Bajo la falsa premisa de luchar contra el racismo, muchas agencias gubernamentales, los patrones de algunas de las corporaciones más grandes y administradores de escuela están imponiendo programas obligatorios de “sensibilidad racial” para avergonzar, silenciar e intimidar a los trabajadores que, según ellos, se aferran al “privilegio blanco”. Dicen que los trabajadores caucásicos son inherentemente culpables del racismo, no por lo que hacen, sino por el color de su piel.
Estos supuestos programas de capacitación son una herramienta desarrollada, comercializada y administrada por capas meritocráticas de clase media para ayudar a los patrones a mantener bajo control a los trabajadores que ellos consideran ignorantes. También son una herramienta para elevar la posición social y los ingresos de quienes los diseñan.
La atención se concentró en estos programas en rápida expansión cuando el presidente Donald Trump anunció en un debate el 29 de septiembre que había suspendido esos programas obligatorios para los empleados federales. Más de 2 millones de trabajadores federales y muchos más contratistas en proyectos que reciben fondos federales habían sido presionados a recibirlos antes de su suspensión por Trump.
Trump dijo que tenía su propio programa educativo, basado en celebrar los “valores patrióticos americanos” y promover el imperialismo norteamericano. Intenta convencer a los trabajadores de que todos somos “conciudadanos norteamericanos” y encubrir la realidad de que los capitalistas y el pueblo trabajador en Estados Unidos tienen intereses de clase marcadamente diferentes.
Durante el debate, Joe Biden, el rival del Partido Demócrata, dijo que respaldaba los programas de “sensibilidad racial” y que: “La gente debe ser consciente de cómo se sienten los demás”. Los directivos de la Federación Norteamericana de Empleados Gubernamentales, una unión que representa a 700 mil trabajadores, también respaldan los programas y afirman que ayudan a garantizar que “todos los trabajadores sean tratados con dignidad”.
Pero estos programas de “sensibilidad racial” no están destinados a la concientización. Promueven una concepción histórica del mundo que no está basada en la lucha de clases, sino más bien que las divisiones sociales se definen por las relaciones raciales.
El año pasado la ciudad de Nueva York lanzó un nuevo programa de capacitación de 23 millones de dólares de “prejuicio implícito” para todos los trabajadores del Departamento de Educación. “Cualquiera que piense que de alguna manera este proceso no es beneficioso”, dice Richard Carranza, canciller de las escuelas de Nueva York, “necesita reflexionar aún más sobre lo que creen”.
En Albuquerque, Nuevo México, el ingeniero Casey Peterson se opusó al carácter político de un programa de capacitación al que tuvo que asistir en el laboratorio nuclear Sandia. Solo los empleados varones blancos de la empresa tenían que participar. Sus patrones le dijeron que se estaba negando a reconocer sus propios “prejuicios inconscientes” y que necesitaba “ser educado”.
Indignado por esta respuesta degradante, Peterson publicó un video en YouTube el 25 de agosto. Dice que la lista de la compañía de “100 cosas que los blancos pueden hacer por la justicia racial” les dice a los trabajadores: “Aquellos que NO practican el antirracismo son perpetradores de la supremacía blanca” y que “la validez de tus ideas depende del color de tu piel”.
A medida que aumentó el número de personas que veían su video, sus patrones suspendieron a Peterson bajo licencia administrativa, alegando que representaba una “amenaza a la seguridad”.
Basada en la ‘teoría crítica racial”
La ideología que sustenta a estos programas se derivan de lo que los académicos llaman “teoría crítica racial”. Uno de sus pioneros, Derrick Bell, menospreció las conquistas del movimiento proletario liderado por negros por los derechos civiles que derribó la segregación racial de Jim Crow. Las describió como “victorias de corta duración que se deslizan hacia la irrelevancia a medida que las pautas raciales se adaptan a nuevas maneras de mantener el dominio blanco”.
Su conclusión es que la lucha no vale la pena, los resultados son efímeros y solo una dieta constante de intimidación puede controlar la naturaleza racista innata de los trabajadores.
Bell y otros impulsores de esta visión antihistórica recomiendan darle la espalda al asombroso historial de lucha librado por los negros en este país. Este incluye la guerra revolucionaria para poner fin a la esclavitud; la lucha para establecer gobiernos de Reconstrucción Radical tras la abolición de la esclavitud; las luchas de los agricultores en la década de 1920; la considerable integración de los trabajadores negros en la industria durante el auge del movimiento para la construcción de los sindicatos industriales; y el movimiento proletario de masas para acabar con la segregación racial. Los trabajadores negros dirigieron acciones de masas que cambiaron para siempre la actitud, las perspectivas y la autoestima de millones de trabajadores, tanto negros como caucásicos, sentando las bases para las nuevas batallas por venir.
Esto se reflejó en la masiva respuesta en ciudades, pueblos y áreas rurales este año con las protestas a raíz de la muerte de George Floyd a manos de la policía en Minneapolis.
Estas protestas, y otras, recibieron un golpe mortal de los líderes de Black Lives Matter, que defienden el saqueo y la violencia y promueven la misma perspectiva que Bell.
Los esfuerzos para demonizar a los trabajadores que son caucásicos como reaccionarios por naturaleza se ven reforzados en el ‘Proyecto 1619’ del New York Times, que ha sido ampliamente adoptado en las aulas de todo el país. Empaquetado como “historia”, este proyecto se suma a minimizar la importancia del historial de lucha contra la opresión racial durante siglos. En cambio, su autora, Nikole Hannah-Jones, dice: “El racismo antinegro está en el DNA mismo de este país”.
La verdad es que como resultado de estas luchas, hay menos racismo que nunca entre los trabajadores hoy día. Pero mientras las familias capitalistas gobernantes mantengan el poder, seguirán fomentando toda forma de prejuicios para profundizar las divisiones entre nosotros y perpetuar su dominio.
Los programas de “sensibilidad racial” son una herramienta más que utilizan para seguir haciéndolo. También proporcionan puestos lucrativos para sus promotores y administradores, que pertenecen a una capa social parásito que sirve para apuntalar la continua explotación y opresión capitalista.
Esta ideología es promovida por un ala importante de los gobernantes capitalistas, como la familia Sulzberger, propietaria del New York Times, que respalda fervientemente el Proyecto 1619, a pesar de sus distorsiones de la historia. Consideran que sus autores y promotores juegan un papel importante en la defensa del dominio de su clase.
A medida que el pueblo trabajador libra luchas contra la crisis económica y social que enfrentamos hoy, necesitamos aprender más sobre la historia de nuestra clase y las lecciones de batallas anteriores, incluyendo la lucha por los derechos de los negros. Hacerlo nos prepara para las poderosas luchas de clases venideras para derrocar al gobierno capitalista, establecer un gobierno de trabajadores y agricultores, y usarlo como el arma más poderosa posible para terminar con la discriminación y la violencia racista de una vez por todas.