El gobierno del presidente Luis Abinader en la República Dominicana ha incrementado las deportaciones de inmigrantes haitianos y de ciudadanos dominicanos de ascendencia haitiana. Esto ocurre a la luz de las próximas elecciones presidenciales en mayo de 2024.
La campaña de Abinader busca reunir apoyo avivando los prejuicios antihaitianos. Y acompaña al llamado de inversionistas nacionales y extranjeros a extraer una mayor productividad de los trabajadores y a que el gobierno conceda más “exenciones de impuestos”.
Los gobernantes dominicanos están explotando la profunda crisis económica, política y social en Haití para avivar sentimientos nacionalistas dominicanos reaccionarios. Pretenden utilizar estas divisiones para enmascarar sus ataques a los salarios, las condiciones laborales y los programas sociales gubernamentales.
El flujo constante de inmigrantes haitianos crea “un proceso de desnacionalización y de sobrecarga de servicios públicos esenciales”, dijo Abinader al Congreso dominicano en febrero.
La afluencia de haitianos producirá “una estampida de dominicanos hacia el exterior, y la suerte del territorio [dominicano] y de sus habitantes quedaría en manos de los inmigrantes haitianos que no tardarían en convertirlo en una copia de lo que han hecho en su propio estado”, escribió Eduardo García Michel, un académico que ha servido en el gobierno, en un editorial de Propuesta Digital en marzo.
En septiembre, la administración de Abinader cerró la frontera y cortó todo comercio con Haití, en respuesta al plan del gobierno haitiano de construir un canal para extraer agua del Río Masacre que sirve de frontera y es compartido por los dos países. Los gobernantes dominicanos pretenden mantener su dominio sobre el suministro de agua a expensas de los agricultores de Haití.
El gobierno dominicano deportó a más de 113 mil personas de descendencia haitiana en 2022, incluidas mujeres embarazadas y menores no acompañados. La cifra ya está en camino de ser mayor este año. Muchos de los deportados nacieron y crecieron en la República Dominicana, pero fueron despojados de su ciudadanía en 2013 cuando un tribunal eliminó el derecho de ciudadanía por nacimiento de más de 200 mil dominicanos con padres haitianos indocumentados.
Estos ataques han profundizado la condición de parias y la explotación de los inmigrantes haitianos, negándoles derechos políticos, así como acceso a escuelas, atención médica financiada por el gobierno y otros servicios básicos.
“Los dominicanos y haitianos que viven en los bateyes se llevan bien”, dijo Ive Cahio a los reporteros del Militante durante una reciente visita a comunidades de cañeros en la República Dominicana. Cahio es un trabajador cañero haitiano que ha participado activamente en la lucha liderada por la Unión de Trabajadores Cañeros (UTC) por pensiones de jubilación para miles de trabajadores haitianos y dominicanos.
“El problema es cuando vas a las oficinas gubernamentales o a un hospital y no te tratan adecuadamente”, dijo, refiriéndose a la discriminación que tienen que soportar los haitianos.
Los trabajadores migrantes —y los dominicanos— sin seguro médico tienen que pagar miles de pesos de su bolsillo sólo para ver a un médico. Mientras tanto, a los haitianos los culpan por el deterioro de los servicios de salud pública, que para empezar no cuentan con fondos suficientes.
Trampa para el movimiento obrero
Los líderes de las principales federaciones sindicales del país se han unido a funcionarios gubernamentales y políticos burgueses para propagar la falsa ilusión de que para que los trabajadores nacidos en República Dominicana tengan salarios y condiciones de vida decorosas, es necesario negar la entrada de inmigrantes.
Félix Martínez, secretario nacional del sindicato de la construcción Sinatracom, sostiene que la competencia con los inmigrantes haitianos empeora los salarios y condiciones laborales de los dominicanos, y los lleva a irse del país. Pero en lugar de organizar a los trabajadores dominicanos y haitianos para luchar juntos contra los patrones por mejores condiciones, Martínez y otros dirigentes sindicales exigen que el gobierno imponga límites a la mano de obra migrante.
Por ley, el 80% de los trabajadores de toda empresa deben ser dominicanos. Pero esto no se implementa en muchos casos, incluso en la construcción, la industria azucarera y otros sectores agrícolas, que cuentan con una fuerza laboral abrumadoramente haitiana. Un gran número de haitianos también trabajan en la industria hotelera realizando tareas de limpieza, mantenimiento, jardinería y otros trabajos, incluidos servicios turísticos. Muchos inmigrantes haitianos hablan tres idiomas: español, francés e inglés.
Los avances reales en las condiciones de los trabajadores (nacionales y extranjeros, hombres o mujeres, blancos y negros) sólo vendrán de las luchas que libre nuestra clase a través de los sindicatos, no sólo por mejores salarios y condiciones, sino también por servicios de salud financiados por el gobierno, educación y otros beneficios sociales.
El veneno del prejuicio antihaitiano
Los haitianos y los dominicanos de ascendencia haitiana han enfrentado discriminación durante generaciones y la clase dominante dominicana ha utilizado deportaciones masivas y ataques aún más severos para destruir la solidaridad que existe entre los dos pueblos.
Rafael Trujillo, el dictador que gobernó el país con mano de hierro entre 1930 y 1961, promovió la “visión” de una República Dominicana española, católica y de piel clara. Contrapuso esto a los estereotipos raciales que presentan a los haitianos como “inferiores”, cuya piel más oscura, lengua criolla y prácticas religiosas son una amenaza.
En 1937, por orden de Trujillo, el ejército mató a más de 20 mil “haitianos” que vivían en la frontera noroeste junto al río Dajabón.
Para combatir las profundas divisiones fomentadas por las clases dominantes, será necesario construir en la República Dominicana una vanguardia consciente de la clase trabajadora para librar una lucha política contra la opresión nacional como parte de una lucha para tomar el poder de los capitalistas y terratenientes explotadores.