La brutal invasión de Ucrania por parte de Moscú está sacudiendo al orden mundial capitalista, aumentando los desafíos que enfrentan los gobernantes capitalistas de Estados Unidos en sus esfuerzos para mantener su supremacía. Las potencias capitalistas están fortaleciendo sus propias fuerzas militares para defender sus intereses de clase nacionales frente a sus rivales.
En la tercera semana de la invasión, el mortífero ataque de las fuerzas rusas contra las ciudades continúa perdiendo impulso ante la tenaz resistencia ucraniana. Las fuerzas invasoras de Moscú también se han topado con protestas en las ciudades del sur que ahora ocupan. Millones alrededor del mundo están siendo afectados por la guerra y las protestas en su contra se han extendido, incluso dentro de Rusia misma.
El apoyo a la independencia por parte de los trabajadores ucranianos es profundo.
Una declaración emitida el 3 de marzo por Jack Barnes, secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores, señala la necesidad de que los trabajadores actúen contra la guerra de Moscú y se orienten hacia tomar el poder político en sus propias manos o de lo contrario “enfrentaremos un futuro de devastación social, reacción, guerra mundial y hasta catástrofe nuclear”. La declaración está disponible en el sitio web del Militante.
Durante décadas, los gobernantes norteamericanos actuaron bajo la ilusión de que habían ganado la Guerra Fría tras la implosión de la Unión Soviética. Libraron guerras en Iraq y Afganistán, ampliaron la membresía de su alianza de la OTAN a países que anteriormente formaban parte de la Unión Soviética y libraron una guerra devastadora contra el pueblo de Yugoslavia, que llevó al desmembramiento de ese estado. Al hacerlo, creyeron que extenderían su papel como la principal potencia en Europa y asegurarían su supremacía mundial.
Pero la industrialización masiva de China ha resultado en el surgimiento de Beijing como un poderoso rival de los gobernantes capitalistas norteamericanos por mercados e influencia política. Los gobernantes chinos están ampliando su ejército. Junto a esto, el régimen de Vladímir Putin trata de imponerse interviniendo en Georgia en 2008, Crimea en 2014 y ahora en Ucrania. Las principales potencias de Europa —Londres y París— buscan las formas de defender su posición en declive en el orden mundial. Washington no ha encontrado un camino claro para enfrentar estos desafíos. Nadie ganó la Guerra Fría.
La guerra terrestre más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial también está haciendo añicos las ilusiones que tenía Berlín y otras potencias capitalistas en el continente de que iban a poder reducir sus ejércitos porque la existencia de la OTAN bajo la tutela de Washington y de la Unión Europea superaría los antagonismos nacionales y garantizaría la paz y la prosperidad.
Un general alemán, Alfons Mais, se lamentó el 24 de febrero de que cuando despertó a la “guerra en Europa” se dio cuenta de que el ejército alemán “está más o menos desnudo”.
La clase dominante alemana, la más poderosa de Europa, se ha retractado repentinamente del curso que ha mantenido por décadas de tratar de mantener un equilibrio entre Washington y Moscú y ha iniciado un programa de rearme.
Los gobernantes polacos, daneses y suecos también están aumentando sus gastos militares. El gobierno de Dinamarca revocó su prohibición de la presencia de fuerzas extranjeras en el país e invitó a tropas estadounidenses a permanecer allí. Los gobiernos de Lituania y Letonia están pidiendo a Washington que estacione tropas estadounidenses allí de forma permanente.
Shinzo Abe, ex primer ministro de Japón, propuso el 1 de marzo que el gobierno le pida a Washington que estacione armas nucleares en Japón, abandonando la prohibición que han mantenido durante décadas. El llamado de Abe se produce en medio de la expansión militar china en el este. Los gobernantes imperialistas de Australia, el principal aliado de Washington en el Pacífico Sur, anunciaron el 10 de marzo planes para aumentar su ejército permanente en un 30 por ciento, a casi 80 mil.
Valiente resistencia ucraniana
Ante la invasión de Moscú —que aún no ha tomado ninguna ciudad importante de Ucrania después de tres semanas de combates— las fuerzas ucranianas iniciaron una contraofensiva en la región de Kyiv, así como cerca de Járkiv y hacia el puerto sureño de Mykolayiv, donde según informes han obligado el retroceso de algunas de las fuerzas de ocupación. Estos informes son prácticamente ignorados por la prensa norteamericana, que pinta a los ucranianos como víctimas indefensas.
Varios miles de personas se manifestaron contra la ocupación rusa en Jersón el 13 de marzo. Mientras las tropas rusas disparaban al aire, los manifestantes coreaban “¡Jersón es Ucrania!” y se opusieron al plan de Moscú de declarar una “República Popular de Jersón”, similar a los pequeños estados en Donetsk y Lugansk que, según afirma Moscú, son parte de Rusia. El consejo regional de Jersón luego votó a favor de rechazar el plan de Moscú.
Oposición rusa a la guerra de Putin
Para ocultar la cantidad de rusos muertos en la guerra, el Kremlin ha proveído cifras solo a nivel local, no nacional. Y han dejado miles de cuerpos de combatientes muertos en Ucrania, en lugar de arriesgarse al impacto que tendría el regreso de grandes cantidades de cadáveres. Un número desproporcionado de las bajas provienen de áreas rurales de Rusia o de personas no rusas. Han estallado protestas en las repúblicas no rusas del norte del Cáucaso.
Con la excepción de Bielorrusia, los gobiernos de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva liderada por Moscú (Armenia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán) se han declarado neutrales a la invasión de Putin. Incluso los gobernantes de Bielorrusia se han negado a proporcionar tropas a la guerra de Moscú.
Moscú también se ha visto obligado a recurrir a mercenarios de Serbia, Siria y Chechenia.
A pesar de la fuerte represión de las manifestaciones en Rusia, el 13 de marzo hubo protestas contra la guerra en 37 ciudades rusas. El número de detenidos por oponerse a la guerra de Putin es ahora de casi 15 mil.
Coreando “¡Alto a la guerra, no a la guerra!” Marina Ovsyannikova, editora del estatal Canal 1, interrumpió un programa de noticias ruso al aire el 14 de marzo. Levantó un cartel que decía: “No creas en la propaganda, aquí te están mintiendo”. Estaba firmado “Rusos contra la guerra”. Por orden de Putin, las noticias de la televisión rusa llaman a la guerra una “operación especial”.