NUEVA YORK — La feroz competencia entre Uber, Lyft, otros servicios de transporte a través de una aplicación digital, empresas de autos de alquiler, y los dueños de flotillas de taxis amarillos ha provocado un séptimo suicidio. Fausto Luna se suicidó tirándose frente a un tren del metro el 26 de septiembre. El conductor de Uber, de 58 años, le había dicho a sus amigos que estaba deprimido debido a sus crecientes deudas y horas de trabajo.
Su situación no es inusual. Los ingresos de los conductores de Uber cayeron un 53 por ciento de 2013 a 2017, según un estudio publicado por el J.P. Morgan Chase Institute ese mismo mes. “Junto con el rápido crecimiento en el número de conductores, se ha producido un descenso constante en el ingreso mensual promedio”, dijo el informe. Uber desestima las conclusiones, diciendo que la disminución de los ingresos se debe a que los conductores “eligen” trabajar solo tiempo parcial.
Actualmente más de 100 mil autos de servicio de plataforma digital inundan las calles de la ciudad de Nueva York, en comparación con 67 500 en 2016. Además hay 13 500 taxis amarillos, muchos de ellos compartidos por más de un conductor las 24 horas al día, 7 días a la semana; varios miles de taxis verdes (“de suburbios”); y limosinas.
“Debido a la gran cantidad de autos disponibles con conductores desesperados tratando de ganar el sustento para sus familias, [los patrones] reducen las tarifas por debajo de los costos de operación [de los conductores] y empujan a profesionales como yo a abandonar el negocio”, escribió Douglas Schifter, de 61 años, en su página de Facebook el febrero pasado.
Schifter, quien había estado conduciendo desde mediados de los años 1970, escribió una columna durante más de tres décadas para Black Car News documentando el deterioro de las condiciones de los conductores. Describió cómo las compañías de plataforma digital, comenzando con Uber, irrumpieron en el mercado de Nueva York, y a nivel mundial, provocando una guerra con los dueños de flotillas de taxis y de servicios de limosinas. La intensificada competencia impuesta sobre los conductores ha sido desastrosa: para todos ellos, sin importar para quién trabajen.
Los propietarios adinerados “cuentan su dinero y nosotros terminamos en la calle”, escribió Schifter. “No seré un esclavo trabajando por migajas. Prefiero estar muerto”.
Días después condujo su carro negro hacia la puerta este del ayuntamiento de Nueva York, donde se disparó en la cabeza.
Desde febrero, tres conductores de taxis amarillos, tres conductores de limosinas y ahora un conductor de Uber se han suicidado. Todos estaban cargados de deudas y no ganaban lo suficiente para vivir.
Al igual que la gran mayoría de trabajadores en Nueva York —desde obreros de la construcción, de atención médica domiciliar y del sector minorista— los conductores enfrentan el creciente costo del alquiler, el desgastado sistema de transporte público, salarios reducidos y peores condiciones laborales. Los suicidios están provocando discusiones. Casi todos están de acuerdo en la necesidad de una ayuda urgente. Pero, no está claro cómo se puede conseguir tal alivio.
Algunos choferes de taxis amarillos culpan a los conductores de Uber, alegando que no son “profesionales”. En medio de la rebusca por trabajo y clientes, los dueños de las flotillas de taxis presionan a los conductores a que enganchen su destino a “nuestra” compañía. Los patrones exigen medidas para limitar a Uber, Lyft y otros rivales, para expulsarlos del negocio.
Otros comparten la opinión del chofer de taxis Mousa Ibrahim. La llegada de Uber al mercado de Nueva York fue devastadora para los conductores de taxis, dijo al Militante. Pero los conductores de Uber “ahora están pasando por lo que nosotros pasamos cuando Uber comenzó”, dijo. “Ahora todos estamos en el mismo bote”.
Matteo Salvi, otro conductor de taxis, dijo que era mala idea acusar a otros conductores. “No culpes al jugador”, dijo. “Culpa al juego”.
El ayuntamiento impone un ‘tope’
El 14 de agosto, el alcalde Bill de Blasio firmó una ley para detener por un año la expedición de licencias para autos por plataformas digitales mientras estudian si un “tope” debe ser permanente. Muchos conductores, incluyendo los que trabajan para Uber, apoyan la nueva ley, con la esperanza de que ésta ponga fin a la aguda competencia.
Al firmar la ley, de Blasio acusó a los propietarios de Uber de llevar a cabo “un plan muy cínico para saturar la ciudad”, y dijo que están motivados por la “avaricia corporativa”.
Pero el alcalde guardó silencio sobre la explotación de los taxistas por parte de los patrones de los taxis amarillos y de los garajes, cuya meta es recuperar su cuota del mercado y apuntalar sus ganancias. Desde 2013, los patrones de los taxis amarillos han sido patrocinadores de de Blasio, con más de medio millón de dólares en contribuciones a su campaña.
El demócrata de Blasio, como sus antecesores de ambos partidos capitalistas, usan el gobierno municipal para defender las prerrogativas de la clase patronal, los capitalistas. Para liberales como él, una regulación como el tope es una manera de restringir a los trabajadores y sofocar la resistencia a la explotación por los gobernantes capitalistas.
De Blasio dice que su empuje para limitar los autos de plataforma digital ayudará a los conductores, dada la competencia. Pero ese no es el objetivo del tope. Los patrones quieren que “sus” trabajadores teman a la competencia de otros trabajadores. Es un arma para mantener bajos los salarios y, sobre todo, para sofocar la resistencia. El objetivo real del alcalde es “topar” el impulso a la sindicalización en toda la industria de los conductores de taxis, los de plataformas digitales y de limosinas.
A través de sus experiencias, los conductores aprenderán que el depender del gobierno capitalista, o de sus patrones, no resolverá sus problemas. Necesitan enfocarse en lo que pueden hacer conjuntamente para luchar de manera efectiva. Han habido huelgas y protestas significativas de conductores de Uber y otros en Australia, Gran Bretaña y otros lugares, con el objetivo de obtener concesiones de sus patrones. Pero con demasiada frecuencia no han luchado a favor de otros trabajadores que se ganan la vida conduciendo.
Los conductores en la ciudad de Nueva York necesitan formar lazos de solidaridad y una lucha unida por un sindicato para todos los conductores.
Cuando llegue ese día, los trabajadores de los cinco condados se pondrán al lado de los conductores, organizarán solidaridad hacia su lucha contra sus explotadores y buscarán formas de emular su ejemplo.