Por más de siete años, comenzando en las elecciones de 2016, los demócratas han usado al FBI como arma principal en su ataque contra el adversario político republicano Donald Trump. Al hacerlo, han tenido como blanco a los trabajadores atraídos por la campaña de Trump, a quienes Hillary Clinton calificó de “deplorables”, y han atacado los derechos constitucionales que los trabajadores necesitamos para defender y promover nuestros intereses de clase.
Los demócratas se han dedicado a rehacer la imagen del FBI, para convertirla en una agencia progresista y woke.
Para hacerlo, necesitan extinguir toda memoria de las décadas de espionaje, acoso e interrupción del FBI contra sindicalistas, luchadores por los derechos de los negros, pequeños agricultores que luchan contra las ejecuciones hipotecarias, el Partido Socialista de los Trabajadores, los opositores a las guerras de Washington y cualquier otra persona que desafíe el sistema de ganancias del capitalismo. Desde 1939 el FBI ha sido la principal fuerza de ataque de la policía política de los gobernantes capitalistas.
Hasta ahora los resultados no han sido tan provechosos para los gobernantes capitalistas. El FBI ha ganado un índice de aprobación más alto entre los demócratas liberales y la izquierda, quienes están aterrorizados por los llamados republicanos MAGA. Pero entre los republicanos, el 63 por ciento dijo en una encuesta de NBC News en junio que tenían una visión negativa del FBI.
Solo un 37 por ciento de los votantes en general dijo a NBC que tenían una opinión favorable del FBI, inferior al 52 por ciento bajo Trump en 2018. No es sorprendente que el FBI sea “más popular entre los norteamericanos que ganan más de 200 mil dólares al año”, informó el New York Times.
Millones de trabajadores ven hoy al FBI como un arma partidista en la campaña de los demócratas para criminalizar a la oposición política. Muchos recuerdan que el fiscal general Merrick Garland ordenó al FBI que espiara a los padres que protestaban en las reuniones de las juntas escolares en 2021. El año pasado la oficina del FBI en Richmond planeó una operación secreta para espiar contra los católicos que prefieren una misa en latín, echando a un lado la protección constitucional al derecho al culto.
Manipulación política de FBI y CIA
Dos fallos del juez de distrito Terry Doughty destacan la descarada manipulación política del FBI y la CIA. Doughty preside un caso presentado por los fiscales generales de Missouri y Luisiana contra la administración de Biden. El 4 de julio Doughty ordenó al FBI, al Departamento de Estado y a otros funcionarios que se abstuvieran de “amenazar, presionar o coaccionar de cualquier manera a las empresas de redes sociales a que eliminen, supriman o reduzcan el contenido de publicaciones protegidas por la libertad de expresión”.
En un fallo del 10 de julio Doughty describió cómo funcionarios del FBI se reunían regularmente con los directores de las redes sociales para discutir la censura de las llamadas noticias falsas antes de las elecciones de 2020. En octubre de ese año Facebook preguntó si una historia del New York Post sobre la computadora portátil de Hunter Biden era “desinformación sobre Rusia”. Laura Dehmlow, jefa de la Fuerza de Tareas de Influencia Extranjera del FBI, se negó a comentar, a pesar de que la agencia tenía la computadora portátil. Facebook suprimió la historia.
Después, Antony Blinken, asesor principal de la campaña de Biden que ahora es secretario de estado, conversó con el subdirector de la CIA, Michael Morell. Después de la reunión, Morell reclutó a 51 ex oficiales de la CIA para que emitieran una carta diciendo que el reportaje del Post tenía “todas las características clásicas de una operación de información rusa”. En su testimonio en abril Morell admitió que escribió la carta para ayudar a Biden a ganar las elecciones.
A pesar de las marcadas diferencias entre demócratas y republicanos sobre cómo se debe usar el FBI en la actualidad, ambos partidos, y las familias gobernantes capitalistas que representan, tienen un interés vital en renovar su reputación. Necesitan poder hacer uso de una agencia de policía política, especialmente cuando la lucha de clases se intensifica.
Las actuales audiencias del Subcomité de la Cámara de Representantes sobre el Uso del Gobierno Federal como Arma, liderado por republicanos, pretenden aprovechar la profunda desconfianza hacia el FBI, para exigir que la agencia actúe de manera más apolítica, como en los “buenos viejos tiempos”.
En el New York Times, Beverly Gage escribe que sus amigos liberales estaban secretamente “echándole porras al FBI” cuando se usó contra Trump, “después de considerarlo durante toda una vida un bastión de la represión política”. No se sientan culpables, les dice, afirmando que la verdadera historia del FBI fue la de “una fuerza de investigación objetiva y no partidista”.
En contraste, el comentarista conservador Jonathan Turley dice que el FBI se ha convertido en la “Guardia Pretoriana” de Biden. Propone un “nuevo Comité Church” para investigar al FBI, como el Comité Selecto de Inteligencia del Senado establecido en 1975, encabezado por el senador Frank Church.
Su comité celebró audiencias públicas a fines de 1975. Sabiendo que tenían que “exponer” algunos de los excesos para tener alguna credibilidad en la limpieza de la imagen de la agencia, los miembros del comité denunciaron un puñado de abusos del FBI.
Las audiencias se llevaron a cabo dos años después de que el Partido Socialista de los Trabajadores iniciara una demanda federal y una campaña política para exponer décadas de programas gubernamentales de espionaje, escuchas ilegales, infiltración y las operaciones del Cointelpro contra el partido. Este esfuerzo de 13 años produjo una poderosa exposición de la interferencia con la libertad política por la policía secreta.
Cuando Church presentó las conclusiones de su comité en abril de 1976 los editores del New York Times escribieron: “La demanda del Partido Socialista de los Trabajadores está extrayendo información de los archivos del FBI que existía pero que se ocultó de los dos comités expresamente encargados de investigar los abusos de inteligencia”. En verdad, el Comité de Church no quería indagar mucho.
Los hallazgos de Church llevaron a nuevas restricciones y llamados a la transparencia. Pero en gran medida dejaron libre al FBI para continuar con su papel como policía política de los gobernantes. Un ejemplo es el sistema judicial de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera aprobada por el Congreso en 1978, la cual creó un tribunal secreto donde el FBI podría solicitar órdenes de espionaje y escuchas telefónicas.
Esto no ha sido un gran impedimento. Un tribunal de la FISA otorgó al FBI una orden para espiar al activista de la campaña de Trump, Carter Page, basándose en “evidencias” de colusión con Rusia que el FBI sabía eran un conjunto de mentiras inventadas por la campaña de Hillary Clinton en 2016.
El PST ganó su demanda en 1986. Por primera vez un tribunal federal dictaminó que el FBI no podía infiltrar una organización política y espiar a sus miembros debido a su actividad política garantizada constitucionalmente; que sus allanamientos y escuchas telefónicas violaron las protecciones de la Cuarta Enmienda; y que sus intentos de interrumpir la actividad del PST mediante el programa Cointelpro eran ilegales. Esta fue una victoria para todo el pueblo trabajador.
Tenemos un interés sustancial en hacer frente al asalto contra las libertades constitucionales liderado hoy por los demócratas y la izquierda de clase media. Tanto el Partido Demócrata como el Republicano intentarán renovar la policía política de los gobernantes para un mayor uso en futuras batallas de clase.