La Revolución Cubana: ejemplo para nosotros hoy

Liberación negra, defensa del debido proceso, cómo policía y cortes sirven a los capitalistas

7 de junio de 2021
Fidel Castro (izq.) habla en Colón, Cuba, 7 de enero de 1959, durante Caravana de la Libertad, rumbo a La Habana, tras ser derrocado el dictador Fulgencio Batista. La revolución socialista cubana, junto con la lucha contra la segregación racial Jim Crow, nos ayudó a “comprender la transformación revolucionaria que nosotros mismos necesitaríamos para derrotar a los gobernantes capitalistas”, dijo Mary-Alice Waters el 24 de abril en la conferencia del Medio Oeste del Partido Socialista de los Trabajadores.
AP Photo/Harold ValentineFidel Castro (izq.) habla en Colón, Cuba, 7 de enero de 1959, durante Caravana de la Libertad, rumbo a La Habana, tras ser derrocado el dictador Fulgencio Batista. La revolución socialista cubana, junto con la lucha contra la segregación racial Jim Crow, nos ayudó a “comprender la transformación revolucionaria que nosotros mismos necesitaríamos para derrotar a los gobernantes capitalistas”, dijo Mary-Alice Waters el 24 de abril en la conferencia del Medio Oeste del Partido Socialista de los Trabajadores.

“Cuba y la revolución norteamericana que viene: Aniversario 60 de dos victorias históricas de la Revolución Cubana y su importancia para forjar un partido revolucionario en Estados Unidos, entonces y ahora” fue el título de la presentación que dio Mary-Alice Waters  el 24 de abril en Chicago. Fue la oradora principal en una conferencia del Partido Socialista de los Trabajadores en la región del Medio Oeste. Waters es miembro del Comité Nacional del PST. (Ver artículo en el Militante del 17 de mayo).

Waters se enfocó en cómo Fidel Castro, Che Guevara y otros líderes de la Revolución Cubana dirigieron a los trabajadores y agricultores de Cuba para tomar el poder político, movilizarse con miras a tomar medidas más y más profundas contra la explotación y las relaciones de propiedad capitalistas, reconocer el carácter socialista de sus logros y la política marxista de su liderazgo, y transformarse así. A través de estas movilizaciones proletarias de masas, el pueblo trabajador cubano llevó a cabo la primera, y hasta el momento la única, revolución socialista en América.

Ella describió el impacto de esa poderosa revolución en jóvenes de inclinación revolucionaria en Estados Unidos que participaban en la creciente batalla proletaria de masas encabezada por negros para derrocar el sistema Jim Crow de segregación racial, y cómo esto ayudó a convencerlos a incorporarse y construir el Partido Socialista de los Trabajadores.

A continuación reproducimos las palabras finales de Waters. Se concentran en las lecciones que los militantes proletarios y jóvenes en Estados Unidos pueden aprender del ejemplo de los hombres y mujeres que hicieron y han defendido la revolución socialista cubana durante más de 60 años frente a los incansables intentos de Washington de aplastarlos.

POR MARY-ALICE WATERS

Hoy hace 60 años, los trabajadores, agricultores y jóvenes cubanos avanzaban en su revolución socialista y se iban transformando hora tras hora. Eso es lo que se demostró con su victoria contra la invasión mercenaria organizada por Washington en Bahía de Cochinos en abril de 1961, y con la campaña proletaria de masas ese mismo año que en menos de 12 meses alfabetizó a un millón y medio de adultos de todas las edades.

Al mismo tiempo, aquí en Estados Unidos se abría una nueva etapa en la batalla para derribar el sistema tipo apartheid de segregación racial en el Sur, conocido como Jim Crow, con sus extensiones y consecuencias para las relaciones sociales por todo Estados Unidos.

A partir de la victoria del boicot de autobuses en Montgomery, Alabama, en 1955-56, la nueva ola abarcó las sentadas en las cafeterías de Woolworth y otras tiendas en el Sur que comenzaron en 1960, lideradas por estudiantes negros; los plantones y líneas de piquetes estudiantiles en el Norte;  los Viajes por la Libertad en 1961 para eliminar la segregación racial en los buses interestatales; el Verano por la Libertad en Mississippi en 1964;  la marcha de Selma a Montgomery en 1965; la voz cada vez más clara, revolucionaria e internacionalista de Malcolm X; y mucho más.

