El capitalismo es la causa del desastre tras el ciclón Ida

Por Seth Galinsky
20 de septiembre de 2021
Voluntarios de Cajun Navy viajan sobre inundación en LaPlace, Luisiana, septiembre 2. Grupo ayuda a la gente, distribuye comida y suministros mostrando el poder de la solidaridad obrera.
Cajun Navy 2016Voluntarios de Cajun Navy viajan sobre inundación en LaPlace, Luisiana, septiembre 2. Grupo ayuda a la gente, distribuye comida y suministros mostrando el poder de la solidaridad obrera.

Las muertes y el desastre social tras el huracán Ida en Luisiana, Nueva York, Nueva Jersey y otros lugares son producto del funcionamiento del capitalismo y las realidades que impone a los trabajadores una sociedad dividida en clases.

Los medios liberales, los políticos “progresistas” y los radicales de clase media dicen que el desastre fue causado por el “cambio climático”. Pero el cambio climático no tiene nada que ver con la falta de preparación del gobierno a todos los niveles o las consecuencias mortales de la existencia de viviendas miserables, la inadecuada protección contra inundaciones, la  falta de generadores, refugios y redes eléctricas resistentes a las tormentas y el hecho de que procedimientos de evacuación y transporte son prácticamente inexistentes.

La codicia, el afán de lucro y el desprecio a los trabajadores de parte de la clase capitalista y su gobierno —políticos demócratas y republicanos por igual— es lo que preparó el camino para la catástrofe que se está desarrollando.

El presidente Joseph Biden visitó brevemente algunas de las áreas dañadas en Luisiana, Nueva Jersey y Nueva York. Usó su viaje para promocionar su llamado proyecto de ley de infraestructura como la forma para enfrentar el cambio climático y promover la ilusión de que “estamos juntos en esto”.

Al menos 64 personas murieron a causa de la tormenta, la mayoría en Nueva York y Nueva Jersey, y decenas de miles perdieron sus hogares, principalmente en Luisiana. Más de medio millón de hogares y negocios seguían sin electricidad el 7 de septiembre, y muchos sin agua corriente. La gran mayoría están ubicados en áreas de la clase trabajadora o en comunidades agrícolas.

“Las primeras 72 [horas] son por tu cuenta”, dijo el gobernador de Luisiana, John Bel Edwards, mostrando desdén por los trabajadores. Pero más de una semana después, todavía estaban “por su cuenta”, a pesar de que Edwards se jactó de haber movilizado a 5,100 miembros de la Guardia Nacional con 177 vehículos para aguas altas, 74 botes de rescate y 34 helicópteros.

“Estamos solos”, dijo la trabajadora jubilada Irina McAlister al Militante desde Nueva Orleans el 6 de septiembre. Dijo que amigos y vecinos han estado cuidando y ayudándose entre sí. No ha habido servicio de correo ni recolección de basura desde la tormenta, dijo. “Estamos a 90 grados y ahí han dejado la basura. Las ratas están teniendo una fiesta”.

“La Guardia Nacional está vigilando las propiedades”, dijo. “Vi a uno con un rifle protegiendo una gasolinera cerrada. Pero nadie ha venido del gobierno para ver cómo estoy yo”.

Dando prioridad a la protección de las empresas, los gobiernos locales han impuesto toques de queda y han detenido a personas abandonadas en la calle.

A diferencia del huracán Katrina de 2005, cuando los diques estallaron e inundaron los barrios bajos de clase trabajadora de Nueva Orleans, esta vez resistieron debido a que fueron fortificados desde entonces. Pero no se realizaron estas mejoras en el resto del estado. Se inundaron granjas y casas en pueblos pequeños y áreas rurales.

Las carreteras quedaron bloqueadas cuando miles abandonaron el área antes de la tormenta, sin una evacuación organizada por el gobierno.

Ochocientos residentes de siete hogares de ancianos propiedad de un empresario de Baton Rouge, fueron evacuados días después de la tormenta a un almacén en Independence. No había aire acondicionado a pesar del calor y la humedad extremos. Les dieron un colchón para dormir en el piso y un balde de cinco galones para ir al baño. Sus familiares no fueron informados adónde los habían llevado. Muchos no habían comido ni recibido medicamentos en 24 horas. Para cuando los funcionarios locales dieron la alarma, siete residentes habían muerto.

Voluntarios de Cajun Navy

La Cajun Navy —trabajadores y propietarios de pequeñas empresas que se unieron por primera vez para rescatar a las personas durante el huracán Katrina— se organizó una vez más ante la inacción del gobierno. Enviaron tripulaciones con balsas, tractores y motosierras para despejar carreteras y ayudar a la mayor cantidad de personas posible en las áreas más afectadas de Luisiana, incluidas Houma y LaPlace. Debido a la carencia de refugios adecuados, el grupo no ha estado evacuando a las personas.

El grupo ha distribuido grandes cantidades de comida, agua, otras necesidades e incluso heno para que los ganaderos alimenten a su ganado. Sus acciones muestran el poder y el potencial de la solidaridad de la clase trabajadora.

En Metairie, un suburbio al oeste de Nueva Orleans, los trabajadores y las pequeñas empresas unieron sus recursos y establecieron parrillas de barbacoa, cocinando comidas para cientos de sus vecinos.

Entergy Louisiana, la compañía eléctrica, dijo que algunas áreas no recuperarán la energía hasta finales de septiembre.

McAlister señaló que la energía fue restablecida rápidamente en el Barrio Francés, el corazón de la industria turística de Nueva Orleans porque las líneas eléctricas están bajo tierra. “Dicen que cuesta demasiado hacerlo en todas partes. Bueno, ¿cuál es el precio que están pagando los trabajadores en este momento?”

Entergy prometió después de Katrina que tomaría medidas como el uso de postes de hormigón y acero en lugar de madera. Aún cuando las líneas no sean subterráneas, se pueden reforzar para soportar vientos de 140 millas por hora.

Pero eso disminuiría las ganancias. En 2018, un ejecutivo de Entergy admitió que la empresa recortó fondos para fortalecer la red eléctrica. Ellos “no querían gastar dinero”, dijo, cuando el sistema “estaba funcionando extremadamente bien”.

Negligencia del gobierno en NY, NJ

Cuando Ida llegó al noreste, ya no era una tormenta tropical. Pero las tres pulgadas de lluvia que cayeron en una hora, dejaron más muertos allí que en Luisiana; muchos de ellos ahogados en sus apartamentos en el sótano en Nueva York o en vehículos atrapados en las inundaciones en Nueva Jersey.

Unos días después de la inundación, el sitio web Gothamist habló con más de una decena de residentes en una cuadra de Queens donde casi todas las casas resultaron dañadas. “No ha pasado nadie. Mi casa está destruida”, dijo Antonio Mayo.

El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, se lavó las manos de toda responsabilidad cuando recorrió un vecindario de Queens con la congresista socialista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez una semana después de la tormenta. Culpó a las predicciones meteorológicas inexactas por el desastre.

Algunos vecinos de la zona criticaron a de Blasio. Isabella Lizad, una fisioterapeuta cuyo sótano se inundó, le dijo al NY Daily News que “juraron que arreglarían las alcantarillas” después de las inundaciones de 2008. “Y aquí estamos de nuevo”.

De hecho, los funcionarios municipales saben muy bien que decenas de miles de personas viven en sótanos miserables y no han hecho nada para construir viviendas decorosas y asequibles. Y han estado discutiendo durante más de una década la necesidad de reparar el sistema de alcantarillado de la ciudad, partes del cual tienen más de 150 años.