El asesinato a sangre fría de seis rehenes israelíes por parte de Hamás a finales de agosto es otra prueba de que es imprescindible derrotar al grupo respaldado por Teherán y demoler su estructura de mando para defender el derecho de Israel a existir como refugio para los judíos. Y para abrir espacio para que los judíos, árabes y otros trabajadores se unan y encuentren formas de defender sus intereses de clase contra los capitalistas y sus gobiernos en la región.
Aunque expresó su “indignación” hacia Hamás por las ejecuciones, el presidente Joseph Biden y los medios de comunicación capitalistas liberales acusaron al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu de “no estar haciendo lo suficiente” para poner fin a la guerra. Quieren que haga más concesiones en las negociaciones sobre un alto el fuego. Esto permitiría a Hamás recuperarse y preparar futuros pogromos antijudíos, como promete hacer.
Cinco de los seis rehenes (Eden Yerushalmi, Hersh Goldberg-Polin, Alexander Lobanov, Almog Sarusi y Ori Danino) fueron secuestrados en el festival de música Nova el 7 de octubre. La sexta, Carmel Gat, fue secuestrada en el kibutz Be’eri. Los soldados israelíes encontraron sus cuerpos en un túnel de 65 pies de profundidad en Rafah, cerca de la frontera con Egipto, el 31 de agosto. Todos asesinados con disparos a quemarropa uno o dos días antes.
Hamás ha prometido seguir matando a los rehenes cada vez que las fuerzas israelíes estén cerca de liberarlos.
El sitio de las ejecuciones está a menos de una milla del túnel donde unos días antes fue rescatado el rehén Farhan al-Qadi. Al-Qadi, ciudadano árabe beduino de Israel, había pasado 326 días en cautiverio.
Cuando se dieron cuenta de que las tropas israelíes se acercaban, los esbirros de Hamás huyeron, dejándolo en una habitación con trampas explosivas. En el momento del ataque de Hamás el 7 de octubre Al-Qadi estaba trabajando como guardia de seguridad en una fábrica en el kibutz Magen. Le dispararon en la pierna cuando se rehusó a decirles dónde encontrar judíos.
El pogromo del 7 de octubre liderado por Hamás —y financiado, planificado y coordinado con el régimen reaccionario en Teherán— fue la mayor masacre de judíos desde el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Dejó 1,200 muertos, miles de heridos y 251 personas secuestradas. Los matones violaron a decenas de mujeres, y muchas veces mutilaron sus cuerpos. Funcionarios israelíes creen que de los 97 rehenes que aún se encuentran en Gaza, al menos 33 están muertos.
Un punto clave de discordia en las negociaciones entre Hamás y el gobierno israelí sobre la liberación de los rehenes restantes y un alto el fuego es la demanda de Hamás de que las tropas israelíes abandonen totalmente el control de la frontera entre Egipto y Gaza, conocida como el Corredor Filadelfia.
Hasta que las tropas israelíes tomaron el control del corredor en mayo, Hamás siguió utilizándolo para el contrabando de cantidades masivas de armas.
Netanyahu dijo en una conferencia de prensa el 2 de septiembre que era necesario mantener tropas en esa área “para asegurar que no haya otro 7 de octubre, y otro 7 de octubre, y otro 7 de octubre, como Hamás ha prometido hacer”.
Divisiones en Israel
Uno de los miembros del gabinete, Yoav Gallant, ministro de defensa, votó en contra de insistir en mantener el control del corredor.
Israel —al igual que Estados Unidos— es un país dividido en clases, que incluye una importante capa meritocrática de clase media. La clase capitalista de Israel está colmada de facciones rivales.
Muchos de los asesinados, mutilados o secuestrados por Hamás y sus aliados el 7 de octubre procedían de comunidades con vínculos a los partidos burgueses de oposición o que se consideraban parte del movimiento por la “paz” en Israel, que promueve vínculos entre judíos y árabes en Israel y los territorios palestinos.
A los asesinos y violadores de Hamás les importó poco, ya que se oponen a las relaciones amistosas entre judíos y palestinos. Las raíces de Hamás se encuentran en la sección de Gaza de la Hermandad Musulmana basada en Egipto, que colaboró activamente con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en su objetivo de exterminar a los judíos en la “Solución Final”.
El Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas en Israel organizó una manifestación de decenas de miles de personas el 1 de septiembre, pidiendo a Netanyahu que aceptara las demandas de Hamás para liberar a los rehenes restantes. El grupo incluye familiares comprensiblemente angustiados por el destino de sus seres queridos.
Intereses imperialistas de EE.UU.
Washington también lleva meses presionando al gobierno israelí para que ponga fin a la guerra contra Hamás. Los gobernantes capitalistas de Estados Unidos no están preocupados con hacer frente al odio a los judíos, sino asegurar la estabilidad para defender sus intereses imperialistas en la región.
Esto no es nada nuevo. Después de que el presidente Harry Truman reconociera de facto la creación de Israel en 1948, el gobierno de Estados Unidos impuso un embargo de armamentos para impedir que el nuevo estado obtuviera las armas que necesitaba para defenderse en una guerra contra los gobernantes de cinco estados árabes.
Washington también impuso un embargo de armamentos en 1967 durante la “Guerra de los Seis Días”, cuando el gobierno israelí lanzó un ataque preventivo contra fuerzas egipcias que estaban concentradas en la frontera preparándose para invadir.
La preocupación de los capitalistas norteamericanos hoy es la misma que en 1948 y 1967. Buscan estabilidad para sus propios intereses económicos y políticos. Eso incluye obtener enormes ganancias del petróleo y del transporte marítimo que está siendo afectado por los ataques a buques de carga en el Mar Rojo por los hutíes en Yemen, respaldados por Teherán. La administración Biden está tratando de establecer alianzas con gobernantes de todo el Medio Oriente, incluido el régimen en Teherán.