En el Sur fue una batalla brutal y mortal. Cuando supimos que contrarrevolucionarios respaldados por Washington en Cuba habían torturado y asesinado al brigadista de alfabetización Conrado Benítez, nos identificamos de inmediato con él. Lo mismo enfrentaban los luchadores por los derechos civiles aquí.

La poderosa Revolución Cubana iba avanzando, junto con la creciente lucha para derrocar a Jim Crow, nos ayudó a comprender mejor que nada hasta dónde podían llegar los gobernantes capitalistas para mantener su poder y su propiedad. Ante todo, comenzamos a comprender la propia transformación revolucionaria que nosotros mismos necesitaríamos para derrotarlos.

En la Revolución Cubana vimos el tipo de partido proletario revolucionario y disciplinado que es necesario forjar. Los cuadros del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra y la sierra del Escambray, los de la clandestinidad urbana del Movimiento 26 de Julio y los que tomaron la ciudad de Santa Clara se convirtieron en nuestros héroes.

Buscamos a los que aquí en Estados Unidos seguían la misma trayectoria. Y los encontramos en los cuadros del Partido Socialista de los Trabajadores, los dirigentes comunistas veteranos que se remontaban a los días de la Revolución Rusa y la fundación del movimiento comunista aquí. Nos incorporamos, y aprendimos de sus años de experiencia en la lucha de clases.

El movimiento proletario que derribó a Jim Crow no avanzó recurriendo al victimismo. Parafraseando a Malcolm X, estos hombres y mujeres estaban descubriendo su humanidad, su propio valor. Estaban descubriendo su poder.

Obreros de saneamiento en huelga marchan en Memphis en 1968, mostrando el valor, disciplina y dignidad que fueron la esencia proletaria de la batalla contra la segregación Jim Crow. “Esa batalla sigue siendo un ejemplo para nosotros hoy, cuando estalla la ira acumulada tras décadas de brutalidad y asesinatos por la policía”, dijo Waters.
Obreros de saneamiento en huelga marchan en Memphis en 1968, mostrando el valor, disciplina y dignidad que fueron la esencia proletaria de la batalla contra la segregación Jim Crow. “Esa batalla sigue siendo un ejemplo para nosotros hoy, cuando estalla la ira acumulada tras décadas de brutalidad y asesinatos por la policía”, dijo Waters.

A mi parecer, nada capta esto más vivamente que las fotos de los trabajadores de saneamiento en huelga en Memphis en 1968, marchando con disciplina, valor y dignidad, y llevando carteles que proclamaban: “Soy un hombre”.

Esas fotos expresan el corazón proletario de la batalla contra Jim Crow. Las fuerzas de clase que eran su columna vertebral.

Esa batalla sigue siendo un ejemplo para nosotros hoy, cuando vemos estallar la ira acumulada a través de décadas de brutalidad y asesinatos por parte de la policía.

Para los que apenas comenzábamos a adquirir una conciencia de clase proletaria en aquellos primeros años de los 60, era evidente que el origen de la reacción y el racismo no era el atraso de los “trabajadores blancos”. Jim Crow era un engendro creado y fomentado por la clase gobernante capitalista. Y la clase trabajadora, negra y blanca, estaba siendo transformada por la revolución social que se desarrollaba en contra de la segregación. Más y más trabajadores, de todos los colores de la piel, enfrentaban a los mismos patrones, tenían empleos en los mismos sitios, batallaban hombro a hombro en las mismas luchas sindicales y en sus centros de trabajo.

Era la misma lección que estábamos aprendiendo de nuestros compañeros cubanos. Y durante más de seis décadas, ese ejemplo de la Revolución Cubana ha seguido enriqueciendo nuestra comprensión del camino de clase que necesitan la clase trabajadora y nuestros aliados aquí.

Quiero dar dos ejemplos que son pertinentes a las luchas sociales en las que todos estamos envueltos hoy día.

‘Sistémico’, sí. ¿Pero qué sistema?

