A continuación presentamos dos extractos que dan una vista sobre el gobierno de trabajadores y agricultores que surgió de la revolución en Argelia que en 1962 derrocó al gobierno colonial francés, el impacto que tuvo en Francia y Estados Unidos, y la colaboración hombro con hombro de sus dirigentes con la revolución cubana. El primero es un extracto de “Sobre el carácter del gobierno argelino”, una resolución escrita en 1964 por Joseph Hansen, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores. El segundo es de Mary-Alice Waters, dirigente del PST, “La revolución cubana no estaba sola”, del libro Cuba y la revolución norteamericana que viene del secretario nacional del PST Jack Barnes. Este último es copyright © 2001 por Pathfinder Press. Reproducido con autorización.
Un aparato de estado esencialmente burgués le fue legado a Argelia. Una crisis en el liderazgo del FLN (Frente de Liberación Nacional) llegó a su punto culminante el 1 de julio de 1962, y terminó después de unos días en el establecimiento de lo que de facto era un gobierno de coalición en el que Ferhat Abbas y [Ahmed] Ben Bella representaban las dos alas opuestas del neocolonialismo y la revolución popular. La lucha entre estas dos tendencias dentro de la coalición terminó con el refuerzo del ala de Ben Bella, la promulgación de los decretos de marzo de 1963 y la destitución sucesiva de [Mohammed] Khider, Ferhat Abbas y otros líderes burgueses, aunque algunos elementos derechistas aún permanecían en el gobierno. Estos cambios registraron el final de la coalición y el establecimiento de un gobierno de trabajadores y campesinos.
Como es característico de un gobierno de trabajadores y campesinos de este tipo, el gobierno de Argelia no ha seguido un curso consistente. Su trayectoria general, sin embargo, ha estado en oposición al imperialismo, a la vieja estructura colonial, al neocolonialismo y al burocratismo. Ha reaccionado con firmeza ante las iniciativas de los aspirantes a la nueva burguesía, incluida la contrarrevolución armada. Sus metas subjetivas han sido repetidamente declaradas como la construcción del socialismo. Al mismo tiempo, su conciencia está limitada por su falta de formación y antecedentes marxistas.
La pregunta que queda por responder es si este gobierno puede establecer un estado obrero. El movimiento en este sentido es evidente y tiene muchas semejanzas con el modelo cubano. Ya se ha llevado a cabo una profunda reforma agraria, marcada por la nacionalización virtual de las áreas más importantes de tierras cultivables. Se han hecho profundos avances contra las viejas relaciones de propiedad en el sector industrial con el establecimiento de un sector público controlado por el estado. Pero aún no se han emprendido la expropiación de sectores claves como el petróleo y los minerales, los bancos y las compañías de seguros, el establecimiento de un monopolio del comercio exterior y la introducción de medidas eficaces contra las actividades monetarias, financieras y comerciales del imperialismo extranjero.
Entre los signos más alentadores en Argelia se encuentran (1) en la política exterior, el establecimiento de relaciones de amistad con Cuba, Yugoslavia, China, la Unión Soviética y otros estados obreros con la posibilidad de que esto abra el camino para asistencias sustanciales de estas fuentes; (2) la actitud activa del gobierno hacia el desarrollo de la revolución colonial en áreas como Angola y Sudáfrica; (3) dentro de Argelia el establecimiento de la institución de la “autogestión”. La “autogestión”, con su ya demostrada importancia para el desarrollo de una democracia de los trabajadores y campesinos, ofrece la apertura más grande para el establecimiento de las instituciones de un estado obrero. …
La formación de un gobierno de trabajadores y campesinos en Argelia es una prueba concreta de la profundidad del proceso revolucionario que se está produciendo allí. Es de importancia histórica no solo para Argelia y el norte de África, sino para todo el continente africano y el resto del mundo.
