La determinación del pueblo ucraniano de impedir que el régimen del presidente ruso Vladímir Putin conquiste su país fue determinante en las victorias obtenidas en el campo de batalla a principios de septiembre en la provincia de Járkiv. La respuesta de Putin fue llamar a filas a cientos de miles de tropas nuevas y amenazar con una guerra nuclear, lo que provocó protestas de miles en toda Rusia. Han sido las protestas más generalizadas desde que comenzó la invasión.
Putin decretó la movilización militar rusa más grande desde la Segunda Guerra Mundial el 21 de septiembre, con miras a movilizar a más de un millón de soldados, con poco o ningún entrenamiento, para reemplazar a las cuantiosas bajas y relevar a las agotadas fuerzas en los frentes. También anunció referendos amañados a punta de fusil en cuatro áreas de Ucrania ocupadas por Moscú, y usarlos como pretexto para incorporarlas a Rusia.
Coreando “¡No a la guerra!” “¡No movilización!” y “¡Envíen a Putin a las trincheras!” miles protestaron en decenas de ciudades y pueblos de Rusia, desde San Petersburgo en el oeste hasta Ulan-Ude en el este.
Más de 1,300 personas fueron arrestadas en Moscú y mil más en otras partes del país. Algunos jóvenes recibieron citaciones para el servicio militar mientras estaban detenidos por participar en las protestas.
A medida que más rusos conozcan la verdad sobre la invasión del Kremlin, “saldrán a la calle, a pesar del miedo”, dijo Alina Skvortsova, de 20 años, a France24 en una protesta en Moscú.
Putin firmó un proyecto de ley el 24 de septiembre que duplica la pena a 10 años de prisión para soldados que se rindan, deserten o se nieguen a combatir. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, prometió que ningún prisionero de guerra ruso detenido en Ucrania será devuelto a Rusia en contra de su voluntad.
Después del decreto de Putin del 21 de septiembre, decenas de miles de hombres en edad militar huyeron de Rusia en avión, autobús o automóvil. Se formaron largas filas de vehículos en los pasos fronterizos con Finlandia, Georgia, Kazajstán y Mongolia.
Protestas en Rusia contra servicio
“¿Por qué te llevas a nuestros hijos?” gritó un grupo de mujeres que se manifestaban el 25 de septiembre en Makhachkala, en Daguestán, una región de mayoría musulmana en el sur de Rusia. “¿Quién fue atacado?” corearon: “¡Rusia ha atacado a Ucrania! ¡Alto a la guerra!” Más de 300 soldados de esta región han muerto en el conflicto, 10 veces más que los de Moscú. Hay un número desproporcionado similar de muertes en otras partes de Rusia donde viven personas de nacionalidades oprimidas.
En Yakutia, cerca del Círculo Polar Ártico, 47 de las 300 que viven en la aldea fueron convocados para el servicio militar, llevándose a la mayoría de los trabajadores: pastores de renos, cazadores y pescadores.
A principios de septiembre, las fuerzas rusas fueron derrotadas por el rápido avance del ejército ucraniano en el noreste, alrededor de Járkiv. En el sur, las fuerzas de Kyiv avanzan lentamente contra las unidades rusas atrincheradas, con el objetivo de liberar Jersón.
Resistencia a votaciones amañadas
Moscú realizó del 23 al 27 de septiembre referendos amañados en cuatro áreas ocupadas de Ucrania sobre su incorporación a Rusia, incluidas partes de Jersón y Zaporizhzhia. Putin advirtió que cualquier contraofensiva ucraniana en esas áreas será considerada como un ataque directo a Rusia. Incluyó también una amenaza apenas velada de usar armas nucleares.
Más de 50 personas se manifestaron el 23 de septiembre en Snihurivka, una ciudad ocupada en la región de Mykolaiv, llamando al boicot del voto. Snihurivka siempre ha sido parte de Ucrania, dijeron.
En una ruptura con Moscú, el gobierno de Kazajstán se negó el 26 de septiembre a reconocer los fraudulentos referendos. Citó la necesidad de reconocer “la integridad territorial de los estados, su igualdad soberana”. Esto muestra cómo la guerra de Putin ha acelerado los esfuerzos de este y otros países de Asia Central, exrepúblicas soviéticas, para escaparse de la influencia dominante de Moscú.
Los trabajadores ucranianos son la columna vertebral de la resistencia a la invasión de Moscú. Se han hecho voluntarios en las fuerzas armadas ucranianas o unidades de defensa territorial y redes de ayuda. Pero también se enfrentan a los ataques del gobierno capitalista de Zelensky, que ha prohibido las huelgas y protestas y ha implementado leyes antiobreras que los patrones han deseado desde hace mucho tiempo. En las fábricas que todavía están operando, los patrones han impuesto recortes salariales de hasta un 50 por ciento, mientras que la inflación ha aumentado a más del 20 por ciento. El desempleo se ha triplicado durante la guerra al 35 por ciento.
“Las guerras se ganan o se pierden por las acciones de diferentes clases”, dijo John Studer, director del Militante, en un foro del Militant Labor Forum en Nueva York el 23 de septiembre. “Lo que será decisivo para poner fin a esta guerra es la confraternización, la solidaridad y unidad de los trabajadores de Ucrania y Rusia”.
“De los conflictos actuales, se están preparando nuevas guerras que pueden conducir a una guerra mundial con la posibilidad de una catástrofe nuclear”, dijo. “Hay mucho en juego para la clase trabajadora. Los trabajadores y campesinos en Cuba demostraron lo que es posible cuando hicieron una revolución socialista tomando el poder político en sus propias manos”.