“Racismo sistémico” es un término muy barajado actualmente por liberales y muchos que se consideran “progresistas” en Estados Unidos. Para muchos es una clave, otra forma de decir que el enemigo es “la gente blanca” o, más vagamente, “la supremacía blanca”. A menudo se maneja con mucha ponzoña, para arremeter contra los “trabajadores blancos”. Se ha convertido en un franco ataque contra la solidaridad de clase.

Protesta en Minneapolis, 28 de mayo de 2020, una de miles en ciudades y pueblos tras muerte de George Floyd a manos de la policía tres días antes.
Militante/Bill ScheerProtesta en Minneapolis, 28 de mayo de 2020, una de miles en ciudades y pueblos tras muerte de George Floyd a manos de la policía tres días antes.

Pero hay que preguntarse: “¿Existe racismo sistémico en Estados Unidos?”

La única respuesta posible es: “Por supuesto que sí”. Pero el sistema es el capitalismo. No las personas de piel clara. No lo que se presenta como actitudes profundamente arraigadas de supremacía blanca.

El capitalismo no puede existir sin enfrentar a los trabajadores entre sí. No puede existir sin fomentar divisiones para debilitar nuestra capacidad colectiva de limitar la explotación de nuestra fuerza de trabajo por los patrones, de limitar sus intentos de apropiarse de una mayor tajada del valor que producimos.

Esto es lo que el movimiento comunista ha explicado y divulgado durante 175 años. El racismo, como la opresión de la mujer, el saqueo destructivo de la naturaleza y las guerras imperialistas, no será erradicado mientras exista el capitalismo.

Es más, hará falta una poderosa batalla, conscientemente dirigida, para eliminar el legado de toda la opresión y degradación capitalista cuando la clase trabajadora tome el poder de manos de la clase propietaria gobernante.

El único camino para erradicar el racismo sistémico consiste en aumentar la unidad obrera, la lucha de clases, la conciencia de clase, que más y más se convierte en conciencia comunista: una comprensión del poder y la propiedad capitalistas.

Si no sabemos de dónde viene el “racismo sistémico”, no podremos explicar los profundos avances que se han hecho en Cuba durante los últimos 60 años en la lucha contra el racismo.

Al mismo tiempo, hay una gran diferencia entre Cuba y Estados Unidos que debemos tener en cuenta.

Los africano-americanos no son simplemente una minoría étnica o racial. Son una nacionalidad oprimida, lo cual se refleja en estadísticas de salud, educación, empleo, vivienda y mortalidad materna e infantil, entre otras cosas. Esta nacionalidad no fue creada por la esclavitud. Se forjó durante décadas de lucha contra la sangrienta contrarrevolución que hizo retroceder los logros conquistados por las masas del pueblo trabajador, tanto negros como caucásicos, durante la Reconstrucción Radical en la década tras la Guerra Civil y la abolición de la esclavitud.

El sistema que conocimos como Jim Crow nació a raíz de la sangrienta derrota de la Reconstrucción Radical en todo el territorio antes gobernado por la esclavocracia.

Esta derrota a fines del siglo XIX fue la más grande jamás sufrida por la clase trabajadora en Estados Unidos, y aún estamos viviendo con sus consecuencias. La nacionalidad africano-americana se forjó en la lucha contra estas condiciones que les fueron impuestas.

Según lo explicó el secretario nacional del PST, Jack Barnes, en Malcolm X, la liberación de los negros y el camino al poder obrero, es una orgullosa historia de lucha. De hecho, un “historial asombroso”.

Pero la historia de la lucha de clases en Cuba es diferente. Nunca vivieron la experiencia de la Guerra Civil estadounidense, las conquistas de la Reconstrucción Radical, su derrota y luego las décadas de Jim Crow.

En Cuba, la batalla por emanciparse de la esclavitud estuvo entrelazada desde el principio con las décadas de guerra independentista contra la corona española. Esas batallas gemelas contra el dominio colonial español y la clase hacendada esclavista unieron a dirigentes que habían sido dueños de esclavos, como Carlos Manuel de Céspedes, y a esclavos emancipados y trabajadores chinos en servidumbre que se habían fugado. Juntos fueron la columna vertebral del ejército “mambí”.

