Una de las crisis creadas por el capitalismo que la guerra de Moscú contra Ucrania ha profundizado, es la falta de acceso a la electricidad que sufren millones de personas. Días después de la invasión, los gobiernos de todo el mundo se apresuraron a reservar suministros alternativos de petróleo, gas y carbón de fuentes no rusas.
El presidente Joseph Biden anunció el 31 de marzo el despacho de petróleo más grande de la historia de las Reservas Estratégicas de Petróleo de Estados Unidos.
Berlín se esfuerza por aumentar la producción de carbón y está buscando otras fuentes de gas natural después de que su decisión de cerrar las plantas nucleares del país dejara a las familias gobernantes de Alemania totalmente dependientes de combustible ruso.
Los gobiernos de Japón, Corea del Sur y otros países asiáticos están compitiendo con empresas europeas para comprar suministros de gas natural licuado de Estados Unidos.
Los trabajadores de los países semicoloniales se las tendrán que arreglar por sí solos. La red eléctrica nacional de Nigeria se derrumbó el mes pasado y sumió a las principales ciudades en la oscuridad durante días.
Todo esto ocurre además de la amplia discusión, que a veces termina en la histeria del “cambio climático” de la clase media, sobre la necesidad de encontrar alternativas a la generación de energía de combustibles fósiles
El movimiento obrero en Estados Unidos y en otros países industrializados debería, como acto fundamental de solidaridad, luchar para ayudar al avance de la electrificación a nivel mundial. La electrificación es una condición elemental necesaria para la industria moderna y la cultura. No hay razón técnica alguna por la cual no podamos todos tener la energía necesaria para operar escuelas, hospitales, hogares, transporte y saneamiento.
Desde las primeras etapas de la sociedad dividida en clases, las clases propietarias han organizado el trabajo para su propio beneficio sin preocuparse por las consecuencias sociales. Los capitalistas utilizan a los trabajadores como bestias de carga prescindibles, y a la vez agotan los recursos del suelo, destruyen los bosques a través de la tala y quema u otros métodos agrícolas destructivos, acaban con la vida animal a través de la caza y la pesca excesivas, y envenenan los arroyos, ríos y otros cuerpos de agua.
Como todas las cuestiones políticas, el camino hacia la expansión de la producción de energía de manera limpia y segura debe comenzar con los intereses de la clase trabajadora a nivel mundial. Necesitamos luchar por medidas concretas que puedan reducir la brecha entre los trabajadores de los países imperialistas y los de los países en desarrollo, y entre las clases explotadas en las áreas urbanas y los de las áreas rurales.
Hoy en día eso significa luchar para hacer que la electricidad esté disponible de forma amplia y económica mediante la expansión de la energía nuclear. La energía nuclear produce la mayor cantidad de energía con el menor uso de recursos y la menor producción de contaminación atmosférica. Alrededor del 75 por ciento de la energía utilizada en todo el mundo en la actualidad proviene del carbón, el petróleo y el gas. Estos combustibles representan un costo enorme a la salud pública, la salud de los trabajadores en esas industrias y la tierra.
Menos de la mitad de los que viven hoy en día en los países menos desarrollados del mundo tienen electricidad. En algunas áreas, incluida África subsahariana, ese número está creciendo.
Unos 2,600 millones de personas en todo el mundo cocinan o calientan sus hogares con fuego o estufas sencillas que usan queroseno, madera o carbón. Cada año, cerca de 4 millones de personas mueren prematuramente por enfermedades atribuibles a la contaminación del aire dentro del hogar, lo que causa la mitad de las muertes por neumonía en niños menores de 5 años en el mundo.
Sin electricidad, millones se ven obligados a transportar agua a mano todos los días, una tarea agotadora que recae en gran medida sobre las mujeres y las niñas.
El uso generalizado de la energía nuclear puede resolver estos problemas. Más aún, los problemas de seguridad que plantea la energía nuclear y la eliminación de desechos radiactivos no son hechos naturales incontrolables. Son consecuencias del desdén de los gobernantes capitalistas por la seguridad de los trabajadores en su esfuerzo por maximizar sus ganancias. Los capitalistas organizan toda la producción sobre esta base. Los trabajadores deben luchar por el control obrero de la producción para garantizar una operación segura.
Expandir el acceso a la electricidad y hacerla asequible fue una de las primeras tareas que asumió el pueblo trabajador en Cuba después de que tomó el poder político en 1959 e hizo una revolución socialista. Hoy el 99.8 por ciento de la población de Cuba tiene acceso a la electricidad. La reciente instalación de paneles solares en áreas montañosas remotas asegura que haya electricidad disponible en todas partes para las escuelas y luz para que la gente pueda leer, discutir, ver televisión y organizar actividades culturales por la noche.
Siguiendo el ejemplo de los cubanos, el pueblo trabajador hoy necesita luchar para expandir el uso de la energía nuclear para satisfacer las necesidades de la humanidad y salvaguardar el planeta.