NUEVA YORK — La respuesta de los patrones capitalistas y sus gobiernos a la propagación del coronavirus, tanto lo que no han hecho para estar preparados, como lo que están haciendo para defender su sistema basado en las ganancias, está cobrando un alto precio al pueblo trabajador en muchas maneras.
Necesidades esenciales, como las reuniones del programa de 12 pasos —las reuniones en persona que son clave para la recuperación de los alcohólicos y adictos, así como la de sus cónyuges y familiares— han sido suspendidas como resultado de las ordenes de aislamiento y reclusión en el hogar, y la prohibición de incluso reuniones pequeñas, aquí y en otras partes.
“Lo peor para un alcohólico es el aislamiento”, dijo Reagan Reed, directora de la Asociación Intergrupal de Alcohólicos Anónimos (AA) de Nueva York, al Daily News el 20 de marzo. “Estar sentado en esa silla, escuchando a otras personas compartir sus experiencias, es realmente lo que es tan necesario”.
Decenas de miles de reuniones de los grupos que se celebran en sótanos de iglesias, la YMCA y salas comunitarias en todo el país han tenido que cerrar, a pesar de que habían estado siguiendo el “distanciamiento social” y otras precauciones. Ahora, sus miembros se están esforzando para organizar “reuniones”, que para muchos es una ayuda vital, por teléfono o video.
Pero, como con todas las cuestiones sociales bajo el capitalismo, esta imposición también tiene diferentes impactos. Muchos trabajadores no tienen acceso al Internet, carecen de cámaras en su computadora o un lugar tranquilo y privado desde donde puedan participar.
“No estoy en la onda de esas cosas de la web”, me dijo un miembro de AA que pidió permanecer anónimo. “Lo haré si es necesario, pero en línea no es lo mismo”.
Algunos grupos más pequeños han seguido reuniéndose en parques y espacios abiertos mientras mantienen las precauciones recomendadas. Las actividades de “fraternidad” (miembros que salen a comer en grupo o simplemente se juntan después de la reunión) son tan importantes como asistir a las juntas, pero también se han vuelto casi imposibles.
El aislamiento social y la depresión también son una preocupación mayor para los familiares cuyos cónyuges u otros parientes están aislados en hogares para ancianos donde están prohibidas las visitas familiares por los mandatos del gobierno federal y de los dueños. Se les está negando la compañía, el amor y las caras amistosas, y la supervisión y atención vital que brindan los familiares.
Como parte de sus esfuerzos para maximizar las ganancias, los propietarios del sistema de atención médica nos han metido a la fuerza métodos como la “telemedicina” y la “teleterapia”, como sustitutos aceptables a la atención médica o de la salud mental en persona.
Dichas restricciones no afectan a los accionistas de Wall Street y otros que no producen nada de valor social, y a la vez huyen de la ciudad en busca de un segundo o tercer hogar en los Hamptons y otros lugares. Estos son los códigos postales mejor abastecidos con médicos y hospitales con el equipo más moderno para aquellos con dinero.
Para los trabajadores que luchan por seguir trabajando —produciendo desde alimentos hasta equipo médico— nuestros valores morales se basan en la solidaridad de la comunidad y la acción colectiva en defensa de nuestros compañeros de trabajo. Nosotros preferimos las interacciones humanas en persona y la buena vecindad.