Washington, Teherán disputan por influencia

Por Terry Evans
28 de mayo de 2018

Decididos a proteger los intereses imperialistas norteamericanos en el Medio Oriente y a hacer frente a las intervenciones militares de los gobernantes capitalistas iraníes y evitar que adquieran armas nucleares, el presidente Donald Trump retiró el 8 de mayo al gobierno estadounidense del acuerdo firmado en 2015 por el ex presidente Barack Obama. Ese acuerdo, también firmado por los gobernantes de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China, relajó las sanciones contra Irán a cambio de restringir su programa nuclear hasta 2030.

Washington posee un gran arsenal nuclear. Trump dijo que el gobierno estadounidense impondrá sanciones y tomará otras medidas para “cerrarle a Irán todas las vías hacia un arma nuclear”, según un comunicado de la Casa Blanca. Las empresas y bancos que comercian con empresas iraníes tendrán 180 días para finalizar sus operaciones. Las sanciones agudizarán la crisis que enfrentan los gobernantes capitalistas iraníes y afectarán más drásticamente al pueblo trabajador.

Portavoces de los gobiernos en Londres, Berlín, París y Teherán dijeron que mantendrían el acuerdo. Los tres gobiernos capitalistas europeos dijeron que “defenderán los más de 20 mil millones de euros [23.7 mil millones de dólares] en comercio que existe actualmente entre la Unión Europea e Irán”, dijo el Financial Times el 9 de mayo, una cifra mayor de los 6.2 mil millones en 2013. Teherán dice que cumplirá su promesa de limitar su programa nuclear. Moscú dice que si Washington reanuda las sanciones, extenderá su comercio con Irán.

Desde que se firmó el pacto en 2015, los gobernantes iraníes han seguido avanzando su papel contrarrevolucionario en Siria, Líbano, Iraq y Yemen. Este curso en su política exterior es una extensión de sus esfuerzos en el país para hacer retroceder los logros alcanzados por el pueblo trabajador durante la revolución de 1979 que derrocó al sha de Irán.

La Guardia Revolucionaria de Teherán, junto con Hezbolá y otras milicias chiitas, intervinieron en Siria para apuntalar el régimen dictatorial de Bashar al-Assad después que este sofocó un levantamiento popular. Han sido respaldados por el poder aéreo de Moscú. Los gobernantes de Irán han establecido bases en toda Siria, instalando sistemas de misiles y de armas. Sus fuerzas militares se han desplazado cada vez más cerca de la frontera con Israel.

Después de un ataque con misiles por el gobierno israelí a principios de abril en el que murieron siete soldados, el clérigo iraní Ali Shirazi amenazó con “convertir a Tel Aviv y Haifa en polvo”. Tel Aviv ejecutó otro ataque con misiles contra una base militar vinculada al ejército iraní en al-Kiswah, a ocho millas al sur de Damasco, el 8 de mayo.

Pero hasta ahora los gobernantes iraníes han respondido débilmente. Siguen siendo cautelosos sobre el impacto que los enfrentamientos con Israel tienen en el país. El descontento generalizado con las guerras provocó protestas de la clase trabajadora en todo Irán a fines de diciembre y principios de enero.

Durante años, los gobernantes capitalistas han ofrecido incentivos a los afganos y otros refugiados para que sirvan de carne de cañón en las guerras en Siria e Iraq. Esperan reducir el número de bajas iraníes y sofocar la oposición a sus conflictos asesinos.

Los gobernantes norteamericanos tienen la mayor fuerza militar en el Medio Oriente, con 2 mil soldados en Siria y enormes reservas, poderío aéreo y patrullas navales en todo el área. Y están haciendo que sus aliados en la región hagan más. La monarquía de Arabia Saudita dice que enviará tropas para formar parte de una fuerza árabe conjunta en Siria. Las tropas estadounidenses se encuentran en territorios controlados por las Fuerzas Democráticas Sirias dirigidas por los kurdos, alrededor del 25 por ciento del país.

Al mismo tiempo, los gobernantes estadounidenses buscan negociar un acuerdo entre Tel Aviv y los dirigentes palestinos. La nueva embajada de Estados Unidos se inauguró el 14 de mayo en Jerusalén. Funcionarios estadounidenses negaron los informes del ministro de defensa israelí Avigdor Liberman, de que habían pedido al gobierno israelí que se retirara de cuatro barrios en el este de Jerusalén para que una futura capital palestina pudiera ubicarse allí. Pero Liberman reiteró que “la embajada de Estados Unidos en Jerusalén tendrá un precio y vale la pena pagarlo”.

Una declaración del 11 de diciembre del Partido Socialista de los Trabajadores — “Por el Reconocimiento de un estado palestino e Israel”— explica que el gobierno de Estados Unidos está “dejando claro a sus gobiernos aliados en Arabia Saudita, los Estados del Golfo, Egipto y Jordania, así como a los maldirigentes burgueses de la Autoridad Palestina y Hamas, que Washington les está haciendo ‘una oferta que no pueden rechazar’”. Los gobernantes estadounidenses están “combinando el garrote de una embajada estadounidense en Jerusalén con la zanahoria de una mayor ayuda económica y militar a los gobiernos encabezados por suníes frente a su temido rival chiita en Teherán”.

El punto de partida, dice la declaración del PST, debe ser “los intereses de clase y la solidaridad de los trabajadores y pequeños agricultores en todo el Medio Oriente, ya sean palestinos, judíos, árabes, kurdos, turcos, persas o de otra nacionalidad, y cualesquiera que sean sus creencias religiosas u otras, y del pueblo trabajador en Estados Unidos y en todo el mundo”.