Especial

Lenin luchó por la autodeterminación de naciones oprimidas, Ucrania

2 de mayo de 2022
Trabajadores en Odesa, Ucrania, saludan al Ejército Rojo por la liberación en 1919 del contrarrevolucionario Ejército Blanco que trató de reimponer el dominio de capitalistas y terratenientes.
“The Russian Revolution” libro de fotosTrabajadores en Odesa, Ucrania, saludan al Ejército Rojo por la liberación en 1919 del contrarrevolucionario Ejército Blanco que trató de reimponer el dominio de capitalistas y terratenientes.

Ahora que el pueblo trabajador ucraniano está defendiendo la soberanía de su país contra la invasión de Moscú con armas en la mano, publicamos estos extractos de La última lucha de Lenin: Discursos y escritos 1922-23 que explican por qué los comunistas apoyan la independencia de Ucrania. El libro describe cómo V.I. Lenin, el dirigente central de la primera revolución socialista del mundo, lideró una batalla política dentro del Partido Bolchevique para continuar el curso proletario internacionalista que llevó a los trabajadores y campesinos al poder en octubre de 1917. Lo que estaba en juego era cómo los pueblos oprimidos de la “cárcel de naciones” zarista podían unirse a la Unión Soviética como iguales. Después de la muerte de Lenin, una creciente burocracia  dentro del estado y el partido liderada por José Stalin revocó el programa de Lenin en una sangrienta contrarrevolución política. Los extractos son del material que Lenin envió al Buró Político y a un congreso del partido defendiendo su posición comunista. Copyright © 1995 por Pathfinder Press. Reproducido con permiso

POR VALDIMIR LENIN

6 de octubre de 1922

   Declaro una guerra a muerte al chovinismo gran ruso. . .  Es indispensable insistir en que presidan por turno el Comité Ejecutivo Central de la Unión, un ruso, un ucranio, un georgiano, etcétera.
¡Indispensable!
Suyo,
Lenin

30 de diciembre de 1922

   Se dice que era necesaria una unidad del aparato. ¿De dónde provenían esas afirmaciones? ¿No provenían acaso del mismo aparato ruso que, como lo señalé en una parte anterior de mi diario, tomamos del zarismo y recubrimos ligeramente con un barniz soviético? …
   [E]l aparato que denominamos nuestro nos es au?n, en los hechos, totalmente ajeno; es una mezcolanza burguesa y zarista que no hubo ninguna posibilidad de cambiar en el curso de cinco años sin ayuda de otros países y porque la mayor parte del tiempo predominaron las “acciones” militares y de la lucha contra el hambre.
En tales condiciones es muy natural que “la libertad de separarse de la unión” que nos sirve de justificación, sea un simple pedacito de papel incapaz de defender a los no rusos de la embestida de ese hombre realmente ruso, del chovinista gran ruso, en esencia ese canalla, ese opresor que es el típico burócrata ruso. No hay duda de que los obreros soviéticos y sovietizados, que constituyen un porcentaje ínfimo, se ahogarán en ese océano de la canalla gran rusa chovinista como una mosca en la leche. . .
   ¿[H]emos tomado con suficiente cuidado medidas para defender de veras a los no rusos contra el Derzhimorda* auténticamente ruso? Pienso que no hemos tomado esas medidas, aunque podíamos y debíamos hacerlo.
Pienso que aquí desempeñaron un papel fatal el apresuramiento de Stalin y su pasión administrativa, así como su encono contra el famoso “socialismo nacionalista”. Habitualmente, el encono en general desempeña en política el papel más bajo. …
   Aquí tenemos ya un importante problema de principio: ¿cómo debe entenderse el internacionalismo?
Lenin

31 de diciembre de 1922

   En mis trabajos sobre el problema nacional, ya he dicho que es en todo sentido vano formular en abstracto el problema del nacionalismo en general. Es indispensable distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el de la nación oprimida, entre el nacionalismo de una nación grande y el de una nación pequeña.
   En relación con el segundo tipo de nacionalismo, nosotros, los nacionales de una nación grande resultamos casi siempre culpables, en la práctica histórica, de una infinidad de casos de violencia; además, llegamos a cometer una infinidad de actos de violencia y de ultrajes sin advertirlo. Basta evocar mis recuerdos del Volga sobre la forma en que tratamos allí a la gente de otras nacionalidades: al polaco no se lo llama por otro nombre que “polaquete”, al tártaro se le apoda “príncipe”, el ucranio es siempre “jojol”, y los georgianos y otros nacionales del Cáucaso son siempre “caucásicos”.
   Por eso el internacionalismo por parte de las naciones opresoras, o así llamadas “grandes” (aunque sean grandes solo por su violencia, grandes solo como lo es Derzhimorda), debe consistir, no solo en el respeto a la igualdad formal de las naciones, sino también en una desigualdad que compense, por parte de la nación opresora, de la gran nación, la desigualdad que en la vida se establece de hecho. Quien no comprende esto no ha entendido tampoco la actitud verdaderamente proletaria en relación con el problema nacional: sigue siendo esencialmente pequeñoburgués en su punto de vista, y, por consiguiente, no puede dejar de caer continuamente en el punto de vista burgués.
   ¿Qué es lo importante para el proletario? Para el proletario no solo es importante sino también esencialmente imprescindible que en la lucha de clase proletaria se le asegure el máximo de confianza por parte de los no rusos. ¿Qué hace falta para garantizar esto? No solo la igualdad formal. De una u otra manera, por la actitud de uno o por concesiones, hay que compensar a los no rusos la falta de confianza, la sospecha y los insultos a que el gobierno de la “gran potencia” los sometió en el pasado histórico.
   El georgiano [Stalin] que considere con desdén este aspecto del asunto, que negligentemente lance acusaciones de “socialismo nacionalista” (cuando él mismo es no solo un verdadero, un auténtico “socialista nacionalista”, sino además un vulgar Derzhimorda gran ruso), viola, en realidad, los intereses de la solidaridad proletaria de clase, porque no hay cosa que retrase más el desarrollo y la consolidación de la solidaridad proletaria de clase que la injusticia nacional. Y los nacionales “ofendidos” a nada son tan sensibles como al sentimiento de igualdad y a la violación de esa igualdad, aunque solo sea por negligencia o por broma, a la violación de esa igualdad por sus camaradas proletarios. Por eso en este caso, es preferible exagerar las concesiones y la indulgencia con las minorías nacionales, y no a la inversa. Por eso, en este caso, el interés fundamental de la solidaridad proletaria y, por lo tanto, de la lucha de clase proletaria, exige que no adoptemos jamás una actitud formal hacia el problema nacional, sino que tengamos siempre en cuenta la obligada diferencia de la actitud del proletario de una nación oprimida (o pequeña) hacia la nación opresora (o grande).
Lenin