En una de las más grandes protestas laborales que han tenido lugar en Israel en los últimos años, miles de trabajadores se unieron a una huelga general de cuatro horas el 17 de diciembre en solidaridad con más de 1 500 trabajadores de Teva Pharmaceutical que están luchando contra cesantías y cierres de fábricas. Teva, la compañía de medicamentos genéricos más grande del mundo y una de las empresas más grandes de Israel, anunció planes para despedir al 25 por ciento de sus trabajadores el 14 de diciembre, incluyendo a 1 750 de sus 6 500 trabajadores en Israel.
En Jerusalén, los trabajadores se atrincheraron dentro de una fábrica de Teva y no permitieron que los supervisores salieran. Todas las 11 fábricas e instalaciones de investigación de Teva se declararon en huelga el 19 de diciembre.
“Los despidos son un gran golpe a los trabajadores en Israel”, dijo Eliran Koznik, obrero y líder sindical del Histadrut en la fábrica de Teva en Kfar Saba, en las afueras de Tel Aviv, el 18 de diciembre en una entrevista telefónica. “Mucha gente creía que si trabajaba para Teva, tendría seguridad financiera hasta que obtuviera sus pensiones. Ya no es así”.
“Los trabajadores en Teva son gente de todo tipo, judíos, ciudadanos árabes de Israel, inmigrantes de Rusia y Etiopía. Y es mitad mujeres, mitad hombres”, dijo. “Los trabajadores no son el problema. Los trabajadores son la solución”.
Aunque Teva produce decenas de medicamentos genéricos, el producto más rentable es Copaxone, un medicamento patentado para tratar la esclerosis múltiple. Pero esa patente expiró y Teva se enfrenta a una mayor competencia.
En un intento de aumentar su ventaja contra las compañías farmacéuticas rivales, el año pasado Teva compró Activis, una compañía de genéricos con sede en el Reino Unido, endeudándose con 35 mil millones de dólares justo cuando estaban cayendo los precios de muchos medicamentos genéricos.
Durante la última década, el gobierno Israelí otorgó a la compañía unos 6 200 millones de dólares en exenciones impositivas y subsidios. Eso, junto con los ostentosos beneficios para los altos ejecutivos, irrita a muchos de los trabajadores.
“Recientemente, todos los directivos recibieron grandes bonos”, dijo Koznik. “¿Por qué tenemos los trabajadores que pagar por una mala administración?”
Los trabajadores de Teva se enteraron de los recortes y los cierres a través de los medios, no de la compañía. “Fue una sorpresa para los trabajadores”, dijo Koznik. “Queremos que Teva negocie con nosotros”.
La composición de la fuerza de trabajo en Teva no es inusual en Israel. El desarrollo de la industria y el creciente número de árabes, judíos, inmigrantes y otros trabajadores que trabajan lado a lado han abierto la puerta a la profundización de la lucha de clases a medida que la crisis actual del capitalismo continúa desarrollándose.
Un artículo del 15 de diciembre de Matti Friedman, corresponsal en Jerusalén del Globe and Mail de Toronto, describió una parte de las relaciones cambiantes entre los judíos y los árabes.
Friedman señala que después del anuncio del presidente Donald Trump el 6 de diciembre de que Washington reconocería oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel y que eventualmente trasladaría su embajada allí, los dirigentes árabes convocaron un ‘día de la ira’ y un coro de observadores occidentales predijo una explosión”.
Pero eso no fue lo que sucedió. Los manifestantes que se presentaron en la Puerta de Damasco en la Ciudad Vieja de Jerusalén, cerca de muchos de los lugares históricos religiosos de la ciudad, “fueron superados en número por los periodistas”, dijo Friedman. “No hubo celebraciones masivas espontáneas por el lado judío ni disturbios masivos por el lado árabe. La semana pasada ha sido bastante normal”.
Árabes, judíos trabajan codo a codo
“Casi la mitad de los trabajadores árabes de la ciudad trabajan actualmente en áreas judías”, dijo. “Los salarios en los hogares palestinos provienen principalmente de los empleadores israelíes”, así que los palestinos y los judíos en Israel “están cada vez más entrelazados, y todos tienen más que perder si las cosas se desmoronan”.
Friedman dice que para entender Jerusalén hoy hay que visitar la zona industrial Talpiot de la ciudad. Él describe su visita a un gran supermercado en la calle Ha’Oman. “Esta es un área israelí, pero de los más de 50 trabajadores que conté entre los pasillos de productos agrícolas y cereales, al menos dos tercios eran palestinos”, dijo. Vio a un cajero judío que servía a tres mujeres musulmanas.
Luego, “en un SuperPharm cercano, la escena era similar: una farmacéutica árabe que atendía a una judía con una receta médica, un cajero judío y dos árabes almacenando las estanterías”, escribió Friedman.
“Hace diez años, habría sido extraordinario ver a los clientes o vendedores palestinos en una parte judía de la ciudad, pero hoy lo notable es lo poco notable que se ha vuelto”, dijo.