Un aire de rebelión se está propagando por todo el mundo entre “gente que salió de la nada”: los trabajadores, los pequeños agricultores y los pobres del campo, los que nunca tienen voz en la prensa capitalista. Ya sean esclavos asalariados o esclavos de deudas, cada vez más dicen “¡basta!” después de haber sido empujados hacia el borde durante años por un sistema rapaz con fines de lucro construido sobre sus espaldas, e ignorados o tratados como basura por los patrones, banqueros, políticos y burócratas del gobierno de cualquiera de los partidos de la clase dominante en turno.
El movimiento de los “chalecos amarillos” que estalló en pequeñas ciudades y pueblos en las zonas rurales y suburbios de la clase trabajadora de Francia, y continuó en las calles de París, es un poderoso ejemplo de este sentimiento de rebeldía que se está gestando entre el pueblo trabajador.
El desprecio de clase hacia los “deplorables” de provincia supura de los poros de las familias gobernantes y de las acaudaladas capas de profesionales y meritócratas que constituyen el personal público de los gobernantes capitalistas. Los manifestantes han rechazado esto desafiantemente, auto denominándose “Les Beaufs” (los pueblerinos).
Los impuestos “verdes” del presidente francés, Emmanuel Macron, los cuales ha suspendido, fueron solamente la chispa que encendió la ira popular y profunda por los implacables ataques de los gobernantes a nuestros medios de vida.
Los manifestantes dicen que no siguen a ninguno de los partidos políticos burgueses ni a la cúpula sindical. Ninguno de ellos ha demostrado preocupación por lo que está causando la actual crisis del capitalismo en los trabajadores.
Partidos derechistas como Agrupación Nacional de Marine Le Pen y un puñado de provocadores ultraderechistas se han sumado para tratar de ganar influencia. Pero solo pueden tener éxito a largo plazo si no hay un liderazgo alternativo de la clase trabajadora que hable a favor de los intereses de todos los oprimidos y explotados: los “chalecos amarillos”, los “brexiteros”, los “deplorables” y se una a ellos.
Los participantes de la manifestación nacionalista y proteccionista de agricultores en Quebec, que exigió a los gobernantes capitalistas que utilicen sus aranceles y otras medidas que afectan los productos de trabajadores y agricultores en otros países, planteó la cuestión de la necesidad de un liderazgo de la clase trabajadora; así como la pregunta de qué clase dirigirá el campo: ¿los gobernantes capitalistas o la clase obrera?
El desafío para los trabajadores es la reconstrucción del movimiento obrero —un caparazón burocrático de lo que fue en el pasado— para luchar para ganar aliados a la causa por la emancipación de la mayoría oprimida. Para la vanguardia obrera revolucionaria el desafío es dar el ejemplo, actuar como tribunos del pueblo, planteando demandas que avancen los intereses de los trabajadores agrícolas, los pequeños agricultores y otros trabajadores del campo.
Son las clases trabajadoras —incluidos los pequeños agricultores y otros— quienes trabajan los productos de la naturaleza para crear toda la riqueza, y son los guardianes de toda la cultura. Solo bajo la custodia de la clase trabajadora se puede proteger el medio ambiente de los estragos del capitalismo.
Esto solo es posible si la clase trabajadora se puede ganar a la versión actual de una rebelión campesina para formar una alianza que tomé el poder político de manos de los gobernantes capitalistas y lo utilice para transformar las relaciones sociales, y nosotros mismos, y construir una sociedad basada en la necesidad humana, no la codicia capitalista.