Elementos del sistema Jim Crow fueron llevados a Cuba por la potencia imperialista norteamericana en ascenso cuando Washington impuso su dominio sobre Cuba en la primera mitad del siglo XX. Pero fue un pálido reflejo de la violencia y el terror de Jim Crow que reinó en Estados Unidos durante décadas: lo más parecido al fascismo que jamás ha existido en este continente.

¿Persisten en Cuba los prejuicios y la discriminación por el color de la piel? Sí, por supuesto que sí. Queda trabajo por hacer y los revolucionarios cubanos son los primeros en reconocerlo. Pero a diferencia de Estados Unidos, los cubanos de piel oscura no son una nacionalidad oprimida.

Cuando el presidente cubano Fidel Castro dijo en 1975 ante una multitud de cientos de miles que “la sangre de África corre abundante por nuestras venas”, no hablaba de una minoría. Se dirigía a la gran mayoría de los cubanos, orgullosos de su historia, su sangre africana y su cultura.

Es una diferencia que la mayoría de los visitantes norteamericanos a Cuba no comprenden. Va en contra de la “historia” tergiversada que más y más se enseña  en las escuelas estadounidenses bajo el signo de lo que se llama “teoría” crítica de raza.

Los que llegan a Cuba desde Estados Unidos para participar en diferentes brigadas, para el Primero de Mayo u otros eventos, a menudo llegan con la noción arrogante de que tienen algo que enseñar a sus anfitriones cubanos sobre el racismo y lo que se debe hacer al respecto en Cuba.

Cuando los cubanos de todos los tonos de piel explican pacientemente, “Nuestra historia es diferente”, muchos de estos visitantes simplemente no lo entienden o conscientemente rechazan lo que les dicen. Lo consideran ignorancia, en el mejor de los casos, o un encubrimiento descarado, en el peor de los casos. Trastoca todo lo que les han enseñado, o a menudo todo lo que ellos han estado promoviendo, sobre el pecado original de la blancura.

Debido proceso: conquista obrera

Hay un segundo ejemplo de lecciones de la lucha de clases que hemos aprendido —y seguimos aprendiendo— gracias a la postura política y moral de la Revolución Cubana. Es un ejemplo que nos da lecciones al considerar el juicio contra Derek Chauvin, el ex policía de Minneapolis que fue declarado culpable el 20 de abril de asesinar a George Floyd.

Era evidente desde el primer día del juicio que la clase gobernante ya había decidido que tenía que hacer lo necesario para asegurar que Chauvin fuera condenado. En general los policías, del color de la piel que sea, no son declarados culpables de matar o maltratar a trabajadores. Todos sabemos eso. Pero en este caso, los gobernantes de Estados Unidos, en su gran mayoría, habían decidido que una condena era el menor de los males.

Mary-Alice Waters, miembro del Comité Nacional del PST, habla en conferencia del Medio Oeste del PST, 24 de abril, Chicago.
Militante/David RosenfeldMary-Alice Waters, miembro del Comité Nacional del PST, habla en conferencia del Medio Oeste del PST, 24 de abril, Chicago.

Llegaron a la conclusión de que tenían que hacer algo, dada la creciente ira contra la brutalidad policial que desató enormes manifestaciones en todo el país —en ciudades y pueblos, grandes y pequeños— durante las primeras semanas después de la muerte filmada de George Floyd bajo la rodilla del policía Derek Chauvin de Minneapolis en mayo de 2020.

Esas protestas ocurrieron en  los días y las semanas cuando millones de trabajadores y jóvenes en todo el país y todo el mundo veían el lema “Black Lives Matter” (Vidas negras importan) como una afirmación audaz: “Sí, esta es nuestra lucha, de todos juntos”.

Fueron días y semanas antes de que, con sus declaraciones y acciones, anarquistas y otros elementos antiobreros —haciéndose pasar de “dirigentes” de Black Lives Matter— secuestraran esas palabras y esa solidaridad.

Las secuestraron al alentar o justificar saqueos, incendios provocados y destrozos indiscriminados de propiedades que devastaron a dueños de pequeños negocios y trabajadores, sobre todo en comunidades negras y otros barrios obreros.

