Misiles rusos atacaron el puerto ucraniano de Odesa en el Mar Negro el 23 de julio, solo un día después de que Moscú firmara un acuerdo negociado por la ONU y el gobierno de Turquía para permitir la salida de exportaciones de cereales bloqueados en puertos ucranianos. El gobierno de Ucrania calificó el ataque como un “escupitajo en la cara” que amenazó con negar alimentos que tanto necesitan África y el Medio Oriente.
El ataque de Moscú revela su total desprecio hacia millones de trabajadores. El presidente Vladimir Putin los considera peones prescindibles en sus esfuerzos por aplastar a Ucrania y expandir el alcance de Rusia.
El ministro de relaciones exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, dijo en una cumbre de la Liga Árabe en El Cairo el 24 de julio que las acusaciones de que el bloqueo de Moscú en el Mar Negro está “exportando el hambre” no son más que propaganda occidental. Pero la realidad es que los precios de productos esenciales como el trigo y la cebada se han disparado un 187% en Sudán, 86% en Siria y 60% en Yemen desde que Putin invadió Ucrania.
Ucrania es uno de los mayores exportadores mundiales de trigo, maíz y aceite de girasol. Hay más de 20 millones de toneladas de cereales detenidas por el bloqueo de Moscú.
Lavrov dijo en la reunión de la Liga Árabe que el objetivo final del Kremlin es “liberar” a todos los ucranianos del “régimen inaceptable” de Kyiv. Putin continúa bombardeando áreas civiles en las principales ciudades de Ucrania, tratando de intimidar a la población.
“¡El Partido Socialista de los Trabajadores exige el retiro de Moscú de Ucrania, de toda Ucrania, de inmediato! Celebramos la valiente defensa que están librando las fuerzas y los trabajadores de Ucrania, incluso en los territorios ocupados”, dijo Chris Hoeppner, candidato del Partido Socialista de los Trabajadores para el Congreso por Pensilvania, al Militante el 25 de julio. “El camino hacia adelante consiste en combinar esta resistencia con la construcción de la solidaridad de clase entre los trabajadores ucranianos y los rusos, y los trabajadores de todo el mundo, incluso aquí en Estados Unidos. Eso socavará la guerra de Putin desde adentro.
“Las severas sanciones económicas impuestas por los gobernantes norteamericanos y sus aliados imperialistas golpean con más fuerza al pueblo trabajador ruso. Le dan a Putin un asidero para bloquear la solidaridad”.
La conciencia nacional de Ucrania está siendo transformada por los efectos de la brutal guerra del Kremlin. En las áreas ruso parlantes en el este y el sur del país ocupadas o bombardeadas por Moscú, ha caído drásticamente el apoyo a la dominación rusa.
Más de 6 millones de ucranianos han sido desplazados internamente. Los ruso parlantes del este industrializado son bienvenidos en el oeste, que es mayoritariamente rural y de habla ucraniana. Cinco millones han tenido que huir hacia Polonia y otros países.
“Este es un gran cóctel que llamamos Ucrania”, dijo Vadim Bespalov, un judío dueño de un café en Ilnytsya, al Washington Post el 22 de julio. “Todo se está mezclando”.
Esto está fortaleciendo la determinación de los trabajadores en Ucrania a unirse para defender su país. Y está profundizando las tendencias que se han desarrollado desde el levantamiento de la clase trabajadora en el Maidán en 2014 que derrocó al gobierno pro-Moscú de Viktor Yanukovych. El apoyo a los grupos políticos de derecha se ha desplomado, así como el respaldo a los partidos pro-rusos.
La invasión de Moscú se ha estancado. La magnitud de las pérdidas del Kremlin y la brutalidad de su invasión que ya lleva cinco meses es desmoralizante para muchas tropas rusas.
“Si nuestro país hubiera sido atacado así, también nos estaríamos defendiendo, como ellos”, dijo a la BBC el 14 de julio una madre rusa, Valya, cuyo hijo murió en el frente. Pidió que no se revelara su nombre por temor a represalias.
“Somos la clase más baja. Somos gente de campo”, dijo. “Todos los muchachos que están combatiendo son de regiones remotas de Rusia. No son moscovitas. Allí no hay hijos de funcionarios del gobierno”.
Putin se ha empeñado en silenciar todo tipo de oposición a su guerra. Cuando decenas de miles de personas salieron a las calles para protestar contra la invasión, desató una ola de arrestos, torturas y encarcelamientos.
Si bien muchos rusos creen, o se reconcilian con la propaganda de los medios estatales, otros han conocido la verdad de la manera más difícil. Valya, quien está en contacto con madres de los soldados por toda Rusia, dice: “Odian al gobierno. Odian a Putin. Todas quieren que esta guerra termine.
“Si las madres de todos los soldados que se encuentran allí ahora, y las madres que han perdido hijos, si todos se levantaran, ¿te imaginas lo grande que sería ese ejército?” preguntó ella. “Y lo harán. Estallarán sus nervios”.