MANILA, Filipinas — “No es una lucha de mujeres contra hombres ni de hombres contra mujeres. La lucha para poner fin a todas las formas de discriminación y degradación de la mujer es una cuestión de clase. Hay pocas cuestiones más importantes para la clase trabajadora en nuestra lucha encaminada hacia la emancipación de toda la humanidad”, dijo Mary-Alice Waters, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores en Estados Unidos y presidenta de la editorial Pathfinder.
Waters fue la oradora principal en dos presentaciones, celebradas en esta ciudad, del libro Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer, de Joseph Hansen, Evelyn Reed y Waters.
El primer evento, realizado el 15 de septiembre, fue un panel en la Feria Internacional del Libro de Manila, donde Pathfinder tuvo un stand por primera vez en varias décadas. (Ver artículo en inglés en la edición del 29 de octubre.) En el evento también se presentó otro de los títulos más populares de Pathfinder, Nuestra historia aún se está escribiendo: La historia de tres generales cubano-chinos en la Revolución Cubana, de Armando Choy, Gustavo Chui y Moisés Sío Wong. La otra actividad se hizo cinco días después en la Universidad de Filipinas.
Al moderar la presentación en la feria, Ron Poulsen, de Libros Pathfinder y la Liga Comunista en Australia, explicó por qué “estos dos libros, que parecerían ser tan dispares”, se estaban discutiendo juntos. “Ambos ilustran vivamente las fuerzas sociales y la trayectoria necesaria para fortalecer políticamente y unificar a la clase trabajadora a fin de hacer una revolución socialista, según lo muestra la Revolución Cubana. Estas obras explican que la capacidad de promover la participación y la condición de millones de mujeres es una prueba de fuego para cualquier liderazgo revolucionario”.
“Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujertiene un contenido que nos hace reflexionar sobre cómo las inseguridades económicas y sociales de las mujeres son explotadas por la clase gobernante para obtener ganancias”, dijo la panelista Shaira Mae Embate. Recién graduada de la Universidad Politécnica de Filipinas, ella participa activamente en luchas políticas, desde los derechos de la mujer hasta la defensa de la Revolución Cubana.
Además de Embate y Waters hablaron otras dos panelistas. Una fue Teresita Ang See, fundadora del Centro del Patrimonio Kaisa [chino] en Manila y dirigente fundadora de la Asociación Internacional para el Estudio de los Chinos de Ultramar (ISSCO). La otra fue Ana María “Princesa” Nemenzo, coordinadora de Salud-Mujer Filipinas, convocadora de la coalición electoral Dignidad y miembro dirigente de la Asociación de Cultura y Amistad Filipinas-Cuba.
Ang See comparó las diferentes condiciones históricas en las cuales llegaron grandes números de chinos a Cuba y Filipinas. A mediados del siglo 19 fueron llevados chinos como culíes —trabajadores en servidumbre— para las plantaciones azucareras en Cuba, dijo. En cambio, en Filipinas “los chinos no vinieron principalmente como parte de la clase trabajadora sino como comerciantes”.
Al señalar los avances en la erradicación de la discriminación de los chinos en Cuba, según lo explica Nuestra historia aún se está escribiendo, ella dijo, “El éxito general de la revolución socialista [en Cuba] significó que todos fueron aceptados como parte de la sociedad nacional”.
A los comentarios de Ang See, Waters agregó, “Cuba es el único país del mundo donde no hay discriminación contra los descendientes de chinos de ultramar. ¡El único! Antes de la revolución, los chinos en Cuba eran discriminados como lo son en todos los demás países donde se asentaron grandes números de chinos.
“Como dice Sío Wong en el libro, la razón por la cual Cuba se distingue de todos los demás países hoy día es que en Cuba el pueblo trabajador hizo una auténtica revolución socialista”, dijo. “Eliminaron la explotación capitalista, la raíz de esa discriminación”.
Normas capitalistas de ‘belleza’
Embate, con algo de humor, relató algunas de sus propias experiencias. “A una edad muy temprana, la mayoría de las filipinas comienzan a creer que ser bella significa tener una piel más blanca y una nariz puntiaguda. Es una enorme contradicción con la apariencia de la filipina natural: con nuestra piel de tez kayumanggio morenay nuestras narices no muy puntiagudas”. Cuando ella era más joven, estas presiones sociales la llevaron a usar productos para blanquear la piel, dijo Embate.
“Las normas inalcanzables de ‘belleza’ y la presión constante sobre las mujeres, generada por la publicidad y la comercialización masiva, para que tengan un cierto lookson solo uno de los muchos prejuicios, fetiches y, como dice Evelyn Reed en su libro, ‘cebos indigestibles’ de la sociedad capitalista para que las mujeres no asumamos el papel que nos corresponde en la lucha revolucionaria por la libertad contra el sistema opresivo que es el capitalismo”.
