Millones de trabajadores en Estados Unidos — y en todo el mundo capitalista— están siendo despedidos de sus empleos. Los patrones y su gobierno están incrementando los despidos y los cierres de pequeños negocios, intensificando el aislamiento de los trabajadores.
La lucrativa industria de hospitales da la espalda a quienes necesitan tratamientos que les pueden salvar la vida, y los residentes de hogares de ancianos están hacinados en condiciones que garantizan la rápida propagación del virus. Los patrones de las compañías farmacéuticas insisten —motivados por sus ganancias— en la inviolabilidad de sus patentes, lo que garantiza que grandes regiones del mundo semicolonial no verán la vacuna durante meses, quizás años. Pfizer dice que sus dosis de vacunas no llegarán a millones en Estados Unidos hasta junio o más tarde, a la vez que otras plantas capaces de producir la vacuna han sido cerradas.
Este desprecio por la vida de los trabajadores es una parte fundamental de las relaciones sociales en que se cimenta la moralidad capitalista.
Las familias gobernantes, las capas meritocráticas de clase media que les sirven y sus partidos demócrata y republicano consideran a los trabajadores como “deplorables”. Esto también es cierto de los trabajadores que los capitalistas llaman “esenciales”, a la vez que recortan el personal e ignoran la seguridad para extraer más ganancias de su trabajo.
No tiene que ser así.
Los trabajadores y agricultores de Cuba demuestran que nuestra clase es capaz de organizarse y luchar para reemplazar el dominio capitalista con algo mejor: nuestro propio gobierno.
Bajo el liderazgo de Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio, millones de trabajadores y campesinos derrocaron el 1 de enero de 1959 la dictadura respaldada por Washington de Fulgencio Batista. El Militante celebra el 62 aniversario de la revolución viva de Cuba: ¡una conquista para los trabajadores de todo el mundo!
El pueblo trabajador de Cuba utilizó el poder estatal para tomar control de las fábricas, la tierra y los bancos; entregaron la tierra a todos los que querían cultivarla; movilizaron a 100 mil voluntarios jóvenes para erradicar el analfabetismo; pusieron fin a la segregación racial; y, prácticamente desde la nada crearon un sistema de cuidado de la salud verdaderamente digno de la humanidad, un motivo de orgullo y de admiración por todo el mundo.
En el proceso de hacer una revolución, el pueblo trabajador descubrió su propio valor, reconociéndose así mismo como creador de historia, y decidido a poner su revolución al servicio de otros que luchan contra la opresión.
Respondieron al pedido de ayuda del gobierno de Angola para derrotar las invasiones apoyadas por Washington de los gobernantes de la Sudáfrica del apartheid, en las décadas de 1970 y 1980. Más de 400 mil soldados cubanos y otros voluntarios combatieron durante 17 años, y derrotaron de manera decisiva las invasiones sudafricanas, abriendo el camino para la independencia de Namibia y el derrocamiento del apartheid.
Hoy en día, los trabajadores de la salud voluntarios cubanos están tratando a infectados con coronavirus en decenas de países. Cuba tiene una de las tasas de mortalidad por COVID más bajas del mundo.
Los gobernantes capitalistas de Estados Unidos nunca han perdonado a los trabajadores de Cuba por tomar el poder en sus propias manos. Durante más de seis décadas los capitalistas han librado una implacable guerra económica destinada a estrangular la revolución y el poderoso ejemplo que brinda en todo el mundo.
Defender la revolución de los ataques de Washington y divulgar la verdad sobre Cuba a los trabajadores en todo el mundo es indispensable para promover los intereses de la clase trabajadora en Estados Unidos.
En 1961 Fidel Castro dijo: “Habrá una revolución victoriosa en Estados Unidos antes que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”. El Partido Socialista de los Trabajadores actúa sobre la base de la capacidad de los trabajadores y agricultores en Estados Unidos de emular el ejemplo de Cuba, y hacer nuestra propia revolución. Sus miembros explican que los intereses de los trabajadores son irreconciliables con los de quienes nos explotan, y explican lo que podemos hacer hoy para construir un partido que lidere a millones en las luchas venideras.
Y tomaremos el poder político en nuestras propias manos y construiremos un mundo nuevo.