El pueblo ucraniano infligió otra derrota significativa al intento de Moscú de conquistar su país. Las tropas de Kyiv entraron Jersón el 11 de noviembre después de que el régimen del presidente Vladímir Putin ordenara la retirada de las desmoralizadas fuerzas rusas. Jersón es la única capital regional que Moscú había logrado ocupar desde que comenzó la guerra.
“Cuando entraron nuestros soldados, sus ametralladoras apuntaban hacia arriba, al aire”, dijo Serhiy Bloshko, un obrero de la construcción, al New York Times. “Cuando entraron los rusos, sus armas apuntaban a la gente. Eso lo explica todo. Y dijeron que eran nuestros libertadores”. Bloshko se había quedado en casas de amigos por temor a ser arrestado por participar en las protestas contra la ocupación de Moscú en marzo.
Putin replegó unos 20 mil soldados al otro lado del río Dnipro y, supuestamente, más hacia el sur.
El pueblo trabajador de Ucrania ha estado al centro de la resistencia contra la invasión. A diferencia de los trabajadores en uniforme rusos, utilizados por Putin como carne de cañón, los trabajadores ucranianos luchan por una causa, con un profundo compromiso a defender la independencia de su patria. Su determinación hizo posible la liberación de Jersón después de que las fuerzas rusas fueran repelidas en Kyiv en marzo y expulsadas de Jarkiv en septiembre. Es una pérdida humillante para el Kremlin.
En abril soldados rusos dispararon contra manifestantes en Jersón. Putin reclamó la región como territorio ruso el 30 de septiembre después de un referéndum fraudulento.
La hija de Iryna Dyagileva asistió a una escuela de Jersón donde las autoridades exigieron que los estudiantes memorizaran el himno nacional ruso. Los maestros ignoraron la orden y recibieron a los estudiantes todos los días con “¡Gloria a Ucrania!”
Antes de retirarse, las fuerzas rusas destruyeron líneas eléctricas, tuberías de agua e infraestructura y dañaron la represa de Nova Khakovka. “Mejor sin electricidad, sin agua y sin calefacción si también es sin los rusos”, dijo al New York Times Iryna Rodavanova, curadora jubilada del Museo de Arte de Jersón. Kyiv está tratando de restablecer los servicios esenciales y remover las minas y municiones que no han explotado.
Washington insta a pláticas
Los gobernantes capitalistas en Washington y algunos países europeos están presionando al gobierno ucraniano para que negocie con Moscú y ceda parte del territorio ocupado por las fuerzas de Putin, en nombre de la “paz”. Estos gobiernos ven la guerra como una amenaza a sus propios intereses imperialistas.
Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional del presidente Joseph Biden, aconsejó a Kyiv que abandonara demandas “poco realistas” como por ejemplo, recuperar Crimea, que Moscú tomó en 2014. El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky respondió que las negociaciones pueden reanudarse, pero solo una vez que Moscú devuelva todo el territorio de Ucrania que ocupa.
Putin declaró una campaña de reclutamiento el 21 de septiembre, enviando a decenas de miles de efectivos rusos sin entrenamiento y mal equipados para combatir en Ucrania. Esto alimentó las protestas callejeras en ciudades de todo el país a fines de septiembre y otras acciones desde entonces, incluso por parte de soldados y sus esposas.
Unas 70 esposas de soldados rusos marcharon desde Belgorod, Rusia, hacia la zona de guerra en Lugansk al otro lado de la frontera con Rusia. Confrontaron al alto mando ruso sobre el trato de sus maridos, que habían tomado parte en una batalla en la región de Donetsk, donde las fuerzas rusas sufrieron un gran número de bajas.
“Ya no confiamos en ustedes”, les dijeron las esposas a los oficiales. Las mujeres presentaron una denuncia formal ante la fiscalía militar. “No nos rendiremos”, dijo Svetlana Gorbatenko a la prensa.
A medida que la guerra continué, protestas como estas aumentarán.