“Todos estamos en el mismo bote” es el coro diario usado por los gobernantes capitalistas en Estados Unidos y en todo el mundo, en su empeño por encubrir el hecho de que vivimos en una sociedad con profundas divisiones de clases y que pretenden sobrevivir a costa nuestra. Quieren que el pueblo trabajador renuncie a la lucha de clases y nos agazapemos, atomizados por el aislamiento impuesto. Dicen que estamos enfrentando una crisis viral, y no una crisis social cuyo origen yace en la curva decreciente del sistema capitalista.
Como parte de esta campaña, un artículo en el New York Times el 3 de abril sostiene que las lecciones de la pandemia de “influenza española” de 1918 a 1919 —un brote mucho más grande y mortal que el de hoy— demuestran que el aislamiento social y el cierre de la economía son esenciales.
El hecho es que en ese entonces los trabajadores de todo el mundo estaban involucrados en batallas de clases masivas en medio de la guerra imperialista y revoluciones proletarias.
Cuando la influenza comenzó a propagarse en la primavera de 1918, la primera guerra mundial imperialista todavía estaba en su apogeo. Los trabajadores se negaron a parar la lucha de clases. Los bolcheviques acababan de llevar a los trabajadores y campesinos en Rusia al poder y estaban repeliendo un ataque de fuerzas contrarrevolucionarias respaldadas por ocho ejércitos imperialistas invasores.
Millones de trabajadores y agricultores en Alemania se alzaron en 1919 tratando de emular la revolución en Rusia. Una ola de huelga se extendió por Estados Unidos, con cientos de miles de trabajadores luchando en las calles, y una huelga general en Seattle.
Esa pandemia comenzó en Estados Unidos, Europa y partes de Asia y se propagó rápidamente por todo el mundo. Una ola altamente contagiosa surgió en el otoño de 1918 y olas sucesivas continuaron hasta principios de 1920. Los cálculos de muertes varían entre 20 y 50 millones de personas, y el número de infectados hasta 500 millones.
En Estados Unidos empezó en agosto en bases militares. Para librar su guerra imperialista, los gobernantes convirtieron a los trabajadores en uniforme no solo en carne de cañón sino también en incubadores del virus. El 40 por ciento de la armada y el 36 por ciento del ejército lo contrajó y se propagó mientras entrenaban y eran desplegados a combatir en el extranjero.
La escasez de trabajadores durante la guerra había forzado a los patrones a dar concesiones que mejoraron los salarios y las condiciones de trabajo. Cuando millones de soldados regresaron a la fuerza laboral, los capitalistas trataron de recuperar lo que habían cedido.
En 1919 los trabajadores respondieron con una ola de huelgas de 4 millones de personas, una quinta parte de la fuerza laboral. Cientos de miles de obreros del acero y mineros del carbón salieron en huelga. Decenas de miles de obreros de la confección estuvieron en huelga 13 semanas.
Seattle fue duramente afectada por la pandemia con unas 1 400 muertes. El gobierno local cerró escuelas, teatros, salones de baile, restaurantes, la mayoría de los espacios públicos y puso todas las bases militares en cuarentena. Esto no impidió que 60 mil sindicalistas paralizaran la ciudad por una semana. Fue la primera huelga general del país.
Eugene V. Debs, un dirigente del Partido Socialista en Estados Unidos, y partidario de la Revolución Bolchevique, denunció la política bélica imperialista norteamericana en una manifestación de mil personas en Canton, Ohio, en junio de 1918. Fue acusado y sentenciado a 10 años de prisión. Debs se postuló como candidato a la presidencia del Partido Socialista en 1920 desde la cárcel.
A lo largo de este período se llevaron a cabo grandes movilizaciones de mujeres para exigir el derecho al voto. Esto se logró con la aprobación de la 19 enmienda a la constitución de Estados Unidos en 1920.
Revolución Bolchevique
Dirigidos por los bolcheviques, los trabajadores, campesinos y soldados formaron soviets —consejos obreros— y tomaron el poder con la Revolución Rusa de octubre de 1917.
Los trabajadores rusos no le dieron la espalda a la lucha de clases por la pandemia ni recurrieron al aislamiento social. Dirigidos por su nuevo gobierno, comenzaron a reorganizar la sociedad en interés de la gran mayoría. Al mismo tiempo, construyeron el Ejército Rojo dirigido por León Trotsky para combatir los ataques contrarrevolucionarios organizados por el Ejército Blanco, respaldado por ocho potencias imperialistas, incluyendo a Washington, que desembarcó tropas en Vladivostok. Unos 2.7 millones de personas murieron en Rusia a causa de la influenza española, incluido Yakov Sverdlov, uno de los dirigentes centrales de los bolcheviques.
A lo largo de 1919, el Ejército Rojo luchó contra las fuerzas de Washington en Siberia, que respaldaban a las tropas contrarrevolucionarias del almirante ruso Alexander Kolchak. Kolchak y las fuerzas norteamericanas fueron derrotadas por la revolución y Washington retiró sus tropas en enero de 1920.
Uno de los factores que llevaron a su derrota fue una huelga de estibadores en Seattle en el otoño de 1919 que evitó que el gobierno norteamericano cargara armas y municiones para Kolchak.
La lección es que no “estamos todos en el mismo bote”. La clase obrera necesita prepararse para defenderse.