El Comité Judicial del Senado realizó el 27 de septiembre una inusual segunda audiencia para la confirmación del juez Brett Kavanaugh a la Corte Suprema de Estados Unidos. Nominado por el presidente Donald Trump, Kavanaugh ha sido acusado de dos casos de abuso sexual —sin pruebas para corroborarlos— sucedidos hace más de 30 años cuando era un adolescente.
La audiencia es producto de la resuelta “resistencia” de los demócratas, los medios liberales y la izquierda de clase media a la presidencia de Trump, y aún más importante contra los trabajadores que votaron por él o estaban tan hastiados que no votaron por nadie.
Hay mucho en juego para la clase trabajadora y los oprimidos en repeler este ataque a los derechos ganados durante décadas en la lucha: el derecho a la presunción de inocencia, la duda razonable y otros. Los miembros de la “resistencia” descartan todo esto en su doble furor para destituir a Trump y restringir los derechos y el voto de la “deplorable” clase trabajadora.
A los trabajadores no nos importa si Kavanaugh o cualquier otra persona que los gobernantes nominen sea puesto en su Corte Suprema. Todos son ladrones en túnicas negras que sirven a la clase dominante y defienden su dominio de clase hasta el final.
Pero sí nos importa defender celosamente nuestros derechos y nuestra capacidad de organizarnos y ganar aliados en la lucha.
Los demócratas y sus promotores en la prensa liberal se han aprovechado de la acusación no verificada de Christine Blasey Ford de que Kavanaugh la agredió sexualmente hace 36 años. La senadora Dianne Feinstein recibió una carta anónima con la denuncia de Ford en julio. No dijo nada hasta cuando estaba claro que Kavanaugh iba a ser confirmado. Entonces hizo publica la carta y los medios y políticos adversarios de Trump pusieron manos a la obra. El juez Kavanaugh niega categóricamente la acusación de Ford.
La operación cínica de los demócratas no tiene nada que ver con la lucha contra la agresión sexual ni con impulsar la lucha por los derechos de la mujer. Tiene todo que ver con intensificar su guerra contra la administración. Sus ojos están puestos en las elecciones de mitad de período, y sus esperanzas de ganar la mayoría en el congreso y poder enjuiciar al presidente, o tratar de encontrar una manera de utilizar la enmienda 25 a la constitución para que Trump sea declarado mentalmente incapacitado para permanecer en el cargo.
Ford dice que el ataque que ocurrió hace varias décadas sucedió en una fiesta, en un momento y lugar que no puede recordar y en presencia de otra persona, Mark Judge, quien ha negado tener conocimiento del ataque. Ninguna de las otras dos personas que según Ford estuvieron presentes recuerdan haber estado allí, y dicen que no tienen conocimiento de lo que Ford alega.
A pesar de la falta de pruebas, la senadora demócrata Mazie Hirono dice que “se debe creer” lo que dice Ford. Cuando le preguntaron si Kavanaugh merece la presunción de inocencia, Hirono dijo: “Yo pongo su negación [del hecho] en el contexto de todo lo que sé sobre él en términos de cómo aborda los casos”. En pocas palabras, si no me gusta su política, sus derechos no significan nada.
Dándole vuelta a los derechos básicos del debido proceso, Ross Douthat dijo en el New York Times que la responsabilidad de la prueba no recae sobre Ford, la acusadora, sino en Kavanaugh. “Puede que sea inocente, pero su nominación merece fracasar”, dice Douthat, porque ha sido “acusado de manera creíble”.
Temerosos de que las acusaciones no corroboradas de Ford no sean suficientes, la revista New Yorker se apresuró a publicar una segunda acusación, de Deborah Ramirez. Ella dice que Kavanaugh expuso sus genitales en una reunión social de la Universidad de Yale cuando ella estaba ebria hace 35 años. El Times, desesperado por desenterrar chismes para manchar la nominación, fervientemente pero sin éxito intentó encontrar a alguien que corroborara la acusación. Admitió que incluso la misma Ramirez “no podía estar segura de que fue Kavanaugh el que lo hizo”.
La izquierda se une a las calumnias
La Organización Internacional Socialista, un grupo que dice hablar por los trabajadores y los oprimidos, se ha subido al carro anti-Trump y anti-Kavanaugh. “Esta es una oportunidad de oro no solo para detener a un juez reaccionario, sino también para galvanizar la oposición a todo el régimen de Trump”, decía un editorial del periódico del grupo el 24 de septiembre. “Nada podría ser más importante” que detener a Kavanaugh, argumentan.
Para lograrlo, dicen que están de acuerdo de que se echen a un lado derechos políticos fundamentales. Claman horrorizados de que Kavanaugh, el acusado, tenga la oportunidad de enfrentar a su acusadora. Dicen: “Ella habla por nosotros” y todos deben “creer” a Ford, a pesar de la falta de evidencia. Y glorifican al “levantamiento” del #MeToo que surgió de las acusaciones de abuso sexual por actores de Hollywood que promueven ataques contra el debido proceso.
Los trabajadores saben que el derecho a la presunción de inocencia está bajo ataque. Cuando Rasmussen Reports realizó una encuesta esta semana, el 56 por ciento dijo que creían que es más probable que los medios de comunicación pinten a una figura pública como culpable hasta que se demuestre su inocencia.
La “resistencia” de los liberales y la izquierda es peligrosa para los trabajadores. Los tribunales y la policía no actúan imparcialmente, defienden los intereses de clase de los explotadores. Ellos espían e incriminan a los trabajadores, nos pasan por su sistema de “justicia” con acuerdos de culpabilidad, afectando desproporcionadamente a los que son negros, y a los que están involucrados en luchas obreras.
Cualquiera que esté enfrentando acusaciones de los patrones en el trabajo o cargos legales de la policía necesita el derecho a confrontar a su acusador. El estatuto de limitaciones es una protección básica contra el uso de acusaciones demasiado antiguas, cuando ya no es posible comprobar los hechos.
Los trabajadores viven en un mundo muy diferente al de los liberales que libran la cacería de brujas anti-Trump. Hoy en día más trabajadores ven que tanto los dos partidos capitalistas como todos los pequeños reformistas pro capitalistas “independientes” son cómplices del ataque continuo de los patrones contra nuestros trabajos, salarios, condiciones de trabajo y de vida. Esto es lo que motivó a los trabajadores que votaron por Trump, que buscan “drenar el pantano” y conseguir más atención a los problemas de la clase trabajadora. No fue un viraje de la clase trabajadora hacia la reacción y el racismo.
La lucha por la liberación de la mujer, el derecho a elegir el aborto, la igualdad de trato en el trabajo y contra la violencia contra las mujeres son cuestiones cruciales para unir y fortalecer el movimiento obrero.
El “movimiento” #MeToo no es un ejemplo para esta lucha. Plantear el objetivo de “avergonzar a los hombres” o exigir que todo mundo asuma que alguien acusado por una mujer debe ser culpable, sin derecho a la presunción de inocencia, de hecho socava la lucha por la emancipación de la mujer. Hoy es posible ganar a compañeros de trabajo y otros, hombres y mujeres, a comprender que se puede luchar contra la manera en que los gobernantes emplean la opresión de la mujer para dividir y debilitar al pueblo trabajador y atacar a los sindicatos.