Princesa Nemenzo, según la conocen todos, dijo que había leído algunos de los escritos de Reed décadas atrás. “No se puede negar que la opresión de la mujer comenzó con el surgimiento de las relaciones de propiedad privada, cuando también la mujer se convirtió en propiedad”, dijo. Pero hay un “debate continuo en el movimiento de la mujer sobre qué es lo que mantiene oprimida a la mujer”. Algunas feministas argumentan que proviene de un “sistema patriarcal que mantiene a la mujer subordinada al hombre”.
“En la fuerza laboral no tenemos el mismo salario y las mismas condiciones”, agregó Nemenzo.
“Si la biología fuera el destino de la mujer, estaríamos confinadas a las cuatro paredes de la casa. No somos máquinas de hacer bebés. Es importante que tengamos control de nuestra vida reproductiva”, dijo.
Al concluir el panel, Waters dijo, “Pathfinder ha publicado estos dos libros por la misma razón: porque el pueblo trabajador del mundo los necesita. Nos ayudan a dotarnos con el conocimiento de las luchas revolucionarias de la clase trabajadora y los fundamentos políticos necesarios para prepararnos a enfrentar el gran desafío histórico de nuestra época: poner fin a la dictadura del capital”.
Waters señaló la Revolución Cubana como “el ejemplo político más claro de lo que puede lograr la movilización revolucionaria de la clase trabajadora y sus aliados”.
¿Por qué nos sentimos inferiores?
Hubo una animada discusión después de las charlas en el evento de la feria del libro. La primera persona que tomó la palabra dijo que “los filipinos nos odiamos a nosotros mismos: queremos cambiar nuestro color de piel, nuestras narices, nuestro acento y abandonar el país el momento que se presenta la oportunidad. Somos de diferentes grupos étnicos. ¿Cómo podemos convivir y respetarnos unos a otros?” Este tema de la “inferioridad nacional” se abordó de distintas maneras en las palabras de otros participantes.
“No nacemos odiándonos”, contestó Embate. “Yo nunca pensé que el color de mi piel fuera un problema, pero todo lo que me rodeaba me decía que sí lo era. Es el sistema capitalista el que nos hace sentirnos inferiores, y ese sistema prospera si nos odiamos.
“Nuestra lucha no es de ninguna manera diferente de las luchas de la gente trabajadora en otros países”, agregó. “Puede que hayamos nacido en diferentes países, pero nuestras experiencias son similares”.
Fredda Ruth Rosete, una joven filipina, preguntó, “Quiero estar a la moda y lucir atractiva para el sexo opuesto. Me han dicho que estoy contribuyendo a mi propia opresión. ¿Es cierto?”
“La respuesta es ¡no!”, contestó Waters. “Pero tenemos que estar conscientes de las presiones que el sistema capitalista nos impone y no dejar que eso defina nuestras vidas. Para conseguir empleo no solo tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo, tenemos que vendernos a nosotras mismas, vestirnos de la manera que exigen los patrones. Pero no tenemos que adaptarnos a sus valores. Debemos comprender y luchar para cambiar la sociedad de clases que deforma tan horriblemente todas las relaciones humanas”.
“En la sociedad de clases, es la clase dominante la que define lo que es hermoso”, agregó Waters. “Tratan de imponernos su moral. No hace falta decir que ellos ven a los trabajadores como estúpidos, feos e inmorales”.Los cosméticos, las modas y la explotación de la mujer nos ayuda a entender “que si la opresión de la mujer comenzó con el nacimiento de la sociedad de clases, no siempre ha existido”, afirmó. “Si tuvo un comienzo, también tendrá un final. Y es por eso que estamos luchando”.
Lucha de clases en EE.UU.
Otro participante comentó que ha oído que muchos filipinos en Estados Unidos son políticamente retrógradas y partidarios del presidente Donald Trump. “Los filipinos en Estados Unidos son trabajadores en su gran mayoría”, respondió Waters. “La burguesía liberal y sectores pequeñoburgueses acomodados consideran que cualquiera que haya votado por Trump es reaccionario y racista”.
“Miren lo que le ha pasado a la clase trabajadora en Estados Unidos en la última década y pico: han perdido empleos, hogares y pensiones, y han sufrido los estragos de guerras, la crisis de los opiáceos, la mayor tasa de encarcelamiento en el mundo y la profundización de las divisiones de clase. Estas cosas frecuentemente no se perciben desde fuera de Estados Unidos”, dijo la dirigente del PST.
