Los precios de las acciones en el mercado bursátil se desplomaron peor que desde la crisis financiera mundial de 2008, lo que refleja la creciente preocupación de los inversionistas capitalistas por la propagación del coronavirus. Estos choques externos resaltan la forma en que la “globalización” de la producción y el comercio internacional han empeorado la crisis capitalista, amenazando con caer en una recesión mundial.
Los gobernantes sauditas, al no llegar a un acuerdo con Moscú para reducir la producción de petróleo ante la débil demanda mundial, incrementaron la producción para saturar el mercado de crudo, reduciendo los precios y asestando golpes tanto a Moscú como a los dueños de la industria del petróleo de esquisto de Estados Unidos.
Los casos confirmados de COVID-19 se han extendido a más de 100 países de todo el mundo, con más de 125 mil casos reportados y más de 4 mil muertes para el 11 de marzo. La mayoría de ellos todavía se encuentran en Wuhan, China, donde comenzó el brote, pero las infecciones fuera de China se triplicaron en la última semana. La mayoría se encuentran en Italia, Irán y Corea del Sur, pero las cifras están creciendo en Estados Unidos y en toda Europa.
Se está desarrollando una crisis social, exacerbada por el funcionamiento del despiadado sistema capitalista que atenta contra la clase trabajadora.
Las únicas medidas que los gobernantes capitalistas conocen para controlar la propagación de la enfermedad son acciones contra los trabajadores: cuarentenas masivas, prohibiciones de viaje, cierres de escuelas y otras restricciones severas, reforzadas por sanciones penales. Para el pueblo trabajador hay un camino diferente basado en la movilización de la población y la solidaridad. La Revolución Cubana es ejemplo de este camino.
Roma impuso una prohibición de viajes en todo el país el 9 de marzo. En los hospitales en el norte de Italia faltan camas para los pacientes. Giorgio Gori, alcalde de Bérgamo, escribió que “los pacientes que no pueden ser tratados quedan abandonados a morir”.
El presidente ruso Vladimir Putin ha prohibido prácticamente todos los eventos públicos por un mes, tanto para evitar protestas contra sus intentos para extender su presidencia hasta 2036 como para impedir la propagación del virus.
Por todo Estados Unidos, los gobernantes capitalistas han estado cerrando hospitales y clínicas en áreas rurales y vecindarios urbanos de la clase trabajadora que según ellos no generan suficientes ganancias.
El gobernador de Nueva York Andrew Cuomo impuso un confinamiento en New Rochelle el 10 de marzo para el que utilizara a la Guardia Nacional.
Los Centros para el Control de Enfermedades dicen que tienen cinco niveles para decidir quién debe recibir tratamiento primero. Primero están las tropas militares desplegadas en el extranjero y los policías del país, así como los banqueros y los patrones de las empresas farmacéuticas. Los trabajadores ordinarios están al fondo.
Contraste con Cuba revolucionaria
En agudo contraste, en Cuba revolucionaria, cada persona que llega por mar o por aire es revisada para detectar signos de la enfermedad y, si es necesario, se realiza un examen médico. La hospitalización u otros tratamientos están listos. Se ha preparado el cuidado especial para los más vulnerables. Nadie queda por su propia cuenta. El gobierno, las organizaciones de masas y los sindicatos están movilizando esfuerzos especiales para mantener informados e involucrados a los trabajadores. El sistema médico en las comunidades está organizado para garantizar que todos reciban atención personal, y todo es gratis.
El complejo portuario de Los Angeles y Long Beach, el más grande de Estados Unidos, ha visto una caída este año de medio millón de contenedores, el 15 por ciento, provenientes del comercio con China, el cual representa la mitad del volumen del complejo. Decenas de miles de empleos, desde trabajadores portuarios hasta camioneros y trabajadores de almacenes, están siendo afectados por la caída de la producción, el comercio y el transporte marítimo.
La precipitación por abastecerse de máscaras y desinfectantes para manos, alimentos y papel higiénico, y más, ha dejado los estantes vacíos y la presión para reabastecerlos está aumentando la aceleración impuesta por los patrones a los trabajadores de tiendas minoristas en todo Estados Unidos.
A pesar de contar con un sistema médico sofisticado con altos niveles científicos y tecnológicos, bajo control capitalista los servicios de “atención médica” en Estados Unidos son motivados por las ganancias para las compañías de seguros, farmacéuticas, hospitalarias y de equipos médicos.
Más de 27.5 millones de personas en Estados Unidos no tienen seguro médico. Casi un tercio de la población fue clasificada como “con seguro insuficiente” en 2018.
Una encuesta nacional realizada el 5 de marzo por el sindicato nacional de enfermeras expuso la carencia en muchos hospitales de planes, procedimientos de aislamiento o instalaciones para un aumento repentino en el número de casos. Hay escasez de equipos de protección personal para el personal médico y pocos han sido capacitados para usar adecuadamente los que hay.
Hay una escasez crítica de equipos de pruebas para determinar si las personas tienen la enfermedad.
Los trabajadores y los agricultores de todo el mundo necesitan encontrar la manera de unirse y organizarse para hacer frente a esta crisis social, que los gobernantes capitalistas imponen con mayor intensidad a la clase trabajadora.