Sea quien sea el candidato que gane las elecciones presidenciales de octubre en Argentina, el resultado sólo significará más dificultades para los trabajadores. En medio de la profunda crisis capitalista que sacude al país, las soluciones ofrecidas por todos los políticos capitalistas presagian medidas de ajuste, continua inflación y más ataques a salarios y pensiones, mientras los gobernantes capitalistas argentinos buscan satisfacer las exigencias tanto de los inversores y acreedores extranjeros como de los capitalistas locales.
La frustración generalizada por el empeoramiento de las condiciones y la ausencia de un liderazgo político de la clase trabajadora hicieron posible la victoria, por escaso margen, de Javier Milei en las elecciones primarias del 13 de agosto. Su atractivo reside en declararse al margen de las dos coaliciones políticas tradicionales. Milei obtuvo el 30% de los votos, con Patricia Bullrich de la coalición conservadora Juntos por el Cambio en segundo lugar, y Sergio Massa, candidato de la coalición gobernante de partidos peronistas, en el tercero. Ahora se enfrentarán en octubre.
Conjuntamente con recortes en el gasto social, Milei dice que enfrentará la crisis cerrando el banco central y abandonando la moneda, el peso, en favor del dólar.
El actual presidente, Alberto Fernández, tiene un índice de desaprobación del 75%. En un intento por aumentar el apoyo a su coalición peronista, Fernández anunció un aumento del 23% en pagos a los jubilados antes de las primarias. Sin embargo, al día siguiente de la votación, su gobierno devaluó el peso en un 20%, anulando casi todo el aumento.
La inflación alcanzó un asombroso 113% en julio. Estando allí recientemente, pude presenciar el impacto en la vida diaria de los trabajadores. Vendedores de frutas y verduras en los puestos callejeros regularmente paran la venta de ciertos artículos a media mañana y la reanudan a media tarde con precios ajustados a la fluctuación diaria (y a veces hora por hora), del cambio dólar a peso. Artículos encargados y pagados en total por adelantado en las principales tiendas, a menudo requieren, al momento de entrega de la compra, un pago del aumento inflacionario sobre el precio original.
Como resultado de la peor crisis económica desde 2001, alrededor del 40% de los argentinos vive ahora por debajo del nivel de pobreza. Las cifras oficiales de desempleo se sitúan en un relativamente bajo 6.9%, pero esto oculta el hecho de que, del número total de trabajadores actualmente empleados, sólo la mitad están registrados como a tiempo completo y con acceso a prestaciones.
Massa, el actual Ministro de Economía, viajó a Washington a mediados de agosto para solicitar préstamos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo que encadenarían aún más al país a su deuda. Argentina es el mayor deudor del Fondo Monetario Internacional. La deuda externa del país asciende actualmente al impagable monto de 275 mil millones de dólares.
Señales de resistencia
Frente a la dramática escalada de los precios, ha aumentado la presión de los trabajadores sobre el gobierno por aumentos salariales. En julio, trabajadores siderúrgicos miembros de la Unión Obrera Metalúrgica realizaron una huelga de 48 horas como parte de su lucha por un contrato. Maestros y trabajadores de la salud realizaron grandes protestas en la provincia de Salta, en el noroeste argentino, en mayo y junio.
Grandes protestas también ocurrieron en junio en Jujuy, otra provincia del noroeste, exigiendo mejores salarios, la derogación de cláusulas antihuelgas y antiprotestas que fueron agregadas a la constitución de la provincia así como el fin de la expansión de la minería en tierras indígenas. La policía respondió con violencia a los manifestantes.
Sin embargo, estas protestas han sido mayormente suspendidas por la burocracia de los sindicatos aliada al partido en el gobierno, mientras buscan la reelección de los políticos peronistas. Los sindicatos han estado maniatados durante décadas por su tradicional subordinación política a una u otra ala del partido peronista. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, estas coaliciones han sido los principales puntales del dominio capitalista, a la vez que se presentan como las defensoras de los trabajadores.
Los trabajadores también se han enfrentado a un aumento en los crímenes violentos. En Buenos Aires y otras ciudades se reportaron saqueos a supermercados y atracos generalizados a peatones y a pasajeros de autobuses públicos.
Róger Calero contribuyó a este artículo.