Los demócratas, los medios de comunicación liberales y la izquierda de clase media dicen que hay una alza en los “crímenes de odio” en Estados Unidos. Esto, lo cual no es cierto, lo basan en su convicción de que la clase trabajadora se está volviendo más y más intolerable, racista y reaccionaria y que debe ser controlada. Esta línea también es impulsada por la clase dominante, que teme cada vez más a la clase trabajadora y a nuestra capacidad de luchar contra sus ataques a nuestros niveles de vida, como lo han hecho en Francia las protestas de los chalecos amarillos.
Los liberales y la izquierda también afirman que hay una creciente amenaza fascista alentada por Donald Trump en la Casa Blanca.
Estas acusaciones están siendo utilizadas para propugnar leyes contra la libertad de pensamiento en nombre de combatir un supuesto aumento de los delitos de odio. El New York Times publicó un artículo de opinión el 22 de febrero por Thomas Cullen, fiscal del Distrito Occidental de Virginia, titulado “Las graves amenazas de la supremacía blanca y el fanatismo de extrema derecha: los delitos de odio están aumentando. La policía y los fiscales necesitan mejores herramientas para luchar”.
Los lamentos sobre la “creciente intolerancia” alcanzaron un nuevo tono en la ceremonia de los Oscars de este año. Cuando el cineasta israelí Guy Nattiv recibió un premio, dijo: “Mis abuelos son sobrevivientes del Holocausto. La intolerancia que experimentaron en el Holocausto, la vemos en todas partes hoy día”.
Pero no hay un movimiento fascista significativo hoy en día. Lo que los trabajadores enfrentan en Estados Unidos no se parece en nada a la matanza de 6 millones de judíos por el régimen nazi en Alemania.
El hecho es que debido a sus experiencias en luchas durante décadas —desde el movimiento popular que derrocó la segregación racial de Jim Crow hasta las acciones de los trabajadores para defender a sus compañeros de trabajo y vecinos indocumentados de las redadas de la policía de inmigración— hay menos racismo, menos sentimiento antiinmigrnate y menos odio a los judíos entre los trabajadores que nunca antes.
El odio anti judío es un rasgo permanente del dominio capitalista. Expresarse en su contra cada vez que asoma su horrible cabeza es esencial para promover la unidad entre los trabajadores, esté aumentando o no.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la prensa liberal y otros están tan determinados a dotar de credibilidad sus afirmaciones sobre el “alza de la intolerancia” que se apresuraron a condenar el supuesto ataque racista y homofóbico contra el actor Justin Smollett, quien es negro y homosexual, sin molestarse en comprobar primero los hechos. La prensa repitió ampliamente la afirmación de Smollett de que dos asaltantes le habían atado una soga al cuello y le dijeron: “Este es territorio MAGA [Make America Great Again; Hacer a Estados Unidos Grandioso de Nuevo]”.
Pero las dos personas arrestadas por el ataque le dijeron a la policía de Chicago que Smollett les había pagado para fingir el ataque para incrementar sus intentos para conseguir un aumento salarial. Ahora Smollett enfrenta múltiples cargos por mentir a las autoridades.
Los argumentos de que los “delitos de odio” están “en auge” son utilizados para reforzar el impulso por nuevas leyes y sentencias más severas para los acusados de estos ataques. Esto significa que puede pasar más tiempo en prisión, no por lo que alguien haga, sino por lo que piense. Leyes de control del pensamiento como esta son peligrosas. Los gobernantes siempre terminan usándolas para atacar al pueblo trabajador y los que luchan contra la explotación y la opresión.