“Trump está buscando una pelea con el FBI. Se va a arrepentir”, dice un titular del Washington Post del 1 de febrero. Expresa lo que los dueños de los medios liberales y la izquierda de clase media desean que sea el resultado de las revelaciones de que los demócratas están empleando a su policía política como parte de la “resistencia” contra la presidencia de Donald Trump.
Los trabajadores y el Partido Socialista de los Trabajadores en particular tienen décadas de experiencia con el FBI y sus espías e informantes, utilizados por los gobernantes para socavar cualquier desafío al dominio capitalista.
A veces funcionarios capitalistas rivales emplean los mismos métodos para perseguirse entre ellos. Pero su principal blanco es la clase trabajadora.
El memorando redactado por los miembros republicanos del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes y revelado el 2 de febrero, detalla cómo los dirigentes del FBI, para obtener una orden para espiar la campaña de Donald Trump, se apoyaron en un expediente escrito por un antiguo espía británico, Christopher Steele, que había sido contratado por la campaña de Hillary Clinton para escribirlo.
El antiguo director del FBI James Comey —subsecuentemente despedido por Trump— desempeñó un papel clave en salvar a Clinton por los miles de documentos gubernamentales secretos que puso en su computadora personal.
El memorando describe cómo Comey y el FBI continuaron acosando a Trump, describiendo el papel de otros asociados con los Clinton, incluyendo al ahora jubilado subdirector del FBI Andrew McCabe, al procurador asociado Bruce Ohr y al investigador jefe del FBI Peter Strzok.
Para obtener la orden judicial, el FBI tuvo que presentar una solicitud al tribunal secreto llamado tribunal de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA).
Los tribunales de FISA están organizados para favorecer a la policía, nadie más puede presentar casos ante ellos. En los 33 años desde su creación, los jueces de FISA solo han rechazado 11 de las más de 33 mil solicitudes.
El escándalo de hoy gira en torno al hecho de que el FBI no informó al tribunal de quién obtuvo su información, o sus conexiones con los Clinton. Los liberales dicen que el memorando socava al FBI, al cual alaban como clave para la defensa del estilo de vida estadounidense.
“Creo que crea una crisis constitucional cuando el presidente desconfía del Departamento de Justicia y del FBI”, le dijo a CBS Leon Panetta, el antiguo director de la CIA y agente demócrata durante mucho tiempo.
Los liberales y la izquierda han estado en un frenesí por destituir a Trump desde el momento en que fue elegido, y por lo cual culpan a la estúpida, racista y reaccionaria “deplorable” clase obrera que votó por él.
La reyerta sobre el memorando surge cuando la “resistencia” de los liberales se ha debilitado. Trump ha fortalecido el respaldo de los capitalistas de Estados Unidos durante los últimos meses, después de canalizar a través del Congreso la reducción de impuestos para los intereses adinerados, promover los intereses imperialistas estadounidenses en la conferencia de Davos y proponer un compromiso sobre inmigración.
FBI: policía política de los patrones
La expansión de la policía política de los gobernantes de Estados Unidos comenzó en respuesta a los trabajadores y agricultores que intentaban emular la Revolución de Octubre de 1917 dirigida por los bolcheviques en Rusia. La policía intentó aplastar a las organizaciones comunistas de Estados Unidos fundadas en 1919. Miles fueron deportados y las conferencias de los partidos fueron declaradas ilegales y disueltas.
Washington cambió el nombre de la policía federal al FBI en 1935. En 1940 la administración demócrata de Franklin Roosevelt aprobó la Ley Smith de la “Mordaza”, que prohibió la defensa de ideas revolucionarias.
A medida que los gobernantes se preparaban para entrar en la Segunda Guerra Mundial imperialista, renovaron al FBI para atacar a la oposición. Comenzaron con fabricar casos contra el Partido Socialista de los Trabajadores y otros en la dirección del sindicato Teamsters en Minneapolis, cuya oposición a la guerra imperialista era bien conocida.
Once dirigentes del Partido Comunista fueron procesados y condenados bajo la Ley Smith en 1949. El FBI ayudó a encabezar la caza de brujas anticomunista que marcó los primeros años de la década de 1950.
Las operaciones “Cointelpro” del FBI, lanzadas en la década de 1950, espiaron y socavaron las organizaciones negras que luchaban por derrocar la segregación racista, al movimiento de masas opuesto a la intervención estadounidense en Vietnam, al Partido Socialista de los Trabajadores y a otros activistas políticos.
En 1973 el PST y la Alianza de la Juventud Socialista lanzaron una campaña para exponer el papel del FBI. El partido y la AJS llevaron al FBI a los tribunales por socavar la actividad del partido en el movimiento obrero y las luchas por los derechos de los negros, la liberación de la mujer y contra la guerra imperialista.
Durante la batalla política y legal de 13 años del PST, el FBI tuvo que admitir que entre 1945 y 1966 llevó a cabo 204 “operaciones de bolsa negra” —allanamientos de oficinas del partido— desplegó mil 300 informantes encubiertos y elaboró más de 8 millones de documentos sobre el partido y sus partidarios. En 1986, el PST ganó el caso.
La campaña del PST ayudó a revelar el verdadero propósito clasista del FBI y asestó un golpe a la capacidad del gobierno para emplear a su policía política. Desde entonces los gobernantes han trabajado incansablemente para intentar maquillar al FBI. Como en el pasado, hoy son los liberales los que encabezan el esfuerzo para apuntalar al FBI.