Recientemente el Militante recibió una carta de Javier Perdomo, uno de los millones de trabajadores atrapados en la “maquinaria enorme para moler hombres” que es el sistema de justicia de Estados Unidos. Esa cita es de Ramón Labañino, uno de los cinco revolucionarios cubanos arrestados por el FBI en 1998 bajo cargos amañados por monitorear a grupos contrarrevolucionarios que operan en Florida para cometer ataques contra Cuba.
Perdomo escribió para que le enviaran el semanario socialista a la prisión en Florida en la que se encuentra encarcelado. “Agradezco que halla caído en mis manos una edición del periódico, donde habla sobre el Che, Fidel y la clase trabajadora” escribió, haciendo eco de comentarios que el Militante recibe regularmente de trabajadores que se encuentran tras las rejas.
En su carta también cuenta la historia de sus abuelos, quienes trabajaron en el campo antes de la Revolución Cubana, que en 1959 derrocó la dictadura de Fulgencio Batista y trajo al poder un gobierno de trabajadores y campesinos.
El abuelo de Perdomo, Paulino Perdomo Ramos, fue uno de los 30 trabajadores agrícolas en la finca Ácana en la provincia de Matanzas, a quienes Fidel Castro, un joven abogado en ese entonces, representó en una lucha por salarios que les debían.
“Un día todo amaneció oscuro para mi abuelo y sus compañeros de trabajo, porque los latifundistas abusadores, acostumbrados a vivir del sudor ajeno, de la mentira y el chantaje, cerraron sus arcas y no querían pagarles los cheques de más de seis meses que les debían”, escribió Perdomo en su carta.
Después de muchas denuncias a las autoridades y discusiones con los patrones, el 27 de diciembre de 1952, los trabajadores recibieron la visita de “un abogado de La Habana” ofreciendo su ayuda. “Temimos que aquello fuera una maniobra de los dueños y el arrendatario”, dijo Paulino a su nieto cuando todavía era un niño creciendo en Cuba.
“Lo que quiero es que tú me busques un lugar donde reunir a los trabajadores”, dijo Castro al abuelo. “Ya estuve en el sindicato y me negaron el local, y he hecho varias gestiones en la municipalidad pero ellos también se reúsan”, Castro dijo a Paulino.
Una descripción del intercambio está incluida en el libro Fidel Castro: De Birán a Cinco Palmas, publicado en 1997 por Verde Olivo, la casa editorial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.
“Él andaba en una máquina toda vieja, que incluso le faltaba una puerta”, dice un relato de Paulino Perdomo citado en el libro. Cuatro días después, “con Fidel presente, estábamos cobrando los cheques”. Los trabajadores trataron de darle unos cuantos pesos para la gasolina, en agradecimiento pero no aceptó: “Nos había dicho que él no cobraría ni un centavo”.
‘No hay revolución sin lucha’
La intervención de Castro a favor de los trabajadores de la finca Ácana ocurrió a la misma vez que estaba seleccionando a los 160 combatientes que seis meses después —el 26 de julio de 1953— lanzaron el asalto insurrecional contra los cuarteles Moncada en Santiago de Cuba y Céspedes en Bayamo. La acción marcó el inicio de la lucha revolucionaria contra la dictadura de Batista.
Mucho antes del ataque al cuartel Moncada Castro estaba convencido que una transformación revolucionaria en Cuba solo sería posible a través de la masiva participación del pueblo trabajador.
“Yo no sabía su posición política”, dice Paulino, “Nosotros no lo habíamos visto ni en sombra”. Después que recibimos nuestro pago nos dijo que “si algún día llegara a triunfar mi programa” él iba a hacer una reforma agraria. “Figúrese, en aquel tiempo… ¿quién podía pensar que eso sería una cosa en serio?”
“Seguimos reuniéndonos en la casa para expresar el odio latente por los latifundistas abusadores y por un cambio a favor de la clase trabajadora”, Paulino le dijo a su nieto.
Javier conoció sobre esta experiencia entre el dirigente revolucionario cubano y su abuelo un día cuando fueron a pescar.
“Más de veinte minutos habían pasado desde que mi abuelo había tirado sus anzuelos, y yo esperaba a ver si él cogía algo para tirar los míos”, escribió Javier.
“¿Por qué no tiras tus anzuelos al agua?” le preguntó Paulino.
“Porque tus flotadores ni se mueven y esto me está aburriendo”, dijo el joven Perdomo.
“Si Fidel se hubiese aburrido cuando el Moncada y hubiese esperado que otros hicieran la revolución todavía estuviésemos en el capitalismo”, le respondió el abuelo. “No hay revolución que sin luchar triunfe, como no hay anzuelo que fuera del agua pesque”.