Muchos agricultores en Cuba están donando productos frescos a hospitales, centros de maternidad, círculos infantiles y hogares de ancianos como parte de la batalla del pueblo cubano y su gobierno revolucionario contra la pandemia de COVID-19 y el embargo de los gobernantes norteamericanos contra Cuba. Es una reafirmación del principio de la revolución socialista de que nadie es abandonado a su propia suerte, y de la determinación de los agricultores cubanos de defender sus conquistas sociales, económicas y políticas.
A través de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), durante décadas los agricultores y las cooperativas agrícolas han hecho donaciones regulares de frutas y verduras a estas instituciones. Ahora están ampliando esa solidaridad a los pacientes y al personal de los centros de tratamiento y aislamiento de COVID-19 que se han establecido en todo el país desde que comenzó la pandemia a principios del año pasado.
“Nuestra cooperativa se caracteriza por gestos como estos”, dijo el agricultor Jorge Viera de la provincia de Camagüey mientras descargaba cajas de verduras y racimos de plátanos. Estos actos de solidaridad son muy comunes.
Los agricultores están respondiendo al llamado de la ANAP para aumentar la producción de alimentos. Es parte de los esfuerzos del gobierno revolucionario y las organizaciones de masas de Cuba para aliviar las limitaciones impuestas por la guerra económica, comercial y financiera de Washington contra Cuba. Junto con los cierres de producción y del turismo debido al coronavirus, las sanciones han reducido drásticamente el acceso a las divisas necesarias para la importación de alimentos y otros suministros.
Fundada en mayo de 1961, la ANAP celebra su 60 aniversario este año. Tras el triunfo de la lucha revolucionaria liderada por Fidel Castro y el Movimiento 26 de julio en 1959, los campesinos cubanos en sus millones impulsaron una reforma agraria que expropió a los terratenientes capitalistas, nacionalizó la tierra y la entregó a quienes la trabajan. Este acto revolucionario garantizó el derecho de los agricultores a cultivar la tierra sin temor a ser despojados por los bancos. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno de trabajadores y agricultores otorgó préstamos a bajo interés, asistencia técnica y precios garantizados para sus cultivos. Todas estas son conquistas que los agricultores de Cuba siguen utilizando y defendiendo.
Desde el inicio de la pandemia, el gobierno cubano ha organizado sus esfuerzos en torno a salvar tantas vidas como sea posible. Han dedicado enormes recursos y movilizado a los trabajadores para contener la propagación de la enfermedad, convirtiendo a Cuba en uno de los países con la tasa más baja de muertes por COVID-19 en el mundo. Es lo contrario de lo que han hecho los gobernantes capitalistas de Estados Unidos, que se basan en preservar su sistema de ganancias y que dependamos de ellos.
Las autoridades cubanas y voluntarios de las organizaciones de masas realizan visitas domiciliarias para verificar el estado de salud de cada persona. Se han abierto decenas de centros especiales en los recintos universitarios donde los que pueden haber estado expuestos al virus pueden aislarse y recibir atención médica.
“Mi familia y yo estuvimos en un centro de aislamiento”, dijo Edey Suárez, un agricultor de la provincia de Cienfuegos a la prensa cubana. “Ahí es donde pude valorar el esfuerzo que está haciendo el país contra la epidemia. Salí con más fuerza para buscar soluciones y contribuir”.
Nadie queda abandonado
Dirigidos por la Unión de Jóvenes Comunistas y la Federación Estudiantil Universitaria, contingentes de estudiantes se ofrecen como voluntarios en los centros para hacer de todo, desde limpieza y lavado de ropa hasta entregar comidas a los pacientes. También acompañan a los pacientes, explican los procedimientos de prueba y ayudan con el sistema informático de datos de cada paciente.
Cuando un caso sospechoso resulta positivo, el paciente es inmediatamente enviado a un centro más especializado para un tratamiento precoz.
Uno de estos centros se encuentra en la Universidad de Ciencias Informáticas de La Habana. Los dormitorios de estudiantes tienen capacidad para 800 personas, y la clínica médica del recinto fue convertida rápidamente en un hospital de 170 camas.
“Un trabajo extraordinario,” dijo el Dr. Carlos Alberto Martínez, Director Provincial de la Salud en La Habana. “Habla muy a favor de cuanto pueden hacer los hombres y mujeres cuando se impone la voluntad, cuando se impone la defensa de la salud del pueblo en un combate como el que estamos enfrentando”. El centro cuenta con 110 trabajadores de la salud, con una relación de menos de dos camas por trabajador, una cifra desconocida en cualquier hospital de Estados Unidos.
El centro abrió en abril del año pasado, en torno a la conmemoración del aniversario de la victoria del pueblo cubano contra la invasión organizada por Washington por Bahía de Cochinos en 1961. Los contrarrevolucionarios fueron derrotados por las milicias populares y las fuerzas armadas, asestando un golpe aplastante a los gobernantes norteamericanos y a los terratenientes y capitalistas cubanos, que esperaban recuperar el poder y sus antiguas fábricas y haciendas. “Venimos de esos mismos jóvenes. El ideal es el mismo”, dijo Silvano Merced, un voluntario, señalando el ejemplo de los que lucharon contra la invasión.
Los jóvenes voluntarios se han ganado la admiración tanto del personal médico como de los pacientes. Tratan a los pacientes como seres humanos.