Los gobernantes capitalistas de Estados Unidos declararon triunfalmente el nacimiento de un “nuevo orden mundial” cuando en 1945 surgieron como el mandamás después de la segunda masacre mundial. Dijeron que habían dado otro paso gigantesco cuando se derrumbaron los regímenes estalinistas en la Unión Soviética y Europa Oriental en 1990-91.
Pero ni Washington, ni ninguno de sus rivales, ganaron la Guerra Fría. La guerra de los gobernantes norteamericanos contra Iraq en 1991 demostró que lo que venía no eran décadas de un Siglo Americano, sino conflictos imperialistas cada vez más agudos.
En los años siguientes los gobernantes norteamericanos demostraron ser incapaces de ganar guerras en Iraq, Afganistán y otros lugares. Nuevos y grandes acontecimientos decisivos —la dura competencia de Beijing, la guerra de Moscú contra Ucrania y las consecuencias del pogromo asesino de Hamás contra los judíos en Israel el 7 de octubre— revelan un creciente desorden mundial.
Washington ha demostrado que no puede evitar las crisis económicas ruinosas en el mundo ni los crecientes enfrentamientos con y entre las potencias rivales. Los gobernantes capitalistas tampoco han podido aplastar la resistencia de la clase trabajadora en el país, como lo demuestran las renovadas luchas obreras de hoy.
Washington se está rearmando para las guerras venideras. Las familias capitalistas estadounidenses están fortaleciendo sus fuerzas militares y alianzas con los gobernantes de Japón y Australia para contrarrestar a Beijing y tratar de defender la supremacía de Washington en el Pacífico, que surgió de su sangrienta victoria en la Segunda Guerra Mundial.
Durante décadas los gobernantes norteamericanos han desplegado decenas de miles de tropas, buques de guerra y aviones de combate en todo el Medio Oriente. Todo lo que Washington hace allí es para proteger sus propios intereses imperialistas. Eso incluye presionar a Israel a que termine su guerra contra Hamás sin una victoria. Lo que permitiría que el grupo reaccionario y sus patrocinadores en Teherán lleven a cabo más masacres de judíos.
Las potencias capitalistas a través de la región están impulsando sus propios intereses en contra de los de sus rivales, reafirmando lo que el Partido Socialista de los Trabajadores explicó en 1991. “Con la guerra de Washington contra el pueblo iraquí hemos presenciado los cañonazos iniciales de crecientes batallas de clases y conflictos nacionales e interimperialistas”, escribió el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores Jack Barnes en “El ataque de Washington contra Iraq: Los cañonazos iniciales de la tercera guerra mundial”.
“Lo que está lejos de ser inevitable es que estas batallas culminen en una tercera guerra mundial”, dijo Barnes. “Eso dependerá del resultado de las batallas de clases en los años venideros. En el curso de estas batallas los trabajadores y los agricultores tendremos nuestra oportunidad, la oportunidad de lograr victorias revolucionarias y arrancarles a las clases dominantes imperialistas la capacidad de hacer guerras.
“Tales victorias solo serán posibles si se construyen partidos comunistas proletarios como parte de la dirección revolucionaria internacional de los trabajadores”, dijo Barnes. “Tal partido se puede y debe construir aquí en Estados Unidos”.
“Fue ese el camino por el cual los luchadores que a principios de los años 50 se encaminaron a derrocar a la dictadura de Batista en Cuba, que contaba con el apoyo norteamericano, dirigieron una revolución victoriosa en 1959 y forjaron un Partido Comunista con dirigentes revolucionarios del calibre de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara”, dijo Barnes.
El Partido Socialista de los Trabajadores existe para emular ese ejemplo. Dirigir al pueblo trabajador en Estados Unidos a tomar el poder político y desarmar para siempre a los gobernantes imperialistas abrirá la puerta para poner fin a los horrores de la época imperialista para siempre.