En los días finales de la campaña de 2022 los Demócratas se concentraron en atacar al ex presidente Donald Trump. Dicen que la “democracia misma” se ve amenazada si alguna vez vuelve al cargo. La realidad es que los Demócratas son los que están encabezando actualmente los ataques contra las libertades constitucionales que el pueblo trabajador ha conquistado con sangre y que tanto necesita.
Han utilizado cacerías de brujas en el Congreso y casos legales contra Trump, sus familiares y aliados políticos. Aún antes de que fuera electo en 2016, los Demócratas desataron al FBI contra él.
Las principales figuras Demócratas han dejado claro que continuarán en este curso independientemente de quién gane el control del Congreso. Insisten, que los verdaderos culpables del papel que juega Trump son los millones de trabajadores que el presidente Joseph Biden llama “semifascistas” y que no pueden ser confiados para tomar decisiones políticas.
Biden dedicó su discurso el 2 de noviembre —su principal alocución antes de las elecciones— a atacar a los llamados republicanos MAGA calificándolos de ser una “amenaza a la democracia”.
Biden dijo que el allanamiento por David DePape de la casa de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, el 28 de octubre y el ataque a su esposo Paul, de alguna manera estaban vinculados a Trump. Cuando DePape le preguntó a Paul Pelosi: “¿Dónde está Nancy?” dijo Biden, pronunció “las mismas palabras que usó la muchedumbre cuando atacaron el Capitolio el 6 de enero”, después de que Trump “exalto sus ánimos”.
Numerosos republicanos se pronunciaron contra el ataque. “Estoy horrorizado del horrible ataque contra Paul, el esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes Pelosi”, dijo el congresista republicano Steve Scalise, “La violencia no tiene cabida en este país”. Scalise fue una de las cinco personas heridas de balas en 2017 cuando un partidario de Bernie Sanders abrió fuego contra políticos republicanos durante una práctica de béisbol en Washington. Paul Pelosi fue dado de alta del hospital el 4 de noviembre.
Pero Biden no estaba pidiendo solidaridad para los Pelosi. “No se puede condenar la violencia a menos que se condene a las personas que continúan diciendo que las elecciones no fueron reales, que fueron robadas”, dijo Biden el 29 de octubre.
En su discurso del 2 de noviembre, Biden dijo que los partidarios de Trump amenazan el estado de derecho, no por lo que hacen, sino por lo que piensan y dicen. Esto es un ataque directo a la libertad de expresión.
La gestión de Biden tiene poco para ganar apoyo para su partido mientras crece la inflación y se estanca la economía. Los comentaristas liberales culpan a los trabajadores por los desafíos que enfrentaron los Demócratas en las elecciones. “La democracia misma está en la boleta electoral”, dijo Bill Maher en Real Time, pero decirlo es “una pérdida de tiempo”. La transmisión por televisión de las audiencias sobre el 6 de enero durante horas “no cambió la opinión de nadie”, se quejó, refiriéndose al espectáculo de juicio del Congreso que duró meses.
El único otro tema sobre el que hicieron campaña los Demócratas fue el aborto, afirmando de que el fallo Dobbs de la Corte Suprema este verano lo había ilegalizado. Pero esto no es cierto. La corte dictaminó que el aborto no tenía base en la Constitución y devolvió el debate sobre el aborto al pueblo y a sus representantes electos.
Calumniados de ‘agentes extranjeros’
Un tema clave del ataque de los Demócratas contra Trump y su administración fue la desmentida acusación de que tenía vínculos con el presidente ruso, Vladímir Putin. Consiguieron que el FBI presentara el expediente Steele, una colección de chismes y difamaciones pagados por la campaña de Hillary Clinton, para tratar de enjuiciar a Trump.
Estos esfuerzos involucraron el uso de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros, una ley aprobada en vísperas de la segunda guerra mundial imperialista para desmantelar las libertades constitucionales y asestar golpes al movimiento obrero.
Bajo esta y otras leyes el FBI comenzó a investigar a miembros del Partido Socialista de los Trabajadores antes de acusar en 1941 a 18 dirigentes del partido y del sindicato Teamsters de “conspiración para derrocar al gobierno”. Su condena en el caso amañado fue fundamental para preparar la entrada de Washington a la guerra. Para los gobernantes norteamericanos, el verdadero “crimen” fue organizar oposición en los sindicatos a la campaña de Washington para obtener apoyo para el envío de trabajadores a luchar y morir en esa guerra.
La misma ley fue utilizada para condenar a los ex asesores de Trump Paul Manafort, Michael Flynn y Rick Gates.
Thomas Barrack, presidente del comité inaugural de Trump, fue absuelto de los cargos de ser “agente extranjero” de Rusia el 4 de noviembre. “Ni un solo testigo vino a esta corte” que demostrara que “tuvieran algún conocimiento de algunos hechos relevantes al caso”, dijo el abogado de Barrack, Randall Jackson.
El Departamento de Justicia ahora está agregando más fiscales a su extenso equipo que investiga el tumulto del 6 de enero. Continúa examinando el material incautado por el FBI en su redada armada de la propiedad de Trump en Mar-a-Lago. Los funcionarios del departamento pretenden nombrar a otro fiscal especial para perseguir al ex presidente si se postula en 2024.
Al igual que el ex jefe del FBI, Robert Mueller, quien fue designado fiscal especial para atacar a Trump hace más de cinco años, un nuevo fiscal no comenzaría con pruebas reales de un delito, sino con como acabar con una persona.
Tanto los Demócratas como los republicanos, por sus propios motivos, están buscando formas de renovar la policía política de los gobernantes capitalistas —con su historial de espionaje, actos clandestinos, casos amañados y operaciones de disrupción— para emplearla contra sus oponentes políticos. Su blanco clave, sin embargo, es la clase trabajadora y su vanguardia política.
La lucha por la defensa de las libertades constitucionales está hoy al centro de la lucha de clases.