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Unos meses después de Bahía de Cochinos, salí rumbo a Francia, en un programa para estudiar el penúltimo año universitario en el exterior. La lucha independentista argelina, por la cual cerca de un millón de argelinos habían pagado con sangre, se aproximaba rápidamente a la victoria. La gran representación cinematográfica de esta lucha, La batalla de Argel, permite apreciar la valentía y resolución del pueblo argelino, así como la incalculable brutalidad de las fuerzas imperialistas francesas. Nadie se la debe perder.
En el otoño de 1961 y la primavera de 1962, París parecía una ciudad sitiada. Tras una intentona golpista, la Organización del Ejército Secreto (OAS), una agrupación fascista clandestina basada en el cuerpo de oficiales del ejército francés, había desatado en la capital una campaña de atentados dinamiteros y asesinatos con el fin de derrocar al gobierno francés antes que éste aceptara la derrota y otorgara la independencia argelina. En cada esquina había paracaidistas armados con ametralladoras haciendo guardia las 24 horas al día, y cada noche estallaban explosivos plásticos en buzones y otros sitios públicos por toda la ciudad.
En todas las facultades había una presencia activa de comités antifascistas estudiantiles. Me incorporé a las manifestaciones organizadas con regularidad para desafiar la prohibición de acciones callejeras. Al enfrentarse con la odiada policía especial, la CRS, eran inevitables las lesiones y arrestos. En febrero de 1962, ocho manifestantes murieron pisoteados y asfixiados cuando los que huían de un ataque de la CRS intentaron refugiarse en una estación abandonada del metro, cuya salida estaba cerrada. A los pocos días, más de un millón de personas se volcaron a las calles parisinas para sumarse al cortejo fúnebre rumbo al cementerio Père Lachaise, donde también yacen enterrados los mártires de la Comuna de París.
Aunque habría más bajas, la guerra había terminado. El pueblo de Argelia había triunfado. Pocos meses después se firmaron los acuerdos de Evian, en que se concedió a Argelia su independencia tras más de 130 años de dominio colonial francés. Al poco tiempo subió al poder un gobierno de trabajadores y campesinos, encabezado por el dirigente del Frente de Liberación Nacional, Ahmed Ben Bella. . . .
La lucha de liberación en Argelia tuvo un impacto entre capas de jóvenes y combatientes contra la opresión que fue mucho más allá, por supuesto, de África del norte y Francia. Entre ellos se encontraba Malcolm X. En un mitin del Militant Labor Forum celebrado en mayo de 1964 en Nueva York, Malcolm señaló que aunque apenas unos años antes Ben Bella había estado preso en las cárceles del imperialismo francés, “hoy tienen que negociar con él, porque él sabía que lo que sí tenía a su favor eran la verdad y el tiempo. El tiempo está a favor de los oprimidos hoy día, está contra el opresor. La verdad está a favor de los oprimidos hoy día, está contra el opresor”. En los dos viajes que realizó en 1964 por África y el Medio Oriente, Malcolm fue a Argelia para reunirse con sus compañeros revolucionarios.
Entre las revoluciones argelina y cubana existían fuertes vínculos. En los años inmediatamente después de lograr su independencia de Francia hubo una estrecha y creciente colaboración entre La Habana y Argel para ayudar a luchas antiimperialistas desde el Congo hasta Argentina y la Sudáfrica del apartheid, y para derrotar los intentos del imperialismo de derrocar las propias revoluciones argelina y cubana. . . .
La primera misión internacionalista en gran escala de voluntarios cubanos fue el envío de tanques y una columna de soldados al mando de Efigenio Ameijeiras, jefe del batallón de la Policía Nacional Revolucionaria que con tanta tenacidad había luchado en Playa Girón. Fueron a Argelia en octubre de 1963 para ayudar al gobierno revolucionario a rechazar una invasión de fuerzas marroquíes respaldada por Washington.
Al ser derrocado, en junio de 1965, el gobierno de trabajadores y campesinos dirigido por Ben Bella, al ser derrotadas las fuerzas antiimperialistas en el Congo posteriormente ese mismo año, y al retirarse del Congo los voluntarios internacionalistas cubanos encabezados por Che Guevara, llegó a su fin la época de ese tipo de colaboración revolucionaria estrecha entre La Habana y Argel.