El gobierno de Estados Unidos está aumentando su presión sobre Israel para que abandone su guerra contra Hamás en Gaza, una guerra cuyo objeto es defender el derecho de Israel a existir como refugio para los judíos e impedir que el reaccionario grupo islamista cometa más masacres como ha prometido hacer.
Washington está exigiendo que Israel realice menos bombardeos y ataques terrestres, que llevaría a un alto el fuego. Durante una visita a Israel el 18 de diciembre, el Secretario de Defensa, Lloyd Austin, lo llamó eufemísticamente una “transición a la siguiente fase de operaciones”.
El viaje de Austin tuvo lugar en medio de un aumento en los ataques contra Israel por el llamado eje de resistencia del régimen antisemita en Teherán. Esto incluye enfrentamientos con Hezbolá en la frontera libanesa, lanzamientos de misiles contra los Altos del Golán por milicias financiadas por Teherán en Siria y ataques con drones contra puertos y barcos israelíes en el Mar Rojo por milicias hutíes en Yemen.
Mientras tanto, los gobiernos imperialistas de Canadá, Francia y el Reino Unido; pacifistas burgueses; y partidarios de Hamás en todo el mundo están pidiendo a Israel que detenga los esfuerzos para incapacitar a Hamás de hacer más ataques y que acepte un alto el fuego permanente.
Hamás dice que nunca reconocerá el derecho de Israel a existir. Su meta es matar o expulsar a los judíos. El gobierno y el pueblo de Israel —donde vive casi la mitad de los judíos del mundo— no tienen más remedio que luchar.
Los escuadrones de la muerte de Hamás masacraron a más de 1,200 hombres, mujeres y niños, en su mayoría civiles, hirieron a miles más y tomaron 240 rehenes el 7 de octubre. Fue la masacre de judíos más grande en un solo día desde el Holocausto nazi. Como parte de su ataque planeado, los matones de Hamás torturaron, violaron y mutilaron a muchas de sus víctimas.
Aunque la mayoría de los asesinados eran judíos, los matones también mataron a decenas de trabajadores agrícolas inmigrantes tailandeses y ciudadanos árabes de Israel, por el “crimen” de trabajar con judíos.
Al igual que la invasión de Ucrania por Moscú, la masacre marcó un hito en la política mundial. Y plantea un desafío para todos los que dicen hablar en nombre de la clase trabajadora.
Los medios de comunicación liberales fomentan el sentimiento antiisraelí al culpar a Israel —y no a Hamás— del creciente sufrimiento del pueblo de Gaza, y al minimizar el horror de la masacre del 7 de octubre y el brutal secuestro de los rehenes por Hamás.
Pero nunca le preguntan a los que entrevistan en Gaza si saben que la meta de la ofensiva israelí es impedir que Hamás mate a judíos. Tampoco le preguntan a los habitantes de Gaza qué piensan del hecho que Hamás coloca su mortífero arsenal, túneles y puestos de mando debajo y dentro de hospitales, escuelas, mezquitas y edificios residenciales como parte de su estrategia de utilizar a civiles como escudos humanos.
Ciertamente no preguntan sobre la brutal dictadura de Hamás que ha existido desde que tomó el control de Gaza en 2006 y arrestó, torturó y asesinó a sus opositores políticos, ni de la represión de las luchas sindicales y la opresión de las mujeres bajo el régimen de Hamás.
Teherán y Hamás han estado enviando armas e incitando a sus aliados en la Ribera Occidental palestina bajo el control de Israel para que cometan ataques terroristas.
Esto presenta un gran reto para el gobierno capitalista de Israel. Desde el 7 de octubre los soldados israelíes han detenido a 2,400 palestinos en la Ribera Occidental, al menos 1,200 afiliados a Hamás, y han matado a más de 200 personas que, según el ejército, estaban armadas.
Haaretz informó el 19 de diciembre que las Fuerzas de Defensa Israelíes habían suspendido las operaciones de su unidad Frontera del Desierto, tras informes de que sus soldados cometieron graves abusos contra civiles palestinos en la Ribera Occidental y han ayudado a fuerzas derechistas entre los colonos israelíes que están tratando de expulsar a los palestinos de sus granjas y hogares.
El abuso de los civiles palestinos y la negación de sus derechos ayudan a Hamás a presentarse falsamente como defensor de los palestinos frente a la ocupación israelí.
Washington defiende sus intereses
A pesar de las afirmaciones de Washington de estar en solidaridad con Israel en su lucha para aplastar a Hamás, la meta del imperialismo norteamericano —y de sus rivales en Berlín, Londres y París— no es proteger a los judíos ni defender a Israel, sino defender sus propios intereses económicos, políticos y militares.
Aunque el Secretario de Defensa Austin dijo que la Casa Blanca está de acuerdo con las autoridades israelíes en que Hezbolá debe alejar sus fuerzas de la frontera con Israel, Austin enfatizó que el gobierno de Estados Unidos quiere evitar una guerra más amplia. Asegurándose de que el mensaje fuera claro, la administración de Joseph Biden retrasó la transferencia de 27 mil rifles de fabricación norteamericana a Israel, alegando que teme que terminen en manos de los colonos de la Ribera Occidental.
Las fuerzas hutíes respaldadas por Teherán en Yemen han atacado o tomado barcos comerciales 12 veces en el último mes. Alrededor del 12% del petróleo mundial y el 8% del gas natural licuado pasa por las rutas marítimas afectadas.
Odio antijudío antes de octubre 7
La gran mayoría de los trabajadores en Estados Unidos siente repulsión por la masacre de Hamás del 7 de octubre, pero las fuerzas que odian a los judíos se sintieron envalentonadas por ella. Cientos de sinagogas e instituciones judías por todo Estados Unidos recibieron amenazas de bombas por correo electrónico el fin de semana del 16 de diciembre, informó la Jewish Telegraph Agency.
Un artículo publicado en el Los Angeles Times el 14 de diciembre señaló que el aumento del antisemitismo está “inquietando profundamente a los judíos en Estados Unidos, muchos de los cuales veían al antisemitismo como una reliquia de generaciones pasadas, destinada a desaparecer”. El artículo añade que “el auge comenzó antes de la guerra en Gaza y ahora se ha acelerado”.
En la época imperialista, el odio a los judíos es una herramienta crucial de los gobernantes cuando la crisis de su sistema capitalista lleva a la clase trabajadora a luchar por el poder político. Los capitalistas recurren a las fuerzas fascistas y a los ataques a los judíos para tratar de aplastar a los sindicatos.