Washington continúa aumentando la presión económica y financiera con la esperanza de derribar al gobierno del presidente Nicolás Maduro en Venezuela.
En un discurso el 18 de febrero en Miami, donde vive el mayor número de emigrantes venezolanos en Estados Unidos, el presidente Donald Trump instó a los altos mandos militares venezolanos a romper con Maduro y unirse a la oposición encabezada por el autoproclamado presidente Juan Guaidó. Si no lo hacen, dijo, “no encontrarán puerto seguro, ni una salida fácil, ni una forma de escapar. Lo perderán todo”.
El gobierno de Maduro ha mantenido un curso que empuja a los trabajadores afuera de la política y los desmoraliza. Por eso, en medio de la crisis económica y social capitalista, los gobernantes imperialistas en Washington se sienten hoy en una posición más fuerte para presionar por la caída de Maduro.
El 28 de enero, el gobierno de Estados Unidos congeló las cuentas bancarias del gobierno venezolano y su compañía petrolera estatal PDVSA. También bloqueó la venta de materias primas necesarias para procesar petróleo en Venezuela.
El pueblo trabajador debe oponerse a la interferencia de Washington en la soberanía de Venezuela y exigir, ¡Washington, manos fuera de Venezuela!
La crisis económica, social y política de Venezuela es consecuencia del curso político seguido por el gobierno de Hugo Chávez que llegó al poder en 1998, un curso que Maduro continuó desde la muerte de Chavéz en 2013.
Chávez, un oficial militar, fue electo presidente en 1998 en medio de un levantamiento de la clase trabajadora. Chávez llamó a su curso político la Revolución Bolivariana y, a veces, el Socialismo del Siglo XXI, y explicó que era marcadamente diferente del curso de la Revolución Cubana, en la cual, Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio llevaron a los trabajadores y agricultores a tomar el poder político. En cambio, Chávez y Maduro utilizaron los ingresos de las ventas de petróleo para financiar programas de bienestar que fomentaron la dependencia de los trabajadores e intentaron “administrar” la economía capitalista. Esta desviación de un rumbo hacia la toma del poder comenzó el proceso de desmovilización de los trabajadores venezolanos.
En Cuba, el liderazgo comunista de la revolución dirigido por Castro alentó el control obrero y llevó a cabo una profunda reforma agraria que garantizó que los campesinos pudieran trabajar su propia tierra, transformando a los trabajadores y agricultores de la isla en dueños de su propio destino y abriendo una revolución socialista. En Venezuela la producción y la tierra quedan en manos de la clase capitalista.
Ostensiblemente para aumentar la producción y facilitar la importación de materiales necesarios, Chávez estableció un sistema en el que los capitalistas podían comprar dólares a una tasa más baja que en el mercado “libre”. Los capitalistas más aliados al gobierno ganaron una fortuna en un ciclo interminable de comprar dólares a bajo precio y luego revenderlos en el mercado negro.
El gobierno y la burocracia militar se multiplicaron. La industria petrolera estatal fue saqueada por patrones y burócratas, mientras que algunas de las ganancias se usaron para financiar los programas de bienestar del gobierno. Cuando el precio del petróleo era alto, esto ocultó las contradicciones subyacentes.
Pero cuando el precio del petróleo se desplomó, el gobierno trató de seguir financiando sus programas de bienestar esencialmente imprimiendo dinero para compensar el déficit, lo que desató una inflación fuera de control. Los productos subsidiados por el gobierno se hicieron más escasos. Los trabajadores que buscan necesidades terminan haciendo filas por horas con la esperanza de encontrar algo.
La crisis resultante y la despolitización de los trabajadores han abierto las puertas a Guaidó y a la mayor interferencia de Washington.
Lo que Washington más odia de los gobiernos de Chávez y Maduro fueron los lazos amistosos entre sus gobiernos y la Revolución Cubana. Decenas de miles de voluntarios internacionalistas de Cuba han pasado más de 20 años en Venezuela, atendiendo clínicas médicas, incluso en las áreas más aisladas, participando en campañas de alfabetización y ayudando a entrenar al ejército. Y el gobierno venezolano envió petróleo a Cuba a precios bajos.
Maduro dice que no hay crisis
A pesar de las condiciones que han llevado a que más de 3 millones de personas huyan del país, Maduro ha negado repetidamente que haya una crisis.
En una carta abierta al pueblo de Estados Unidos del 7 de febrero, Maduro afirmó que el gobierno de Estados Unidos está “librando un ataque militar contra Venezuela bajo el pretexto de una crisis humanitaria que no existe”.
Negar la existencia de la crisis le da un control a las maniobras cínicas del gobierno de Estados Unidos y de Guaidó, quienes derramaron lágrimas de cocodrilo sobre el sufrimiento del pueblo de Venezuela para presentarse como luchadores por la ayuda humanitaria.
La oposición y Washington han dicho que, para ayudar a los venezolanos, tienen la intención de entregar un convoy de ayuda al país el 23 de febrero. Maduro dice que no es necesario y que no se permitirá.
Según el Wall Street Journal, tres aviones militares de carga de Estados Unidos llevaron suministros a la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta el 16 de febrero. Dicen que enviarán unos pocos cientos de toneladas, lo que no ayudará para nada a resolver la crisis.
Los gobernantes de Estados Unidos están utilizando la crisis en Venezuela para calumniar a la Revolución Cubana. En su discurso del 18 de febrero en Miami, el presidente Trump llamó a Maduro “un títere cubano”. Washington y Guaidó han estado promoviendo mentiras descaradas de que los asesores cubanos en el ejército están dirigiendo la tortura y la represión contra los opositores de Maduro.
Los acontecimientos en Venezuela son peligrosos para los trabajadores allí y para la Revolución Cubana. El único camino a seguir es que los trabajadores y los agricultores se organicen y sigan el ejemplo de Cuba, tomen el poder político en sus propias manos y derroquen la explotación y la opresión capitalistas.