Antes de que esos maldirigentes comenzaran a dirigir sus abusos e intimidación contra personas caucásicas —a veces gente que simplemente disfrutaba una comida en un restaurante al aire libre— sin otra razón que el color de su piel.

La escena en la corte lo dijo todo. De un lado estaba la fiscalía con un equipo de no sé cuántos abogados. Incluía un grupo de “voluntarios” de las principales firmas de abogados corporativos, una decena o más, que fueron incorporados por orden del gobernador y el fiscal general, ambos del Partido Demócrata de Minnesota. Del otro lado estaba Derek Chauvin, sentado solo con su único abogado defensor y un asistente jurídico contratado por la asociación policial de Minnesota.

El tradicional “muro azul” de apoyo a un policía apenas se veía, ni en la corte ni afuera. Al contrario, una procesión sin precedentes de altos oficiales de la policía de Minneapolis dieron testimonio contra Chauvin, insistiendo en que “su” entrenamiento y “sus” métodos y prácticas policiales no tenían nada que ver con lo sucedido.

Había un tribunal rodeado de alambrado de púas y policías, y una multitud vengativa atizada por políticos capitalistas como la congresista demócrata de California Maxine Waters, quien alentó a la gente a “ser más confrontacional” si el jurado no anunciaba un veredicto de asesinato.

Había celebridades de los medios como Chelsea Handler que declararon que era “lastimoso” que se necesitara un juicio “para demostrar que Derek Chauvin mató a George Floyd, cuando existe un video que lo muestra haciéndolo”.

Y Joseph Biden, presidente de Estados Unidos, declaró públicamente —antes de que el jurado siquiera le dijera al juez que había llegado a una decisión— que estaba “orando” por “el veredicto correcto”.

De hecho, políticos del Partido Demócrata, empezando con Biden y Kamala Harris, habían trabajado durante meses para canalizar la indignación justificada contra la brutalidad policial hacia un voto que los favoreciera en las elecciones de noviembre de 2020.

Trabajaron horas extras para desviar la creciente ira y desmovilizar la explosión de luchas que al principio se había propagado por todo el país. Las posibilidades de atraer a sectores más amplios de la población ya se habían socavado porque autoproclamados “líderes” se negaron a condenar los saqueos e incendios de negocios y edificios del gobierno.

Las acciones disciplinadas que exigían el arresto y enjuiciamiento de los policías involucrados en casos de brutalidad y muertes se vieron descarriladas en muchos casos por campañas por una “reforma policial”, que a veces se presentaba demagógica  y falsamente como propuestas para “desfinanciar” a la policía.

Este ambiente se iba intensificando durante cada día del juicio en Minneapolis. Era como un circo romano en el que se gritaba a favor de los leones. Un juicio realizado por las “redes sociales”. Por primera vez en la historia, un juicio penal en Minnesota era transmitido por televisión: por la mayoría de las principales cadenas nacionales de noticias. ¡Fue un espectáculo, no un juicio!

Había muy pocas voces que recordaran a los que escuchaban que toda persona tiene derecho a un juicio con un jurado de sus semejantes. Que el acusado es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad, más allá de cualquier duda razonable de una persona razonable. Que el veredicto del jurado debe ser unánime.

Como sabe todo trabajador que alguna vez se haya visto enredado en el sistema de “justicia” en Estados Unidos, estas garantías constitucionales del debido proceso son importantes para nosotros. Son derechos que la clase trabajadora ha conquistado a través de siglos de lucha. Los necesitamos para protegernos contra el estado y su sistema judicial. Los métodos utilizados contra Chauvin han sido, son y serán usados contra nosotros.

Como dijo tan memorablemente Ramón Labañino, de los Cinco Cubanos: “Son los pobres quienes enfrentan el salvajismo del sistema de ‘justicia’ en Estados Unidos”.

Por eso, ciertamente para mí y creo que para la mayoría de los presentes, no nos sumamos al coro que dice, “¡Qué maravilloso juicio y veredicto!” Yo no siento ninguna satisfacción o alegría.

Para la clase trabajadora, este juicio no fue una victoria. Estableció precedentes que socavan nuestros derechos.

