¿Cómo acabar con la brutalidad policial de una vez por todas?

Por John Studer
6 de julio de 2020

Después de la muerte de George Floyd en Minneapolis a manos de la policía, se ha extendido por todo el mundo una ola de protestas, que ha penetrado a cientos de pequeños pueblos y áreas rurales de Estados Unidos, y está atrayendo a una nueva generación de jóvenes a la actividad política. Mientras cientos de miles de manifestantes protestaban, los cuatro policías involucrados en su muerte fueron arrestados y acusados de cargos serios.

Las protestas continúan, y han incluido luchas nuevas y viejas exigiendo el enjuiciamiento de policías involucrados en actos brutales y muertes. 

A la vez, figuras políticas liberales están presionando para convertir las protestas en  apoyo a pasos “prácticos” que dicen pueden disminuir el racismo y la brutalidad policial.

Tienen dos metas. Convencer a los que están en las calles que la brutalidad policial se puede  “resolver” con reformas al sistema de “justicia” criminal capitalista. Y segundo que deben dedicarse a trabajar para políticos menos malos, principalmente en el Partido Demócrata, para detener al “fascista” Donald Trump.

Usan refranes como “desfinanciar a la policía”, “servicio policial, no fuerzas policiales”, eliminar las “manzanas podridas” y propuestas similares. Lo que comparten en común es la idea de que el sistema capitalista y sus policías, tribunales y cárceles pueden ser reformados. Pero eso es imposible.

“La idea de ‘desfinanciar la policía’  como la mayoría lo concibe”, admitió en su columna del 10 de junio Nicholas Kristof, uno de los escribanos liberales de las páginas de opinión del New York Times, “no es eliminar a todo oficial de la policía sino re imaginar formas de mantener la seguridad que no involucren necesariamente a las fuerzas del orden tradicionales”.

Es decir, la policía lidiaría con el “crimen”, mientras que el desamparo y la drogadicción, serían tratados por ejércitos de trabajadores sociales.

Cada vez que ha habido grandes movilizaciones contra la brutalidad policial, los liberales ofrecen reformas similares.

Pero bajo el capitalismo, el papel de la policía no es combatir el crimen. Es proteger la propiedad privada y el dominio político de los patrones y banqueros capitalistas. Esto lo describió Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, en su introducción a Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero, uno de los mejores libros que uno puede leer para comprender lo que está sucediendo hoy. Barnes dice:

“Servimos y protegemos”: esa promesa luce en los coches patrulla por todo Estados Unidos desde los cuales los policías hostigan y brutalizan a trabajadores día tras día, agrediendo desproporcionadamente a los africano-americanos, latinos e inmigrantes. Para el pueblo trabajador, esas palabras siempre serán una mentira despreciable. Pero para la clase dominante y las capas medias privilegiadas, son un resumen exacto de la función del aparato estatal norteamericano: las fuerzas armadas; las múltiples agencias de policía y de espionaje a nivel local, estatal, federal y militar; las cortes, agencias rapaces de fianzas y los agentes probatorios y de libertad condicional; las cárceles y prisiones hacinadas, con sus encierros deshumanizantes cada vez más frecuentes y su vida controlada por pandillas, organizadas por los que administran el “sistema penal” y supervisadas por guardias carcelarios matones (un verdadero microcosmo de las relaciones sociales burguesas). El estado norteamericano es el aparato represivo más grande en toda la historia mundial, con la mayor incidencia de encarcelamiento —y va en aumento— de cualquier país del mundo. 

Estas instituciones del dominio de clase, de la “ley y el orden” burgués, sí sirven y protegen brutalmente la propiedad, las ganancias y las prerrogativas presumidas de la clase capitalista estadounidense: desde las calles, las fábricas, los campos de cultivo, las minas, los cruces de frontera y las prisiones a través de Estados Unidos, Afganistán, Pakistán, Iraq y más allá.  

  podemos ganar concesiones de la clase gobernante mientras organizamos y luchamos contra sus ataques a nuestros trabajos, condiciones de vida y derechos políticos.   podemos ganar el enjuiciamiento y la condena de policías que matan a tiros a nuestros amigos, familiares y compañeros de trabajo.

Pero no buscando maneras de remendar y reformar lo que es fundamentalmente un sistema capitalista inhumano, dividido en clases, impulsado por las ganancias e inherentemente brutal.

Los policías hacen lo que hacen porque eso es lo que necesita la clase capitalista. La única forma de que una pequeña minoría cuya riqueza y posición se basa en la explotación y la miseria de la gran mayoría de la humanidad puede mantenerse en la cima es convenciéndonos de que no existe una alternativa realista y desplegando su sistema criminal de “justicia” para intimidar y brutalizar al pueblo trabajador para mantenernos bajo control.

La policía no ha existido siempre. Los primeros departamentos de polícía surgieron en la década de 1830 cuando el capitalismo se convirtió en el sistema social dominante en todo el mundo. Surgieron de la guardia nocturna privada, pagada por los patrones para proteger sus plantas, casas y propiedades en el Norte. En el Sur surgieron de las patrullas de esclavos que fueron organizadas para brutalizar y mantener a los esclavos en las tierras de los amos.

Estas instituciones gubernamentales de opresión y brutalidad surgieron junto con las cárceles, las casas de trabajo, cuadrillas de prisioneros y otras instituciones esenciales del dominio capitalista.

Lo único que puede eliminarlos es eliminar el sistema capitalista mismo. Como dice Barnes:

Solo la conquista, y el uso, del poder estatal por parte de la clase trabajadora y la expropiación del capital financiero pueden crear los cimientos para un mundo basado, no en la explotación, violencia, discriminación racial, jerarquías basadas en las clases sociales y la competencia a muerte, sino en la solidaridad entre los trabajadores que fomente la creatividad y el reconocimiento del valor de cada individuo, sin importar su género, su origen nacional o el color de su piel.

Un mundo socialista.  

El ex presidente Barack Obama a menudo trató de disuadir al pueblo trabajador de luchar contra los ataques del gobierno y los patrones, instándolos a “trabajar dentro del sistema”. “No abuchees”, dijo, “vota”.

Pero el camino político que tenemos que seguir no es apretarnos la nariz y elegir el menos peor portavoz capitalista. Necesitamos seguir luchando contra los ataques de los patrones y su gobierno, ya sea en la línea de piquetes o en protestas contra la brutalidad policial, las guerras de los gobernantes en el extranjero u otras manifestaciones del dominio capitalista.

Con disciplina y objetivos claros podemos obtener  mayor apoyo e involucrar al número más grande de trabajadores, agricultores, jóvenes y otros explotados y oprimidos por el capitalismo.

El camino para avanzar requiere  romper con los demócratas y los republicanos, los partidos gemelos de los gobernantes capitalistas, para formar nuestro propio partido político, un partido obrero. Y usar ese partido para trazar un curso para tomar el poder político en nuestras propias manos.

Solo el fin de la explotación y opresión capitalista puede librarnos de la brutalidad policiaca.