POR MAGGIE TROWE
Manifestaciones populares de cientos de miles de personas en Burkina Faso, en África occidental, forzaron la caída del presidente Blaise Compaoré el 31 de octubre. La movilización fue provocada por las intenciones del tirano de enmendar la constitución para permitirle permanecer en el gobierno por un quinto mandato. Acciones en solidaridad con las protestas tomaron lugar en los países vecinos de Ghana, Costa de Marfil y en otros países africanos, así como por toda Europa y América del Norte, incluyendo en Montreal, París, Nueva York y Berlín.
Compaoré había gobernado el país de 17 millones de habitantes desde que usurpó el poder en 1987 a través de un golpe de estado que derrocó una revolución democrática popular con el asesinato de su dirigente central Thomas Sankara y otros cuadros revolucionarios.
Burkina Faso es uno de los países más pobres del mundo. La esperanza de vida es de 56 años, la tasa de mortalidad infantil es la novena más alta del mundo y cerca del 90 por ciento de la población se dedica a la agricultura de subsistencia. El gobierno de Compaoré revirtió los proyectos sociales que iban dirigidos a combatir este legado y dio prioridad a los esfuerzos para atraer la inversión capitalista extranjera en las minas de oro y en el algodón. Varios años de descenso en los precios de estos productos han resultado en una contracción económica y en el deterioro de las condiciones sociales de la mayoría.
La rebelión contra el régimen de Compaoré fue preparada en los días previos al voto sobre la enmienda, el cual estaba programado para el 30 de octubre. “Ayudamos a organizar caravanas de autos y motocicletas que fueron a los mercados y gasolineras de todo el país instando a la gente a salir a protestar”, dijo Serge Bambara, un cantante de rap conocido como “Smokey” y uno de los dirigentes del grupo Balai Citoyen (la Escoba Cívica), en una entrevista telefónica el 4 de noviembre desde Ouagadougou, la capital del país.
Varios sectores del cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas y de la acaudalada clase gobernante del país se han apresurado a constituir un nuevo gobierno, compitiendo entre sí por el poder a la misma vez que buscan cerrar el espacio creado por las movilizaciones populares para que los trabajadores se organicen y luchen.
Después de la salida de Compaoré, el general Honoré Traoré, jefe del estado mayor del ejército, dijo el 31 de octubre que tomaría las riendas hasta que se celebren elecciones dentro de un año. Al día siguiente, frente a las nuevas protestas contra Traoré, un grupo de oficiales subalternos dirigido por el teniente coronel Isaac Yacouba Zida tomó el control.
El derrocamiento de Compaoré ha renovado el debate y el interés en el legado político de Thomas Sankara y en los avances de la revolución popular democrática que él dirigió. La revolución, que duró de 1983 a 1987, nacionalizó la tierra para garantizarle a los productores agrícolas rurales el fruto de su trabajo; lanzó una siembra masiva de árboles y proyectos de irrigación para detener el avance del desierto; organizó campañas masivas de alfabetización y de vacunación y por primera vez puso a disposición de millones de personas la atención básica de salud. Las mujeres participaron en grandes cantidades en la transformación social, que incluyó una lucha contra la opresión de las mujeres.
“No me sorprendió el levantamiento”, dijo al Militante Marc Kobore, de 35 años, quien se mudó de Burkina Faso a Nueva York. “La gente estaba harta del gobierno, sobre todo con la represión y la falta de democracia”.