Mary-Alice Waters dio la siguiente charla en respuesta a una invitación a participar en una “Celebración de la vida de Fidel Castro” realizada por Internet el 13 de agosto. Waters es miembro del Comité Nacional del Partido Socialista de los Trabajadores y presidenta de la editorial Pathfinder. Ha editado o escrito unos 30 libros sobre la Revolución Cubana y su ejemplo comunista. Un artículo sobre la celebración aparece en la página 10. La presentación de Waters es copyright © 2020 por Pathfinder Press, reproducida con autorización.
POR MARY-ALICE WATERS
El papel de Fidel Castro como dirigente del pueblo trabajador de Cuba y del mundo no tiene parangón con el de ningún otro hombre o mujer del siglo XX o XXI. Con una excepción: Vladímir Lenin, líder principal de la revolución bolchevique de octubre de 1917 en Rusia. Los dirigentes centrales de las dos grandes revoluciones socialistas del siglo XX se distinguen de todos los demás.
El respeto del que gozaba Fidel no tenía paralelo porque se lo ganó y nunca lo abusó, y porque Fidel se lo ganó asumiendo esta responsabilidad directiva a través de décadas de combate de clases.
Fidel utilizó esta confianza de la que gozaba no solo para administrar sino para dirigir, para dirigir políticamente. Era famoso —algunos, por supuesto, dirían notorio— por sus discursos que duraban horas, ante asambleas de cientos de miles de trabajadores y campesinos cubanos que estaban pendientes de cada palabra, a veces bajo un ardiente sol tropical o lluvia torrencial.
Esa afinidad entre Fidel y las masas trabajadoras de Cuba, mujeres y hombres normales, fue algo que los enemigos de la revolución nunca pudieron comprender. En esos momentos, Fidel se basaba en su propia experiencia y su comprensión de las leyes de la historia, de la ciencia y de la lucha de clases para ampliar la visión de las masas del pueblo trabajador cubano: el verdadero significado de la palabra “cultura”. Los condujo a que se reconocieran a sí mismos como protagonistas y no objetos, como cambiadores del mundo y no víctimas del mundo, para lograr lo que otros consideraban imposible.
Los hizo despertar para que reconocieran “su valor propio”, usando las palabras de Malcolm X. Para reconocer lo que eran y son capaces de lograr, pero solo luchando juntos, con disciplina y conciencia de clase.
Transformarse en la lucha
Lo más importante era la capacidad de Fidel de transmitir al pueblo trabajador de Cuba —y a todos nosotros— lo que debemos estar dispuestos a enfrentar y cambiar en nosotros mismos para organizarnos y luchar de manera eficaz contra una poderosa clase dominante y sus voceros, quienes intentan enseñarnos lo contrario. Aquellos que pretenden convencernos de que nuestra valía y nuestras capacidades son tan limitadas que debemos aceptar la explotación, la opresión y la compulsión de las que depende el dominio capitalista. De que debemos someternos a sus normas de “sálvese quien pueda”.
La devastación que enfrenta el pueblo trabajador por todo el mundo —precipitada por la pandemia del coronavirus, que aceleró bruscamente la crisis capitalista que ya se iba profundizando—subraya el hecho de que la Revolución Cubana no puede reducirse al ejemplo que brinda en los campos de la salud y la educación. Sus trabajadores y su gobierno defienden esos derechos humanos. Y los defienden en la práctica, no solo de palabra, como lo explicó tan bien la embajadora Vidal.1
Cuando vemos a nuestros seres queridos condenados a morir solos en centros de ancianos convertidos en cámaras de muerte, o en hospitales desbordados, aprendemos nuevamente que la salud y la educación son cuestiones de clase. Reflejan los valores de la clase dominante, la clase que detenta el poder estatal.
El ejemplo de Cuba hoy día es solo posible gracias a la victoria socialista revolucionaria que el pueblo trabajador cubano conquistó hace 60 años bajo la dirección de Fidel. Es sobre todo por eso que le rendimos homenaje esta tarde.
Rectificación, conciencia política
Han habido muchos momentos a través de las décadas en que el liderazgo de Fidel en la Revolución Cubana fue decisivo. Cada uno de nosotros podría escoger un ejemplo diferente. Pero no hubo punto de inflexión más importante que en 1986 cuando Fidel, en el tercer congreso del Partido Comunista de Cuba, inició lo que llegó a conocerse como el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas.
Ese esfuerzo histórico, durante un período de cinco años, volvió a movilizar y a elevar la moral de los trabajadores cubanos, quienes se ofrecieron con entusiasmo como voluntarios para brigadas de trabajo que construyeron decenas de miles de viviendas, clínicas, escuelas, círculos infantiles y mucho más. Al hacerlo, se demostraron a sí mismos que podían revertir la erosión de la confianza política que había acompañado la creciente dependencia en métodos administrativos capitalistas copiados de lo que se catalogaba falsamente como “socialismo real”.2
Los logros en Cuba durante esos años fueron inseparables de la confianza que permitió la histórica victoria de Cuito Cuanavale y la derrota del régimen del apartheid sudafricano.3
Pero no solo eso.
