Los trabajadores enfrentan hoy un triple golpe —alto desempleo, subidas de precios de las necesidades básicas y los esfuerzos de los patrones para proteger su ventaja competitiva y sus ganancias a costa nuestra. Lo que confrontan millones de personas pone de manifiesto la necesidad de construir y reforzar nuestros sindicatos para que dirijan una lucha por empleos para que los desempleados puedan regresar a trabajar y por un ajuste automático de los salarios a medida que suban los precios y así defender nuestros salarios y prestaciones.
Pero estos no son los problemas que ven las bien remuneradas eminencias de la prensa patronal. “La gente ordinaria no ve los precios de la misma manera que los economistas”, escribió la columnista Gillian Tett en el Financial Times, porque los trabajadores están acosados por “ansiedad y enojo”. El truco para el gobierno, dice Tett, es mantener bajas las “expectativas de inflación” para que las alzas de precios no se traduzcan “en más demandas por salarios”. No resulta sorprendente que los burócratas gubernamentales se apeguen a este mensaje, diciendo repetitivamente que la actual alza de precios es solo “transitoria”. La actual “transición” lleva ya cinco meses, golpeando los ingresos de los trabajadores.
Cuando era directora de la Reserva Federal en 1996, Janet Yellen, la actual secretaria del tesoro de Joe Biden, arguyó que la inflación tenía algo positivo porque “permitía que las empresas recortaran los salarios reales sin enfurecer a los trabajadores”.
Aunque el aumento de la vacunación ha tenido como resultado una mayor contratación, el salario promedio por hora bajó en mayo un 2.8 por ciento comparado al año anterior. Las mayores oportunidades de empleo han resultado en una mayor confianza por los trabajadores para luchar por alzas salariales y mejores trabajos. “¿Cómo dicen ellos recuperación económica? ‘Yo renuncio’”, era un titular en la edición del 20 de junio del New York Times. El periódico informa que cerca de 4 millones de trabajadores dejaron sus empleos en abril en búsqueda de mejores salarios y condiciones de trabajo, incluyendo más de 740 mil en hoteles, restaurantes y otros servicios de alimentación.
Y también hay una serie de huelgas y cierres patronales —en la Volvo, en la refinería de ExonMobil en Texas, en la fábrica de acero de ATI, en las minas de carbón de Warrior Met— donde los trabajadores están luchando contra las demandas de los patrones por más concesiones o para recuperar logros perdidos. Todas estas luchas merecen apoyo y sientan un ejemplo para todos los trabajadores.
Escala móvil de horas y salarios
“El hecho de que los gobiernos capitalistas no tienen la voluntad ni capacidad de contener los precios no significa que los trabajadores deban aceptar la devastación de una inflación desbocada”, dijo al Militante Dennis Ritcher, el candidato del Partido Socialista de los Trabajadores para gobernador de California. “Los trabajadores y nuestros sindicatos necesitan luchar por una escala móvil de horas y salarios”. Por una jornada de trabajo más corta sin recorte de salarios para distribuir los puestos de trabajo entre todos los que los necesitan, declaró Ritcher, señalando que según el gobierno, hoy hay 7.6 millones más de trabajadores sin empleo que antes de la pandemia. “Y luchar por cláusulas de aumentos salariales en todos los contratos sindicales y prestaciones del gobierno para que cuando suban los precios, el salario de cada persona se vea protegido al ciento por ciento”.
Han habido muchas ocasiones en las que los trabajadores han luchado y logrado cláusulas de este tipo a través de batallas sindicales.
En 1970 unos 350 mil miembros del sindicato automotriz UMW en General Motors se mantuvieron en huelga durante 67 días por mejores salarios, pensiones y por la garantía de aumentos salariales ligados al índice de inflación para proteger los niveles de vida.
La meta de su lucha era revertir las concesiones que habían hecho tres años atrás, cuando los patrones automotrices presionaron al sindicato a que aceptara limitar los ajustes salariales por el costo de vida (conocidos como COLA por sus iniciales en inglés). Cuando subsiguientemente los precios se dispararon, atizados por los gastos del gobierno en la guerra de Washington contra Vietnam, la reducción en los pagos de COLA puso millones de dólares en los bolsillos de los patrones de la GM, mientras que cada trabajador perdió alrededor de mil dólares durante la duración de ese contrato.
La huelga de 1970 obtuvo logros para los trabajadores. El nuevo contrato restauró los pagos por COLA a niveles anteriores y para que fueran ajustados cada tres meses sin límite.
Otros sindicalistas también salieron en huelga, incluyendo los trabajadores del correo, que lucharon por ajustes por el costo de vida en 1970.
Como cualquier otro aumento salarial, los aumentos por COLA salen de las ganancias de los patrones. El eliminarlos ha sido un objetivo clave de la ofensiva patronal contra los trabajadores y nuestros sindicatos en las décadas posteriores.
“Además de reforzar al movimiento obrero, los trabajadores necesitamos luchar por que se organicen comités de precios en nuestros sindicatos, organizaciones de agricultores, de amas de casa y de otros consumidores, para obligar a que se abran los libros de contabilidad de los patrones y tomar el control sobre los precios”, señaló Ritcher. “Hacer esto es la mejor manera de convencer a los agricultores y a otros pequeños negociantes de que la causa de la inflación no es la demanda por mejores salarios por parte de los trabajadores”.
“También estoy haciendo campaña para que los trabajadores se vacunen. Nuestros sindicatos deberían organizar programas de vacunación, explicar por qué esto es importante para los trabajadores e instarlos a que lo hagan. Esa es la única forma de destruir al virus de una vez por todas”, añadió Ritcher.