Alrededor de 30 millones de kurdos en todo el Medio Oriente llevan años luchando por sus derechos nacionales y su soberanía, negados por los gobernantes de Irán, Iraq, Siria y Turquía.
El 16 de marzo, los kurdos en Iraq y otros lugares conmemoraron la masacre perpetrada por el régimen de Saddam Hussein con armas químicas en Halabja en 1988. El ataque, que mató a 5 mil personas e hirió a 10 mil, no logró sofocar la lucha por una patria kurda y estimuló otro levantamiento de los kurdos contra Saddam tres años después.
“Sabemos que muchos eventos han sido cancelados, pero creo que hay ciertas cosas que son importantes y no permitiremos que sean olvidadas”, dijo al Portsmouth News el 16 de marzo Brian Futcher, organizador de un acto conmemorativo en Southsea, Inglaterra, para honrar a los fallecidos en Halabja,
Halabja fue atacada por el gobierno iraquí durante su campaña de exterminio y expulsión de los kurdos en Anfal en 1988, en la última parte de su guerra de ocho años contra Irán. Con la ayuda de Washington, el régimen de Saddam pretendía hacer retroceder la revolución iraní de 1979 que derrocó la dictadura del Sha, el cual contaba con el respaldado de Washington.
Además de las decenas de miles de kurdos que murieron o fueron reubicados a la fuerza, los ataques genocidas del régimen obligaron a unos 100 mil kurdos a huir a Irán, donde recibieron apoyo de los kurdos ahí.
El régimen de Saddam trató de reemplazar a los kurdos con árabes iraquíes, a quienes les ofrecieron tierras baratas. Los kurdos capturados durante la ofensiva fueron trasladados a otras partes del país y se les prohibió regresar bajo amenaza de ejecución.
El ataque contra Halabja fue lanzado días después de que fuera capturada por combatientes del peshmerga kurdo y de la Guardia Revolucionaria Iraní, que estaba luchando para repeler la invasión de Irán por Bagdad.
Las fuerzas de Saddam bombardearon Halabja con artillería y napalm forzando a los residentes a huir a refugios subterráneos o salir a las calles. Luego lanzaron un bombardeo químico con el fin de exterminar a la población de la ciudad. Uno de los agentes, el sarín, es más pesado que el aire y penetró en los refugios.
El gobierno de Estados Unidos, aunque públicamente dijo ser “neutral”, archivos de la CIA descubiertos posteriormente muestran que proporcionó a las fuerzas de Saddam información sobre objetivos durante toda la campaña de Anfal. Los gobernantes norteamericanos mantuvieron silencio sobre los ataques de Bagdad contra los kurdos hasta que cambiaron su política hacia el régimen de Saddam y comenzaron a exponer su brutalidad para justificar la guerra del imperialismo norteamericano contra Iraq en 1990-91.
En 1990, el régimen de Saddam invadió Kuwait, brindando una excusa para que Washington desatara su propia matanza. Después del infame “tiro al pavo” que mató a miles de soldados iraquíes que venían huyendo, el gobierno de Estados Unidos declaró una victoria militar.
Lejos de crear mejores condiciones para imponer el dominio imperialista de Washington en la región, la invasión tuvo otras consecuencias. El pueblo kurdo se aprovechó del debilitamiento de los gobernantes iraquíes y se rebeló en el norte de Iraq, expulsando a las fuerzas de Saddam. Al mismo tiempo, la población chiíta del sur de Iraq se levantó contra el odiado gobierno de Saddam.
“La derrota de Bagdad abrió camino para nuestro levantamiento y luego en 1992 para el establecimiento y la supervivencia del Gobierno Regional de Kurdistán (KRG) en el norte de Iraq”, dijo Hazhar Majeed, dueño de la librería Endese en Sulaymaniyah, parte del territorio del KRG, a reporteros del Militante en 2017.
Tras la segunda intervención norteamericana en 2003 que derrocó a Saddam, han habido movilizaciones contra los sucesivos regímenes iraquíes, incluyendo la batalla actual para derrocar al gobierno actual y poner fin a la intervención de Teherán y Washington en Iraq.
Lucha por soberanía kurda
Al pueblo kurdo se le negó una patria cuando los gobiernos imperialistas de Francia y el Reino Unido dividieron el Medio Oriente tras el derrocamiento del Imperio Otomano en la primera guerra mundial imperialista. Pero los kurdos nunca han dejado de luchar para obtener su soberanía.
Ni Washington ni Bagdad anticiparon la profundidad de la rebelión de los kurdos. “El pueblo kurdo emergió al escenario central de la política mundial como nunca antes, no principalmente como víctimas, sino como luchadores valientes y decididos”, escribió el secretario nacional del Partido Socialista de los Trabajadores Jack Barnes en “Los cañonazos iniciales de la tercera guerra mundial: El ataque de Washington contra Iraq”, en la revista Nueva Internacional no. 1.
Los gobernantes capitalistas en Irán, Iraq, Siria y Turquía siguen decididos a bloquear los avances de la lucha del pueblo kurdo por sus derechos nacionales. Pero el impacto de las guerras actuales, y la crisis económica y social que las acompañan, profundizarán la determinación de los kurdos a prevalecer. Y las continuas luchas de los trabajadores y los agricultores por toda la región proporcionarán aliados para los kurdos.