Asumir la ventaja moral

Es bueno repasar un episodio controvertido de los primeros meses de la Revolución Cubana. Tras la derrota de la dictadura de Batista, el nuevo gobierno estableció tribunales revolucionarios para juzgar a los torturadores y asesinos más connotados y brutales del régimen derrotado que no habían logrado huir a Estados Unidos u otros países.

Si leemos la valoración de Fidel sobre esos hechos medio siglo después, resulta una verdadera educación. Como hizo tantas veces, Fidel asumió la ventaja moral de la clase trabajadora. Lo encontrarán en la entrevista autobiográfica con Fidel realizada por el periodista Ignacio Ramonet. El libro se publica en español con el título Cien horas con Fidel y en inglés como My Life.

“Cuando termina la guerra”, dijo Ramonet a Fidel, “ustedes habían prometido juzgar y eventualmente castigar con la pena capital a miembros del aparato represivo de Batista, y crearon los ‘tribunales revolucionarios’, que llevaron a cabo una depuración que muchos observadores consideraron excesiva”.

Fidel contestó que sí, “Fueron juzgados, y unos cuantos sancionados a la pena capital”. Ramonet le preguntó a Fidel si pensaba que esos juicios habían sido un error.

Y Fidel contestó: “Yo pienso que los errores pudieron haber estado en la forma, digamos, en que se realizaron esos juicios, utilizando lugares públicos donde podían reunirse numerosas personas del pueblo justamente indignadas por los miles de crímenes cometidos. Podía chocar, y efectivamente chocó, con nuestra propia concepción de la justicia. Eso fue muy explotado por Estados Unidos.

“No tardamos en rectificar lo que sin duda fue un error”, dijo Fidel. “Pero los genocidas fueron juzgados y sancionados en virtud de leyes previas aprobadas por la revolución en plena guerra. No nos arrepentimos, aunque sí siento lástima al recordar cuán amargo debió ser para [los acusados] el odio que con razón el pueblo sintió por sus repugnantes crímenes”.

La claridad de Fidel y su comprensión de clase sobre la justicia fue un ejemplo para todos nosotros. Explicó cómo él y otros dirigentes de la revolución llegaron a las opiniones que estaba expresando.

En Cuba en 1933, cuando cayó la dictadura de Gerardo Machado, mucho menos brutal que el régimen de Batista en los años 50, dijo Fidel, “los machadistas fue arrastrados por las calles; hubo asaltos y saqueos de casas, venganza popular. Durante toda la guerra [revolucionaria en la sierra], pensando en la violencia de masas que acompaña las victorias populares, advertimos a nuestro país sobre eso…

“Esta fue, tal vez, la única revolución en que fueron juzgados y sancionados los principales criminales de guerra, que no asaltó ni arrastró a la gente ni tomó venganza por sus manos”, dijo Fidel.

“Y si no hubo linchamientos ni baños de sangre, se debió a una prédica y a una promesa: ‘Los criminales de guerra serán juzgados y sancionados”. Pero, agregó Fidel, “se cometió el error que ya expliqué, por excesiva participación de público. . . Uno mismo ve a un hombre que está siendo juzgado ante miles de personas y, aunque sea el peor de los asesinos, tiende a apiadarse de él”.

Policía sirve a los gobernantes

La policía en un estado capitalista existe para defender la propiedad y las prerrogativas del capital y el dominio de ese estado. Por eso existen. Esa es la clase a la que sirven. Eso no cambiará con una “reforma policial” promovida por una u otra ala de la clase gobernante y sus partidos.

En Cuba, cuando cayó Batista, las fuerzas revolucionarias tomaron todas las comisarías. Desarmaron a la policía. Los torturadores y asesinos fueron arrestados y juzgados. Al resto los mandaron a casa sin armas y les dijeron que se presentaran en un mes para recibir un nuevo empleo. No en la policía; se le daría un nuevo trabajo.

La nueva Policía Nacional Revolucionaria se organizó desde cero. Dirigida por combatientes de la revolución que habían luchado en la Sierra, en el Escambray, en las ciudades.

