Las elecciones presidenciales de 2020 se han terminado, dijeron AP, CNN y otros noticieros liberales. Declararon al demócrata Joe Biden como el próximo presidente, semanas antes de que los estados certifiquen la votación; o se conozcan los resultados del recuento en Georgia; o la resolución de los recursos judiciales interpuestos por el presidente Donald Trump.
El líder de la mayoría en el senado, Mitch McConnell, dijo que los demócratas que denuncian a Trump por negarse a ceder, “acababan de pasar cuatro años negándose a aceptar la validez de las últimas elecciones”.
Los demócratas afirman que la decisión de Trump de no ceder no tiene precedente. Se han olvidado del desafío de Al Gore al resultado de las elecciones de 2000 —el cual los mismos medios liberales aplaudieron— que pospusieron los resultados de las elecciones durante más de un mes.
Los demócratas, la izquierda de clase media y algunos republicanos del “Nunca Trump” se quejan de que la negativa de Trump a ceder es una amenaza a la democracia. Grupos como ShutDownDC amenazan con hacer lo que sea necesario para “obligar a Trump a dejar el cargo”.
Sus amenazas son peligrosas para la clase trabajadora. Hay suficiente tiempo para determinar el resultado de las elecciones y decidir en los retos legales antes de la inauguración presidencial en enero. Los partidos obreros como el Partido Socialista de los Trabajadores están sobradamente familiarizados con los actos fraudulentos de los demócratas y republicanos para mantenernos fuera de la boleta electoral.
El verdadero blanco de los liberales y los radicales de clase media es la clase trabajadora. Están atónitos de que tan equivocadas estaban sus encuestas. Dicen que el hecho de que 71 millones de personas hayan votado por Trump significa que los trabajadores se están haciendo más derechistas y racistas.
Esto simplemente no es cierto. Millones de trabajadores, independientemente de por quién votaron, están buscando formas de luchar contra la crisis capitalista, y cientos de miles se unieron a las protestas contra la brutalidad policial en ciudades, pueblos y áreas rurales de todo el país a principios del verano.
Cualquiera que sea finalmente declarado vencedor —Trump o Biden— gobernará como todos sus predecesores demócratas y republicanos, promoviendo dentro y fuera del país los intereses de las familias capitalistas gobernantes.
Los trabajadores no tenemos un partido de masas propio, por lo tanto millones sintieron que su única opción era votar por un “mal menor”, esperando por un respiro de las condiciones de vida en deterioro que enfrentamos, o no fueron a votar.
Crisis económica y social
Los trabajadores enfrentan una profunda crisis con millones sin trabajo y una pandemia cuyas consecuencias mortales se ven exacerbadas por el hecho de que la industria de los seguros de la salud, en afán de ganancias se ha negado a proveer los tratamientos que necesitan los trabajadores.
Alrededor de 21 millones de trabajadores siguen subsistiendo con beneficios por desempleo y millones más están sin trabajo, pero no están incluidos en las estadísticas oficiales. Los que están trabajando enfrentan los incesantes ataques contra los salarios, la seguridad y las condiciones laborales, mientras aumentan sus ganancias a costa nuestra. Millones corren el riesgo de perder sus casas y apartamentos. La inflación en el costo de los alimentos y otras necesidades está aumentando.
Alyson Kennedy y Malcolm Jarrett, la fórmula presidencial del Partido Socialista de los Trabajadores, hicieron campaña sobre la necesidad de que los trabajadores tengan trabajo y se unan a las luchas por mejores salarios y condiciones laborales, extendiendo solidaridad a estas luchas. Necesitamos nuestro propio partido político, un partido obrero basado en los sindicatos, para ayudar a dirigir estas luchas y plantear la necesidad de que los trabajadores y agricultores tomen el poder político.
Washington teme a los trabajadores
La euforia liberal por la presunta victoria de Biden se desvanecerá mucho más rápido que su ansiedad por los 71 millones que votaron por Trump. Consideran a estos votantes no solo racistas y estúpidos sino también peligrosos.
Incluso después de cuatro años, Trump obtuvo “más votos en todo el país que en 2016”, se queja Monica Hesse en el Washington Post, demostrando que “las partes malas de Estados Unidos no son un bache, sino una característica”.
“Todavía estoy estupefacto”, se queja el columnista del New York Times Charles Blow —quien ve toda la política a través del prisma de la raza y el sexo— de que más negros, latinos y mujeres votaron por Trump que en 2016.
Ninguna de sus actitudes despectivas es nueva. Después de las elecciones de 2016, el dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores, Steve Clark, escribió que la reprimenda de Hillary Clinton hacia los que no votaron por ella clasificándolos como “deplorables” era un ejemplo del hecho de que “los capitalistas de Estados Unidos y su gobierno han comenzado a temer a la clase trabajadora”.
“Porque se dan cuenta que cada vez más trabajadores están empezando a ver que los patrones y sus partidos no tienen ‘soluciones’ que no carguen más los costos… de la crisis de su sistema sobre nosotros”, escribió Clark en la introducción de El historial antiobrero de los Clinton: Por qué Washington le teme al pueblo trabajador.
Crece crisis de partidos patronales
Si Biden toma posesión, enfrenta divisiones dentro del Partido Demócrata. La congresista social demócrata Alexandria Ocasio-Cortez está exigiendo que Biden acepte un programa de reforma más radical y que no haga nombramientos al gabinete que ella y su ala del partido desaprueben.
Culpando al ala del partido de Ocasio-Cortez por la pérdida de escaños en la cámara por los demócratas, la congresista Abigail Spanberger dijo en una enconada reunión de líderes del Partido Demócrata: “No debemos jamás volver a usar la palabra ‘socialista’ o ‘socialismo’”.
Aunque el Partido Republicano obtuvo avances en la cámara y parece probable que mantenga su mayoría en el senado, las diferencias políticas entre Trump y otros líderes republicanos presagian fisuras.
Estas divisiones reflejan la crisis de los gobernantes capitalistas, pero lo más importante es lo que los trabajadores hagamos para enfrentar la ofensiva patronal contra nuestra clase y todos los oprimidos y explotados por el capitalismo así como la lucha por nuestro propio partido político.