A pesar de los despidos, detenciones masivas y las palizas de la policía, los trabajadores continúan uniéndose a las protestas diarias y realizando huelgas por todo Belarús. Están luchando para derrocar el régimen del presidente Alexander Lukashenko, quien fraudulentamente se proclamó ganador de las elecciones del 9 de agosto.
También exigen nuevas elecciones, la liberación de presos políticos y el enjuiciamiento de los responsables de matar y torturar a sus opositores.
El régimen bloqueó 50 sitios de noticias en el internet que cubrían una manifestación en Minsk el 23 de agosto y cerró el metro para impedir que la gente se uniera a la protesta, pero fue en vano. Cerca de 200 mil personas se unieron a la protesta en la capital. Los manifestantes corearon: “Vete, vete” y “Pongan a Lukashenko en un vagón de la policía”.
Durante las últimas semanas, los trabajadores de por lo menos 145 empresas de todo el país se han declarado en huelga exigiendo la dimisión de Lukashenko. Entre ellas algunas de las fábricas más grandes que en el pasado habían sido bastiones de apoyo al régimen.
Las manifestaciones comenzaron la noche del 9 de agosto, cuando el gobierno afirmó que Lukashenko estaba siendo reelecto para un sexto mandato con el 80 por ciento de los votos. La policía atacó brutalmente a los manifestantes.
La candidata presidencial de la oposición, Svetlana Tikhanovskaya, cuyos mítines previos a las elecciones atrajeron a decenas de miles de personas, desafió los resultados. Cuando comenzaron las detenciones y las palizas, ella huyó a Lituania.
Tikhanovskaya, ex profesora de inglés de 37 años, se convirtió en candidata de la oposición después de que su esposo, Sergei Tikhanovsky, fuera arrestado en mayo y excluido de la boleta electoral. Otros candidatos de los partidos burgueses de la oposición también fueron descartados.
Las primeras protestas fueron atacadas por policías con granadas paralizantes y balas de goma. Al menos tres personas murieron. Pero la represión incrementó la indignación contra el régimen, alimentando acciones aún mayores, lo que obligó al gobierno a liberar a la mayoría de los 7 mil manifestantes que había arrestado. La última ronda de manifestaciones ocurrió en su mayor parte sin interferencia policial.
El día después de la manifestación del 23 de agosto, la policía detuvo al menos a cuatro dirigentes de la protesta, entre ellos Sergei Dylevsky, un trabajador de Minsk Tractor Works; Alexander Lavrinovich, trabajador de la planta de camiones MZKT; Anatoly Bokun, dirigente de los mineros de potasa en huelga en Soligorsk; y Olga Kovalkova, miembro del equipo electoral de Tikhanovskaya.
Bokun fue liberado unas cuantas horas después. El comité de huelga de los mineros de potasa le dio a la policía un ultimátum de que si no era liberado a las 2:30 p.m. ese día, “se les acabó el tiempo, vamos a la comisaría”.
La caída de Lukashenko abriría un mayor espacio político para que los trabajadores discutan y debatan un camino a seguir.
En los países vecinos han habido manifestaciones de apoyo al movimiento contra Lukashenko. Decenas de miles formaron una cadena humana de 20 millas de largo desde Vilna, la capital lituana, hasta la frontera con Belarús, el 23 de agosto. En Ucrania, donde una rebelión masiva de la clase trabajadora derrocó al régimen pro-Moscú de Víctor Yanukovych en 2014, cientos marcharon hacia la embajada de Belarús en Kiev en solidaridad con los manifestantes bielorrusos.
Los gobernantes rusos mantienen fuerzas militares en Belarús como contención a la expansión de las tropas de la OTAN en Polonia y otros países de Europa oriental. El ministro de relaciones exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, dijo que las fuerzas de oposición de Belarús deberían resolver sus conflictos con Lukashenko entablando conversaciones con el gobierno.
Si bien Moscú es el principal socio comercial de Belarús, Lukashenko también ha chocado en ocasiones con los gobernantes rusos. Ha realizado importantes acuerdos comerciales con los gobiernos de Europa occidental y con Beijing.
Al igual que en otros países, el gobierno y los patrones en Belarús han colaborado para reducir los salarios y aumentar las ganancias. Los salarios son tan bajos en las zonas rurales —algunos trabajadores ganan tan solo 200 dólares al mes— que muchos trabajadores agrícolas, especialmente en el este de Belarús, trabajan y viven la mayor parte del año en Rusia, donde los salarios son más altos.