Las conquistas del Proceso de Rectificación fueron igualmente decisivas para que los trabajadores cubanos pudieran enfrentar y superar las penurias del Período Especial durante los años 90, cuando mucha gente en el mundo había llegado a creer que Cuba y su dirección eran simplemente versiones tropicales de lo que había existido por mucho tiempo en la Unión Soviética, y que sufrirían un destino similar.4
En sus palabras de apertura esta tarde, la moderadora citó las palabras de Fidel en la clausura del congreso del Partido Comunista de Cuba en 2016. Quiero señalar otro pasaje de esa breve charla, que él dio apenas unos meses antes de su muerte. Fidel les planteó a los delegados: “¿Por qué me hice socialista? Más claramente, ¿por qué me convertí en comunista?
No fue simplemente por estudiar libros, respondió. Continuó, esbozando algunas de las crisis apremiantes que hoy enfrenta la humanidad, entre ellas, la expansión de los desiertos y las sequías en África y especialmente el “poder destructivo del armamento moderno que podría socavar la paz del planeta y hacer imposible la vida humana sobre la superficie terrestre”.
En este aniversario 75 del bárbaro bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki por el imperialismo norteamericano, las palabras de Fidel no podrían ser más oportunas.
“Nosotros nunca nos hemos planteado la cuestión de la fabricación de armas nucleares”, dijo Fidel en un encuentro en la Universidad de La Habana en 2005. “Sería entrar en el juego de los enfrentamientos nucleares”.
Y esta decisión, agregó, no se debe a que la revolución no enfrenta enemigos o amenazas militares.
La razón, dijo Fidel, es que “poseemos armas del poder de las nucleares: es la magnitud de la justicia por la cual luchamos”.
“Contra quién vas a usar [un arma nuclear]?” preguntó Fidel en una larga entrevista publicada en 2006. “Contra el pueblo norteamericano? ¡No! Es absurdo”. Para un país en conflicto con el imperialismo norteamericano, dijo, “un arma nuclear es buena para suicidarse en un momento dado”.
Pero “hay un arma a la que nosotros no hemos renunciado” y no vamos a renunciar, dijo Fidel en esa entrevista. Es “la guerra de todo el pueblo”.5
‘No renunciamos a lo que ganamos’
Terminaré con un punto más.
Varias semanas antes del congreso del Partido Comunista de Cuba de 2016, Fidel había escrito una contundente respuesta al entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien le había dicho al pueblo cubano al final de su discurso del 22 de marzo en La Habana que “es hora ya de olvidarnos del pasado”.
“Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras”, escribió Fidel. “Olvidarnos del pasado …tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años, “¿y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza?”
Fidel continuó diciendo:
“Que nadie se haga ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura”.
Nuestro mayor homenaje a Fidel esta tarde es afirmar que los partidarios de la Revolución Cubana en todo el mundo, en cualquier país en que nos encontremos, nos guiaremos por la trayectoria plasmada en esas palabras.
1 Josefina Vidal, la embajadora cubana en Canadá, había hablado antes.
2 En vez de los “muchos manuales” de la Unión Soviética y otros países que se usaban en Cuba para ayudar a guiar la organización de las relaciones económicas y sociales, Fidel Castro, en octubre de 1987, instó a los cubanos a leer un nuevo libro titulado El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara. El pensamiento de Che, dijo Fidel, ha sido “bastante ignorado en nuestro país” por demasiado tiempo, y sus ideas “se apartaban de muchos caminos trillados”. Che “era radicalmente opuesto a utilizar y desarrollar las leyes y las categorías económicas del capitalismo”, dijo Fidel. “Planteaba algo en que hemos insistido muchas veces: que la construcción del socialismo y del comunismo no es solo una cuestión de producir riquezas y distribuir riquezas, sino es también una cuestión de educación y de conciencia”. Como había dicho Fidel muchas veces, “Construir el socialismo es tarea de hombres y mujeres libres”. El libro que recomendó Fidel se publica bajo el título Che Guevara: Economía y política en la transición al socialismo, por Carlos Tablada.
3 En 1988, durante la batalla de Cuito Cuanavale, el régimen del apartheid sudafricano sufrió una aplastante derrota militar a manos de una fuerza combinada de combatientes voluntarios internacionales cubanos y soldados de Angola y Namibia. El régimen supremacista blanco respaldado por Washington había invadido Angola a fines de 1975, poco después de liberarse del coloniaje portugués. La dirección cubana respondió cuando el nuevo gobierno independiente pidió ayuda internacional para resistir el ataque. Unos 425 mil cubanos fueron como voluntarios a Angola entre 1975 y 1991, y contribuyeron a defender la soberanía de ese país, ganar la independencia de Namibia y dar un fuerte impulso al derrocamiento del apartheid en Sudáfrica.
4 Con la caída de la Unión Soviética y sus regímenes aliados en Europa Oriental y Central a principios de los años 90, Cuba tuvo que enfrentar un colapso abrupto del 85 por ciento de su comercio exterior.
5 Cien Horas con Fidel: Conversaciones con Ignacio Ramonet. (Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006).