“Millones de trabajadores, de todas las razas y nacionalidades, se negaron a votar por Hillary Clinton porque la identificaron correctamente con la política de todas las administraciones anteriores, tanto demócratas como republicanas, a las que responsabilizaban por la devastación de su vida y sustento”, dijo. “Mientras Clinton decía con desprecio que los trabajadores que no votarían por ella eran ‘un grupo de deplorables’, Trump, un multimillonario, se presentó como alguien al margen de la “clase política” que la derribaría y cambiaría todo. Se presentó demagógicamente como paladín del pueblo trabajador. ¡Mentira! Pero por eso ganó las elecciones”.
“Cuando vamos de puerta en puerta en barrios obreros, hablando con la gente sobre lo que nuestra clase necesita hacer para encarar la crisis, no hay diferencia en la respuesta que recibimos de los trabajadores que votaron por Trump o que votaron por Clinton, o que se negaron a votar por cualquiera de los dos”, dijo Waters.
Embate dijo que veía semejanzas entre la elección del presidente filipino Rodrigo Duterte y la elección de Trump. “La gente aquí estaba harta y sufriendo los efectos después de 30 años de promesas fallidas de los políticos liberales que vinieron después de la caída de la dictadura de Marcos. La gente vio que hoy la pobreza está aún más extendida”, dijo. “Duterte aprovechó esa frustración, esta búsqueda de cambios. Vimos lo mismo con Trump”.
Luchando juntos
La segunda presentación deLos cosméticos, las modas y la explotación de la mujer se celebró el 20 de septiembre en la Universidad de Filipinas. Janet Roth, de la Liga Comunista de Nueva Zelanda, acompañó a Waters en el panel.
El evento fue organizado por la Asociación de Cultura y Amistad Filipinas-Cuba y el Programa de Desarrollo Alternativo en la Universidad de Filipinas. Eduardo Climaco Tadem, convocador del programa, dio inicio al evento y dio la bienvenida a los asistentes.
Roth relató sus experiencias en los años 80 cuando miembros de la Liga Comunista en Nueva Zelanda formaron parte de las mujeres que lucharon por incorporarse a trabajos más calificados y mejor remunerados en las plantas procesadoras de carne. La política divisiva de los patrones consistía en reservar estos puestos exclusivamente para hombres y así avivar los prejuicios entre algunos de ellos y mantener una fuerza laboral dividida.
“Pero mujeres y hombres lucharon juntos para combatir la discriminación contra las mujeres y así fortalecimos nuestro sindicato”, dijo. “Cuando nos acosaban los patrones, o a veces nuestros compañeros de trabajo varones, recurríamos a nuestros compañeros de trabajo y convencimos a muchos de ellos y al sindicato a que nos apoyaran. Luchamos juntos. Y juntos ganamos”.
Roth contrastó esta perspectiva con la que presenta Hillary Clinton, quien durante una visita a Nueva Zelanda en mayo para promocionar su nuevo libro culpó el “arraigado sexismo y odio a las mujeres” de los trabajadores varones en Estados Unidos por su derrota electoral frente a Donald Trump.
“Los hombres y los trabajadores varones no son el obstáculo para que las mujeres logremos poner fin a nuestra explotación”, dijo Roth. “Es precisamente en el seno de la clase trabajadora donde hemos dado los mayores pasos hacia la igualdad y donde las luchas futuras lograrán aún más avances”.
Las presentaciones de Waters y de Roth provocaron una animada discusión entre los 35 miembros del público, principalmente empleados y graduados de la Universidad de Filipinas. “¿Ustedes quieren decir que las mujeres ejecutivas ya no son nuestras hermanas?”, preguntó Jenny Llagano, una escritora.
“Todas las mujeres son oprimidas como mujeres”, dijo Waters en respuesta a esta y otras preguntas. “Pero no significa que todas estemos luchando por lo mismo. Seguimos diferentes caminos de clase.
“Muchas mujeres creen que pueden eliminar la discriminación reformando el capitalismo y avergonzando a los hombres. Pero nosotros estamos luchando para acabar con el capitalismo, no ponerle unas curitas. Toda reforma que ganemos será producto de esa lucha. Queremos transformar todas las relaciones sociales”.
Varias de las participantes dijeron que la discusión las había convencido de que debían volver más a las “cuestiones de clase” al plantear los problemas de las mujeres.
En ambos encuentros, Waters observó que el capitalismo ha fortalecido a la clase trabajadora al incorporar a millones de mujeres a la fuerza laboral. Ha sido un avance histórico para mujeres y hombres.
“Nuestra tarea es ganar a la vanguardia de la clase obrera a una lucha intransigente contra todas las formas de discriminación, violencia, degradación, prejuicios y subyugación económica y social”, dijo. “Sin esto no será posible en ninguna parte otra revolución socialista victoriosa”.