Chile: Lecciones 50 años después del golpe

Por Seth Galinsky
25 de septiembre de 2023
Primer ministro cubano Fidel Castro saluda a obreros en mina El Teniente, en Chile, nov. 24, 1971.
AP PhotoPrimer ministro cubano Fidel Castro saluda a obreros en mina El Teniente, en Chile, nov. 24, 1971.

El 11 de septiembre de 1973, el general chileno Augusto Pinochet y el alto mando militar derrocaron con el apoyo de Washington al gobierno electo del presidente Salvador Allende, asestando un golpe al pueblo trabajador afectándolo durante décadas. En el 50 aniversario del golpe de estado, las lecciones de esa derrota aun están siendo debatidas.

Allende murió durante el ataque del ejército al Palacio Presidencial. Había ganado las elecciones apenas tres años antes con una pluralidad del 36% de los votos como el candidato de Unidad Popular, una coalición que incluía al Partido Socialista de Allende, el Partido Comunista y dos partidos burgueses: el Partido Radical y Movimiento de Acción Popular Unitario.

Miles de documentos publicados durante los últimos 20 años (incluidos dos publicados el 25 de agosto por la CIA) exponen el papel de Washington, primero al tratar de bloquear la elección de Allende, luego en el golpe de estado que trajo a Pinochet al poder y la sangrienta represión que siguió.

A finales de 1971, el presidente cubano Fidel Castro realizó una gira por Chile por invitación de Allende, en la que compartió las experiencias de la revolución socialista cubana con el presidente y en asambleas con trabajadores, campesinos y estudiantes. Castro advirtió sobre los peligros que ya se estaban gestando y la necesidad de prepararse políticamente para derrotarlos.

El año previo a la visita de Castro, el pueblo trabajador había salido a las calles para celebrar cuando estaba claro que Allende iba a ganar las elecciones, lo que reflejaba una amplia radicalización de los trabajadores y agricultores en el país.

La elección de Allende “era una puertecita que se abría, una abertura”, dijo Castro a los dirigentes sindicales en Santiago el 23 de noviembre de 1971. Pero, dijo, “los reaccionarios empezaron inmediatamente a conspirar, a planificar macabras conspiraciones”.

El gobierno de Unidad Popular implementó reformas significativas. Entre ellas la nacionalización de empresas mineras extranjeras de cobre, hierro, nitrato y carbón y la aprobación de una ley inicial de reforma agraria. Algunos campesinos fueron más allá de esta y ocuparon más tierras.

Los trabajadores recibieron un aumento salarial significativo. A los niños se les daba medio litro de leche al día. Se publicaron y vendieron millones de libros a bajo precio en los quioscos de periódicos. Miles de presos políticos fueron liberados. Y Allende estableció relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba y se pronunció contra la guerra de Washington contra Vietnam.

Sabotaje capitalista

La clase capitalista de Chile comenzó a sabotear la producción y los trabajadores respondieron ocupando fábricas y organizándose para producir sin los patrones. Establecieron cordones industriales (comisiones obreras), que comenzaron a luchar por el control obrero de la producción y la distribución de productos.

Aún así, en un discurso el 21 de mayo de 1971 ante el Congreso chileno, Allende dijo: “La historia permite romper con el pasado y construir un nuevo modelo de sociedad” mediante elecciones. Las nuevas acciones del gobierno respetarán la “legalidad” y se adecuarán a “ciertos límites”, lo cuales son eufemismos para la subordinación de las luchas de los trabajadores y campesinos a la preservación del capitalismo.

Allende explicó que su objetivo a largo plazo era lograr la transformación económica y social de Chile, para abrir el camino al socialismo.

Pero a pesar de toda la retórica radical, la coalición de Allende era un frente popular de colaboración de clases, que buscaba reformas, y no arrebatar el poder político de las manos de la clase capitalista.

Mientras Allende, el Partido Comunista y otros miembros de su coalición sembraban ilusiones de que las Fuerzas Armadas de Chile y los Carabineros, la policía nacional, tenían una “conciencia patriótica” y no atacarían al pueblo, el imperialismo norteamericano y la clase capitalista chilena se estaban preparando para la batalla.

En una reunión en la Casa Blanca con el asesor presidencial Henry Kissinger, el director de la CIA Richard Helms y el fiscal general John Mitchell el 15 de septiembre de 1970, una semana después de que Allende ganara las elecciones, el presidente Richard Nixon les ordenó hacer lo que fuera necesario para “hacer sufrir a la economía” para deshacerse de Allende.

Washington inició una guerra económica contra el Chile de Allende, cancelando toda la ayuda estadounidense, excepto la militar y el financiamiento de los opositores del gobierno de la Unidad Popular. Eso incluyó el financiamiento de una “huelga” patronal de 26 días de dueños de camiones que paralizó la economía en el otoño de 1972.

Durante su viaje de 1971, Castro advirtió repetidamente sobre lo que se estaba desarrollando y la necesidad de organizar a millones de trabajadores para hacer avanzar la revolución, como lo habían hecho en Cuba.

En una manifestación de despedida de miles de personas en Santiago el 2 de diciembre de 1971, Castro dijo:

La fuerza fascista “trata de avanzar y ganar terreno en las capas medias y tomar la calle. Trata de desmoralizar a los revolucionarios… El éxito o el fracaso de este insólito proceso dependerá de la batalla ideológica y de la lucha de masas; y dependerá de la habilidad, del arte y de la ciencia de los revolucionarios para sumar, para crecer y para ganarse las capas medias de la población”.

“¿Quién aprenderá más y más pronto? ¿Los explotadores o los explotados? ¿El pueblo o los enemigos del pueblo?”

En esa manifestación, y en conversaciones privadas con Allende, Castro explicó la necesidad de organizar a millones de trabajadores. “Hemos dicho que no existe en la historia ningún caso en que los reaccionarios, los explotadores, los privilegiados de un sistema social, se resignen pacíficamente a los cambios”.

Explicó como el proceso de hacer una revolución socialista había impactado la conciencia y la capacidad de los trabajadores cubanos para resistir todos los ataques. En la Cuba revolucionaria, “decíamos que en dos horas se reunían diez veces las personas que están aquí. ¡Pero decimos también que en menos de 24 horas ponemos 600 mil hombres sobre las armas!”

Los líderes de la Unidad Popular ignoraron las advertencias de Castro. Mientras el imperialismo norteamericano y la clase capitalista local se preparaban sistemáticamente para derrocar al gobierno, Allende, retuvo a las masas.

El pueblo trabajador pagó un alto precio. Unas 3,100 personas fueron asesinadas o desaparecidas durante el golpe y los siguientes 17 años del régimen de Pinochet. Otros 9,800 sobrevivieron a la tortura.

Las palabras de Castro hace más de 50 años todavía suenan ciertas. “Las fuerzas revolucionarias tienen que estar a la ofensiva”, dijo. “Apliquen las leyes de la historia, apliquen los principios más sabios del marxismo, y aplíquenlos inteligente y creadoramente. Y verán que obtienen la victoria.”