Las movilizaciones populares en Belarús que exigen la renuncia del presidente Alexander Lukashenko continúan desafiando las amenazas del régimen. A pesar de una fuerte presencia policial, más de 100 mil personas se manifestaron en Minsk, la capital, el 6 de septiembre, así como decenas de miles de personas en otras ciudades.
Lukashenko se está aferrando al poder mediante la represión selectiva y con el apoyo de Moscú, después de declararse ganador de unas elecciones flagrantemente amañadas el 9 de agosto. El Ministerio del Interior dice que 633 personas fueron arrestadas el 6 de septiembre.
Las protestas se fortalecieron durante las últimas dos semanas de agosto cuando los trabajadores de decenas de grandes empresas estatales pararon sus labores. Una huelga clave tuvo lugar en las minas y la planta concentradora de la empresa Belaruskali, de propiedad estatal, y la mayor productora mundial de potasa, un fertilizante. Los miembros del comité de huelga respondieron a las preguntas enviadas por el Militante por correo electrónico.
Las demandas de los huelguistas de Belaruskali por el fin del brutal régimen fueron firmadas por 5 mil trabajadores, lo que refleja “el estado de ánimo de millones”, explicaron. Los trabajadores no “querían alimentar a los castigadores que golpean, violan, mutilan y matan a civiles por nuestro dinero”.
“Clase trabajadora, la más eficaz”
“A lo que más le teme Lukashenko es a la clase trabajadora”, escribió el miembro del comité Vitaly Dyadyuk. “La gente en el poder nos dice que trabajemos como esclavos y no levantemos la cabeza”. La política, dicen, “no es asunto nuestro”.
La clase trabajadora es “la clase más grande y más eficaz”, escribió Dyadyuk, “porque producimos los productos, bienes y servicios. Alimentamos al país”.
Las huelgas políticas que estallaron en decenas de empresas en las últimas dos semanas de agosto se debieron a que Lukashenko “escupió sobre lo que el pueblo eligió”.
“Todas las instituciones de poder trabajan para una sola familia criminal”, dijo Dyadyuk. Lukashenko, ex jefe de una granja colectiva cuando Belarús era parte de la Unión Soviética, llegó al poder en 1994 y ha permanecido allí desde entonces.
“Desafortunadamente, no todos pueden expresar su protesta abiertamente y negarse a trabajar debido a la presión de la administración”, escribió Sergei Cherkasov, copresidente del comité de huelga de Belaruskali.
Hay alrededor de 19 600 empleados en el complejo minero, que incluye la enorme mina Soligorsk a 2 000 pies bajo tierra.
“Mucha gente en Belaruskali apoya la protesta pero tienen miedo” de salir en huelga, dijeron los miembros del comité, y más bien están trabajando siguiendo estrictamente los reglamentos. Existen numerosos problemas, desde la falta de ventilación adecuada en las minas hasta las herramientas defectuosas, por lo que “la gente no trabaja o lo hace muy lentamente”.
En el complejo de Beruskali, como en otros lugares, “los patrones no respetan las leyes laborales”, y “las lesiones laborales van en aumento y [los patrones] esconden muchos de los accidentes”.
Dyadyuk dijo que “la presión está aumentando sobre el comité de huelga y los que están en huelga”. La policía llega a sus casas con citaciones. Catean sus apartamentos y autos. “A cada uno de nosotros le pueden plantar drogas, todos pueden verse comprometidos”.
Las amenazas y la represión han cobrado su precio. Hay “unas 50 personas que quedan en huelga”. Los miembros del comité quisieran que más trabajadores se desafiliaran de la Federación Estatal de Sindicatos oficial y se unieran al Sindicato Independiente de Belarús.
Una persona, que fue detenida el 30 de agosto, fue encontrada muerta en el río. La policía dice que fue un suicidio, pero “la gente no confía en esto”. El cuerpo golpeado de otro, Alexei Demidov, de 25 años, fue encontrado en las afueras de Minsk el 5 de septiembre.
“La gente tiene miedo”, dijo Dyadyuk. “Sin embargo, todos los días hay decenas de solicitudes para unirse a la Unión Independiente de Belarús”. La perspectiva del comité de huelga, dijo, es una huelga nacional, “el método más pacífico, eficiente y efectivo para obligar a Lukashenko y su séquito criminal a irse”.
Lukashenko se apoya en Moscú
Lukashenko ha recurrido a Moscú por apoyo económico, político y militar. A fines de agosto, el gobierno de Putin acordó refinanciar la deuda de mil millones de dólares de Minsk con Moscú.
Lukashenko tiene un historial de contraponer a las potencias imperialistas europeas contra Moscú para mantenerse en el poder. El primer ministro ruso, Mikhail Mishustin, llegó a Minsk el 3 de septiembre al frente de una gran delegación. Lukashenko anunció que se estaba alcanzando un acuerdo para producir una “unión más estrecha” entre los dos países.
Putin planteó la amenaza de intervenir y constituyó el 27 de agosto una fuerza policial especial de reserva, y dijo que solo serían enviadas si la situación “se sale de control”.
“No es ningún secreto”, escribieron los miembros del comité de huelga de Belaruskali, “que a la mayoría de los mismos rusos no le agradan las ambiciones imperiales y las políticas exteriores e internas de Putin”.
Hanna Sharko ayudó con la traducción.