Las tropas del gobierno ucraniano están haciendo retroceder las intensiones de los gobernantes rusos de conquistar y aplastar al pueblo de Ucrania y su independencia. Las fuerzas de Kyiv cruzaron el 6 de septiembre, en el noreste de Ucrania, las líneas de las desmoralizadas tropas rusas, que huyeron desordenadamente,. En una semana, Kyiv ha retomado más de tres mil millas cuadradas de territorio ocupadas por Moscú en mayo y junio.
Esta es la derrota más grande de las fuerzas del presidente ruso Vladímir Putin, desde que fueron repelidas de las áreas alrededor de Kyiv, poco después del inicio de la invasión. El pretexto de Putin para la invasión —que el gobierno ucraniano es fascista y que el país no tiene derecho a existir— está siendo destrozado por la valiente resistencia del pueblo ucraniano.
La semana anterior a la contraofensiva ucraniana en el noreste, las fuerzas de Kyiv se acercaron al puerto de Jersón en el Mar Negro ocupado por Rusia. El Kremlin respondió desviando unidades y armamento pesado hacia el sur para duplicar sus defensas, dejando sus líneas en el norte cortas en poder de fuego. Luego, las fuerzas ucranianas se movieron rápidamente para liberar a Kupyansk, un nudo ferroviario vital, e Izium, un importante centro de suministro. Las fuerzas ucranianas llegaron a la frontera rusa a 30 millas al norte de Járkiv el 11 de septiembre.
En su huida las tropas rusas abandonaron tanques, municiones y uniformes. Desde Járkiv hasta Jersón, los soldados reclutados a la fuerza en el Donetsk ocupado por Moscú no estaban dispuestos a morir por Putin.
Estas victorias han elevado la moral de las fuerzas ucranianas. Los trabajadores están al frente de la resistencia a la invasión, ofreciéndose como voluntarios para el ejército ucraniano y la milicia territorial. Sindicalistas entregan provisiones a los civiles obligados a huir de la ocupación de Moscú.
En Chuhuiv, una de las decenas de pueblos y aldeas liberadas, la población recibió a los soldados ucranianos. “Todo volverá a ser ucraniano”, dijo Natalia Khubezhova, de 48 años, al Washington Post el 10 de septiembre. Su esposo y su hijo están en el ejército. “¡Todos estamos listos para ir a la batalla!”, dijo.
Al mismo tiempo que están al frente de los esfuerzos para hacer retroceder la invasión de Moscú, los trabajadores también están enfrentando un serio ataque a sus derechos y condiciones por parte del gobierno del presidente Volodymyr Zelensky. Desde el inicio de la guerra, Zelensky impuso una ley antisindical que le permite a los patrones ignorar los convenios sindicales e intensificar los ataques a los trabajos, salarios y condiciones. Las dos federaciones sindicales del país se oponen a la ley. Otro proyecto de ley permitiría a los patrones imponer jornadas laborales de 12 horas y despedir a los trabajadores sin dar ninguna razón.
El gobierno ucraniano ha empezado a apelar a los soldados rusos a que no combatan. “¡Iván ruso, ríndete!” dice un soldado ucraniano en un video. “Te protegeremos del dictador Putin”.
Las tropas ucranianas han hecho llegar volantes a Donetsk, ocupada por Moscú, dirigidos especialmente a los reclutas que han sido obligados a incorporarse a las fuerzas dirigidas por Rusia. Los volantes dicen: “Gente de Donetsk, los rusos los están usando como carne de cañón. ¡Ucrania te garantiza amnistía y seguridad! Tu familia te necesita vivo”. Contiene instrucciones sobre cómo rendirse. Algunos están respondiendo.
Más divisiones y protestas en Rusia
Las noticias sobre el revés de la invasión se están filtrando a través de los medios controlados por el estado en Rusia. Un panel en el canal estatal NTV condenó la conducción de la guerra por parte del gobierno el 9 de septiembre.
“Nos han dicho que todo va según lo planeado”, dijo el panelista Viktor Olevich. “¿Alguien cree que hace seis meses el plan era . . . no poder tomar Járkiv?” Otro panelista, Boris Nadezhdin, dijo que los “métodos de guerra colonial” del Kremlin hicieron “imposible derrotar a Ucrania”.
Algunos partidarios de la invasión claman que el gobierno imponga el servicio militar obligatorio. Putin ha evitado esto, sabiendo que provocaría una oposición más amplia contra la guerra de la clase trabajadora.
El 9 de septiembre más de 90 miembros del consejo municipal en San Petersburgo y Moscú instaron a la Duma estatal rusa a destituir a Putin y acusarlo de traición. Dijeron que la guerra había causado pérdidas humanas y económicas masivas y había propiciado la expansión hacia el este de la alianza de la OTAN liderada por Washington.
“Las acciones de Putin son perjudiciales para el futuro de Rusia y sus ciudadanos”, escribieron decenas de diputados de los dos consejos, tres días después. Los signatarios corren el riesgo de ser acusados bajo leyes que penalizan “desacreditar” al ejército ruso.
En una de las muchas protestas individuales contra la guerra, Valeria Sanina se paró en la plaza Pushkin en el centro de Moscú antes de ser arrestada con un cartel que decía, “¡Detengamos esta guerra!”. El Grupo Protección de los Derechos Humanos de Járkiv enumera las multas impuestas a manifestantes individuales, revelando la amplia distribución geográfica de las protestas, desde San Petersburgo en el norte hasta Sochi en el sur, desde los Urales hasta Siberia y el Lejano Oriente.