sonar la alarma fue el doctor Li Wenliang. Él le dijo a colegas por internet que había observado un nuevo virus lo que requería precauciones especiales. Li fue reprendido por sus jefes en  el hospital y removido por la policía, quienes lo obligaron a él y a otros a firmar confesiones y comprometerse a dejar de propagar “rumores”. Pero era la enfermedad la que se estaba propagando.

Cuando Li contrajo el virus y murió, esto provocó una explosión de ira y protestas. Los censores gubernamentales se vieron abrumados por los llamados por internet a la libertad de expresión y al fin de la censura estatal.

A medida que el alcance de la enfermedad se hacía más claro, los gobernantes chinos dieron un giro dramático. Se impuso una cuarentena sin precedentes en Wuhan y la provincia circundante de Hubei. La fiestas del Año Nuevo Lunar fueron extendidas y se cerró gran parte de la producción y la distribución.

El cierre de la segunda economía más grande del mundo amenaza con menguar el crecimiento económico global. Muchos gobiernos por todo el mundo también impusieron medidas de cuarentena, como cortar todos los enlaces de viaje a China.

Una cuestión social

La evolución de esta infección ha provocado furia y debate en China y alrededor del mundo sobre cómo lidiar con importantes crisis de la salud pública.

Hay un magnífico ejemplo de lo que es posible hacer: el “ejército de batas blancas” voluntario, como los llamó el dirigente comunista de Cuba Fidel Castro en octubre de 2014, a los médicos y enfermeros que, con valor y disciplina, extendieron su experiencia profesional y la solidaridad obrera para ayudar a liderar con éxito la batalla que erradicó el ébola en África Occidental a mediados de 2015.

Debido a las condiciones sociales en África, resultado de décadas de gobierno colonial opresivo, los 28 652 casos de la epidemia resultaron en unas 11 325 muertes antes de que llegara a su fin.

Las acciones de los médicos y enfermeros cubanos, son un ejemplo de lo que los seres humanos son capaces de hacer cuando la ciencia y la cultura son usadas por un pueblo revolucionario en el poder se describe en detalle en el libro Zona roja: Cuba y la batalla contra el ébola en África Occidental. (Una reseña de este libro aparece en la página 14.)

La mayoría de las muertes en China han sido en Wuhan, un centro portuario de 11 millones de personas en el río Yangtze, y su región. La zona de cuarentena alrededor de Wuhan se extendió para englobar hasta 60 millones de personas. La cuarentena en las principales ciudades, pueblos y aldeas confinó a muchas personas en sus hogares. Se las arreglan con comida entregada por mensajeros que llevan pases que demuestran que no tienen fiebre.

A pesar del objetivo de Beijing de convertirse en una superpotencia tecnológica, hay menos de dos médicos por cada mil habitantes en China. En Estados Unidos imperialista hay 2.6 por cada mil, en gran parte concentrados en las grandes ciudades. En marcado contraste, hay nueve médicos por cada mil habitantes en Cuba revolucionaria, una de las proporciones más altas del mundo.

Sistema de salud sobresaturado

“Los sistemas hospitalarios se han visto completamente sobresaturados por la cantidad de personas que han estado buscando atención médica”, dijo Gabriel Leung, decano de la escuela de medicina de la Universidad de Hong Kong, al Financial Times del 9 de febrero, describiendo largas colas y salas de emergencia abarrotadas en China.

En un acto ampliamente difundido, el gobierno chino desplegó tropas, utilizando recursos de sus empresas de construcción vinculadas al estado, para construir dos hospitales nuevos con unas 2 600 camas en un par de semanas en Wuhan. Pero esto está  lejos de ser suficiente. “La demanda de camas supera con creces lo que hay disponible”, dijo al Times Wang Jing, una enfermera del hospital Wuhan Union Hospital West Campus, una de las instalaciones designadas para pacientes con coronavirus.

Preocupada por el impacto del cierre sin precedentes de gran parte de la economía capitalista china ya en proceso de desaceleración, la burocracia estatal ha cambiado rumbo de nuevo.

El presidente Xi Jinping ha reaparecido, después de desaparecer virtualmente por completo durante semanas, para advertir a los altos funcionarios que abandonen “medidas más restrictivas” y que pongan en funcionamiento a las fábricas. Y ha ordenado a los medios estatales que se concentren en la “recuperación económica”.

El ministerio de relaciones exteriores de China hizo un llamamiento a los gobiernos extranjeros el 11 de febrero para suspender sus restricciones de viaje, alegando que esto era necesario para la salud de la economía mundial (independientemente  de las implicaciones para la salud de la población). Preocupado por la crisis económica y la de la salud que de manera combinada están alimentando la inestabilidad doméstica, el gobierno chino ahora trata de restar de nuevo la importancia de la enfermedad y desviar su culpabilidad despidiendo a un número creciente de funcionarios provinciales.