La respuesta de los gobernantes capitalistas norteamericanos a la invasión de Ucrania por Moscú siempre ha buscado impulsar sus propios intereses económicos, políticos y militares estratégicos, no los del pueblo ucraniano. Su objetivo es evitar la ampliación de la guerra, no garantizar la soberanía de Ucrania, lo cual requiere la derrota y retirada de las fuerzas de Moscú.
La determinación y valentía del pueblo trabajador ucraniano ha repelido la sangrienta invasión del presidente ruso Vladímir Putin. Pero después de 650 días de combate, a medida que cae el invierno, las líneas del frente de guerra están por ahora congeladas. Washington está aprovechando este impasse para presionar al gobierno ucraniano a que entable negociaciones con Moscú.
El tabloide alemán Bild informó el 24 de noviembre sobre un plan secreto de Washington y Berlín, los dos mayores proveedores de armas a Kiev. Las dos potencias imperialistas están presionando entre bastidores a Kiev para que permita que Moscú conserve parte del territorio tomado por sus fuerzas a cambio de poner fin al derramamiento de sangre.
Según el Bild, la Casa Blanca y la Cancillería están coordinando su presión sobre Kiev poniendo a su disposición solo armas suficientes para que las fuerzas ucranianas mantengan la actual línea del frente, pero no para retomar partes de Ucrania que Moscú ocupa actualmente. El portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Vedant Patel, negó el informe de Bild, pero otro funcionario de Washington dijo a NBC que “hay una creciente sensación de que ya es demasiado tarde y que es hora de llegar a un acuerdo”.
Cualquier acuerdo impuesto a Kiev solo le dará tiempo a Putin para intentar consolidar su invasión, sembrando las semillas de guerras nuevas y más amplias. La determinación de Putin de borrar a Ucrania y a su pueblo del mapa permanece inalterada.
Pérdidas rusas impulsan oposición
Moscú confía en que podrá durar más que las fuerzas ucranianas en una larga guerra de desgaste. La economía capitalista de Rusia se está convirtiendo en producción para la guerra con fábricas operando las 24 horas.
Putin emitió un decreto el 1 de diciembre para añadir 170 mil efectivos, aumentando el tamaño del ejército a 1.3 millones. Espera hacerlo sin necesidad de una nueva conscripción, lo que podría desencadenar protestas como las del año pasado.
La población de Rusia es tres veces más grande que la de Ucrania. Las autoridades rusas están deteniendo a inmigrantes de Asia Central en redadas en las mezquitas, restaurantes y mercados. Luego los llevan a oficinas de alistamiento militar. También está aumentando la presión sobre los presos, deudores y empleados de empresas estatales para que ingresen al ejército.
La cifra de bajas rusas es abrumadora, acercándose a la cifra sufrida por el ejército del zar en la Primera Guerra Mundial. En aquel entonces, un promedio de más de 1,100 soldados morían al día. Hoy la cifra es de unos 900 y un par de días ha alcanzado más de 1,300, informó el Kyiv Post.
“Estamos abandonados”, dicen unos soldados rusos en un video que circuló el 1 de diciembre. Dicen que no los alimentan adecuadamente, que tienen que proveer sus propios medicamentos y que sus comandantes dejan a los heridos a que se pudran en los campos.
El 3 de diciembre surgieron informes de revueltas entre las unidades rusas a lo largo de la orilla del río Dniéper después de grandes pérdidas. En una unidad los soldados se negaron a obedecer órdenes de recuperar posiciones ucranianas allí y en varias islas, diciendo que no tenían cobertura aérea y de artillería eficaz. Las tropas rusas allí también sufrieron decenas de muertes cuando fueron enviadas a través de sus propios campos minados sin mapas. El desacato a las órdenes de atacar se extendió entre otras unidades estacionadas a lo largo del río.
Soldados rusos capturados describen el trato que reciben de sus oficiales. Pavel, un ex operador de máquinas para herramientas de Siberia, dijo que a principios de este otoño su compañía fue ordenada a ocupar territorio en el noreste de Ucrania. “El capitán dijo que cumplimos con nuestro objetivo. ¿Pero cómo se puede decir eso si solo regresan 35 de cada 100 hombres? Y eso fue solo en un día”.
El mes pasado madres y esposas de soldados realizaron protestas en varias ciudades rusas.
Way Home, un grupo de familiares de soldados, dice que el Kremlin prometió que los soldados movilizados en septiembre de 2022 regresarían a casa en unos meses. “Las promesas resultaron vacías. Hemos sido traicionados”, escribió el grupo el 27 de noviembre. “El presidente declaró 2024 el Año de la Familia. Esto es irónico, dado que las esposas claman sin sus maridos, los niños crecen sin padres y muchos ya son huérfanos”.
En Moscú 20 mujeres se unieron a una manifestación legal del Partido Comunista el 7 de noviembre y levantaron la consigna “No a la movilización indefinida”, antes de que la policía se las llevara. En Novosibirsk las autoridades permitieron a los familiares de los soldados realizar una protesta, pero insistieron en que se llevara a cabo en un edificio gubernamental y prohibieron a la mayoría de la prensa.
El gobierno está ofreciendo mayores pagos a las familias de los soldados, “pero solo si nos quedamos callados”, dijo Maria Andreeva al New York Times. El mes pasado realizó una protesta solitaria en Moscú con un cartel que decía “Justicia. Los movilizados deben volver a casa”.
“Las mujeres necesitan a sus maridos y a sus hijos, no sobornos”, dijo.