Y fue la Policía Nacional Revolucionaria la que sufrió la mayor proporción de bajas en la batalla de Playa Girón.

Esa batalla destruyó para siempre el mito de la invencibilidad del imperialismo norteamericano. Así como la batalla de Cuito Cuanavale en Angola, casi 30 años después, destruyó el mito de la invencibilidad del ejército y la fuerza aérea del apartheid de Sudáfrica.

La Revolución Cubana es una prueba viva en nuestras vidas de lo que el pueblo trabajador es capaz de lograr con la solidaridad de clase; una conciencia de clase; la educación enfocada y persistente; y una dirección revolucionaria de la talla de los cuadros revolucionarios en Cuba. Un liderazgo forjado en la lucha, en el combate, que incluye, parafraseando a Fidel, “los sacrificios que eso conlleva”.

Nos da una enorme satisfacción poder celebrar todo esto aquí esta tarde. Aprendemos de los triunfos de la Revolución Cubana, así como de sus errores. Es nuestra revolución también.

Manifestación el 16 de marzo en Brackenridge, Pensilvania, en apoyo a siderúrgicos en huelga contra ATI. Nuestra clase puede aprender y cobrar confianza de sus acciones en centros de trabajo, que hoy van en ascenso. Nuestra tarea no es aplaudir los logros de la Revolución Cubana, dijo Waters. Nuestro trabajo está aquí mismo.
United SteelworkersManifestación el 16 de marzo en Brackenridge, Pensilvania, en apoyo a siderúrgicos en huelga contra ATI. Nuestra clase puede aprender y cobrar confianza de sus acciones en centros de trabajo, que hoy van en ascenso. Nuestra tarea no es aplaudir los logros de la Revolución Cubana, dijo Waters. Nuestro trabajo está aquí mismo.

Pero nuestra responsabilidad no es aplaudir los logros del pueblo trabajador de Cuba. Nuestra tarea está aquí. Nunca debemos olvidarlo. Escucharemos a muchos de ustedes durante la discusión de esta tarde sobre luchas en las que hemos participado, experiencias que estamos teniendo al seguir este curso: en el trabajo, en el sindicato, como parte de la lucha por los derechos de los negros, por los derechos de la mujer y otras cuestiones sociales importantes para nuestra clase.

Estamos comenzando a ver un pequeño aumento en protestas obreras contra las condiciones que los patrones, aprovechando la pandemia, nos han impuesto. Unas pequeñas huelgas: no pequeñas en importancia, sino en su actual peso económico y social. Pero cada una es un ejemplo del que nuestra clase puede aprender y adquirir confianza.

Ya sean los Teamsters que combaten el cierre patronal de Marathon Petroleum en Minnesota, los mineros del carbón en Warrior Met en Alabama, los obreros siderúrgicos de Allegheny Technologies, las protestas de enfermeras o la resistencia de trabajadores de Walmart, Amazon y otras empresas.

Todos son parte de la unión de los trabajadores que se va expandiendo por este camino.

En las páginas de Cuba y la revolución norteamericana que viene, encontrarán el relato de Jack Barnes sobre sus experiencias en Cuba durante el verano de 1960, cuando la conciencia revolucionaria de los trabajadores se aceleraba de manera vertiginosa. Todo el mundo sabía que se avecinaba una invasión organizada por el imperialismo norteamericano. Era solo cuestión de cuándo, una carrera contra el tiempo. Todo estaba enfocado en estar preparados.

La línea de acción era: “Aprender por la mañana, enseñar por la tarde”.

Jack le dijo a un comandante miliciano que conocía, y cuyas opiniones respetaba, que quería quedarse en Cuba para participar en esa batalla. La respuesta del comandante miliciano fue: “No. Nosotros estaremos listos para la invasión y la vamos a derrotar. Tu tarea no está aquí. Tienes que regresar y encontrar a otros que piensen igual que tú acerca de la Revolución Cubana, y t rabajar para hacer un revolución como la nuestra en Estados Unidos”.

Y agregó: “Busca el partido que a tu parecer sigue ese curso, e incorpórate”.

Es exactamente lo que hizo Jack. Fue una línea de conducta para toda la vida. Es nuestra trayectoria la que celebramos hoy.