La frustada marcha de Yevgeniy Prigozhin, jefe del ejército mercenario Wagner, que se dirigía hacia el Kremlin el 23 y 24 de junio, ha expuesto las debilidades del régimen del presidente ruso Vladímir Putin. Las grietas dentro de su régimen han sido expuestas por los logros de la resistencia ucraniana a la invasión de Moscú.
Los trabajadores y agricultores rusos en uniforme han sido sacrificados como carne de cañón en el intento de Putin de reconstruir el imperio ruso. Unos 225 mil de ellos han muerto o resultado heridos. Los mercenarios de Wagner han sido usados como tropas de choque y han sufrido enormes bajas.
Moscú enfrenta “crecientes derrotas en el campo de batalla, desmoralización y descontento entre sus tropas, así como oposición entre amplios sectores del pueblo trabajador y las clases medias de Rusia. Se topa con el antagonismo abierto o solapado de rivales burgueses que encabezan las empresas más grandes de Rusia (que se ven excluidas de lucrativos mercados comerciales y financieros) y en el seno mismo del aparato estatal”, explicaron Jack Barnes, Mary-Alice Waters y Steve Clark en el libro Ya superamos el punto más bajo de la resistencia del pueblo trabajador: El Partido Socialista de los Trabajadores mira hacia adelante.
Una semana antes de su incursión militar, Prigozhin dijo que la justificación de Moscú para su invasión de Ucrania era falsa, y que Ucrania nunca fue una amenaza para Rusia. Sus comentarios reflejan lo que millones de rusos saben que es verdad.
“Cambié mi punto de vista después de lo que pasó con Wagner; quiero que esta guerra acabe lo antes posible”, dijo un jubilado de Moscú al Washington Post. “Prigozhin tiene razón: Ucrania no iba a iniciar una guerra contra Rusia”.
Las fuerzas de Wagner llegaron a 125 millas de la capital. Ante amenazas y promesas, Prigozhin acordó retirarse a cambio del exilio en Bielorrusia y la promesa de una amnistía para sus combatientes.
“Cuando Prigozhin se dirigía a Moscú, por supuesto, fue exasperante para la gente”, dijo una joven de San Petersburgo al Financial Times. “Pero para ser honesta, este horror ha sido continuo durante un año y medio”.
Ucrania defiende su independencia
A pesar de la turbulencia en Rusia, las fuerzas de Moscú lanzaron la mayor serie de ataques con misiles contra Ucrania en los últimos meses. El mismo día, la contraofensiva de las fuerzas ucranianas recuperó parte del territorio ocupado por Moscú desde 2014 en la región oriental de Donbás.
El 14 de junio Putin culpó a Prigozhin de empujar a Moscú hacia la derrota en Ucrania. “Un golpe como este se le dio a Rusia en 1917, cuando el país estaba luchando en la Primera Guerra Mundial. Pero le robaron la victoria”.
Las “intrigas, disputas y politiquería a espaldas del ejército”, dijo Putin, llevaron a “la destrucción del ejército y el colapso del estado, y la pérdida de vastos territorios”.
Pero lo que ocurió en 1917 no fue producto de “intrigas”. Millones de trabajadores, campesinos y pueblos oprimidos hicieron la primera revolución socialista del mundo. El estado zarista no colapsó, fue derrocado. Los bolcheviques dirigieron a los trabajadores y soldados —hartos de ser usados como carne de cañón por los gobernantes capitalistas en la primera guerra mundial imperialista— a tomar el poder en sus manos, establecer un gobierno de trabajadores y agricultores y poner fin a la participación rusa en la guerra. Dirigido por V. I. Lenin, el nuevo gobierno acabó con la cárcel de naciones zarista otorgando a las naciones oprimidas, como Ucrania, el derecho a la autodeterminación, estableciendo una federación voluntaria de Repúblicas Socialistas Soviéticas y llamó a los trabajadores a luchar contra los intentos de las fuerzas zaristas e invasores imperialistas para derrocar la revolución.
Nada parecido a eso está a punto de suceder en Rusia hoy. La tarea de forjar un liderazgo comunista aún está por delante para el pueblo trabajador.