El esfuerzo frenético de los demócratas liberales, sus partidarios en los medios como CNN y el New York Times, los miembros del ala “Nunca Trump” del Partido Republicano y de la izquierda de clase media, para anular las elecciones de 2016 y destituir a Donald Trump de la presidencia está flaqueando. Muchos de sus actos producen una reacción opuesta a la que esperaban, provocando asco entre los trabajadores por sus insultos y acusaciones, y no han logrado que el apoyo a Trump disminuya.
Las maniobras de los demócratas para obstaculizar las audiencias de confirmación de Brett Kavanaugh como juez de la Corte Suprema no fueron populares. Tampoco lo fue el artículo “anónimo” de un miembro de la administración Trump publicado en el New York Times, o el libro “revelador” sin fuentes del experto demócrata Bob Woodward. Sus historias fueron condenadas por los generales John Kelly y James Mattis, así como por el vicepresidente Mike Pence, todos miembros de la administración de los cuales los demócratas han permeado rumores de que son disidentes de Trump.
Puede ser que las investigaciones del fiscal especial y ex jefe del FBI Robert Mueller estén forzando acuerdos judiciales y condenas de algunos personas asociadas a Trump, pero no ha producido ninguna evidencia de “colusión” con Moscú por parte de Trump. El sueño de los liberales de que se enjuicie al presidente es cada vez más improbable.
Los trabajadores que votaron por el presidente Trump, deseosos de “drenar el pantano” de desdén burgués hacia sus problemas que existe en Washington, y muchos otros que por asco no votaron ni por Trump ni por Hillary Clinton, ven algunos desarrollos que son buenos para los trabajadores. Ven más empleos a medida que la economía está al alza. Ven movimiento hacia la conclusión de guerras interminables iniciadas por los gobernantes capitalistas desde Corea hasta Afganistán y en otros lugares. De modo que la “resistencia” febril de algunas capas de la clase media no tiene mucho apoyo entre los trabajadores.
Los gobernantes capitalistas también ven progreso en estos sucesos, por razones propias. Trump gobierna para la clase capitalista, de la cual es miembro.
La clase dominante de Estados Unidos ve aperturas para intensificar su explotación del pueblo trabajador y lograr avances en sus conflictos con potencias capitalistas rivales. Los recortes de impuestos de Trump han impulsado la capacidad de los patrones de generar ganancias durante la actual expansión de la producción capitalista.
Estas oportunidades para expandir su explotación del pueblo trabajador han llevado a los patrones a aumentar la contratación. Las tasas de desempleo, que venían disminuyendo antes de las elecciones, continúan bajando. A medida que se vuelve más fácil para los trabajadores obtener y cambiar de trabajo, crece la confianza para resistir la intensificación del trabajo, el ataque contra los salarios y para luchar contra los esfuerzos de los patrones para descargar la crisis social y económica del capitalismo sobre nuestros hombros.
Aunque ha aumentado la contratación, los salarios no han aumentado de manera significativa, y no lo harán, hasta que un aumento en las luchas obreras obligue a los patrones a hacerlo. Los trabajadores necesitan organizarse y reconstruir el movimiento obrero, unir al pueblo trabajador para defender sus intereses comunes. El endeudamiento, la competencia cada vez más aguda y los crecientes costos de producción han reducido los ingresos agrícolas a un punto mínimo en 12 años, con un impacto ruinoso para los pequeños agricultores.
La administración ha hecho gestiones para negociar el fin de la guerra en Afganistán, a medida que simultáneamente ha reforzado el despliegue de tropas estadounidenses, ha intensificado los ataques aéreos y ha presionado para que el gobierno paquistaní deje de proporcionar refugio a los combatientes talibanes. El secretario de estado, Mike Pompeo, anunció el nombramiento de un diplomático estadounidense, Zalmay Khalilzad, para supervisar las conversaciones que Washington está instando entre los talibanes y Kabul.
La administración ha realizado negociaciones comerciales directas con gobiernos rivales, haciendo uso del vasto tamaño de la economía estadounidense y la amenaza de aranceles punitivos para impulsar los intereses de los gobernantes norteamericanos contra sus rivales. Luego de conversaciones con el gobierno mexicano para impulsar un acuerdo que fortalece a los patrones automotrices norteamericanos contra sus competidores, especialmente en Asia, Trump pretende obtener concesiones similares de los gobernantes canadienses.
Con estos acuerdos firmados, y los logros obtenidos a través de un pacto con dirigentes de la Unión Europea —un bloque proteccionista de potencias capitalistas encontradas dominado por los gobernantes alemanes— los funcionarios de la administración dicen que Washington está en mejor posición para proseguir en sus conflictos comerciales con su mayor competidor, es decir, Beijing.
La Casa Blanca dice que ha preparado una tercera ronda de aranceles contra los patrones chinos, y que la ofensiva comercial de Washington está generando “empleos americanos”.
“Pero no existe eso de ‘un trabajo americano’. Hay dos Estados Unidos, el de los patrones y el de la clase trabajadora. Nuestros intereses son antagónicos. Ellos buscan explotar nuestro trabajo y amedrentarnos con sus policías, deportaciones, tribunales y prisiones”, dijo Margaret Trowe, candidata del Partido Socialista de los Trabajadores para el senado por el estado de Nueva York. “Somos parte de una clase trabajadora internacional con intereses comunes. No importan si los patrones en Estados Unidos y su gobierno promueven el proteccionismo o el libre comercio, estamos entre la espada y la pared. Para avanzar tenemos que luchar por la independencia de clase y por un curso hacia la tomar del poder político en nuestras propias manos”.