El gobierno israelí dio a los líderes de Hamás el inicio de Ramadán, a principios de marzo, como fecha límite, para liberar a los aproximadamente 100 rehenes que aún mantiene cautivos. De lo contrario, afirmó, las Fuerzas de Defensa de Israel lanzarán una gran ofensiva en Rafah, en la frontera con Egipto, para eliminar el último bastión en Gaza del grupo de odio antijudío, respaldado por Teherán.
El pogromo del 7 de octubre que llevó a cabo Hamás, junto con sus socios menores la Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (todos financiados, armados y entrenados por Teherán) es la mayor masacre de judíos desde el Holocausto nazi, en el que mataron a 1,200 hombres, mujeres, niños y ancianos, hirieron a más de 5 mil y tomaron más de 240 rehenes.
El éxito de Israel en demoler la estructura de Hamás en Gaza desde entonces ha abierto más espacio para que los palestinos se expresen, aunque aún sea modestamente, protestando contra el grupo reaccionario por utilizar a civiles como escudos humanos al ubicar sus bases, viviendas, escondites de armas y celdas de prisión debajo de hospitales, mezquitas, edificios de apartamentos y escuelas.
El 15 de febrero, una protesta nocturna en Rafah exigió la dimisión de Yahya Sinwar, jefe militar central de Hamás en Gaza. “El pueblo exige de nuevo un alto el fuego”, corearon, refiriéndose al alto el fuego con Israel que estuvo vigente hasta que Hamás lo rompió al lanzar su pogromo del 7 de octubre.
El 16 de febrero, familiares de Muhammed al-Araja, un adolescente muerto a tiros por la policía de Hamás cuando intentaba llevarse paquetes de ayuda de un camión de la ONU, quemaron neumáticos en protesta cerca del cruce fronterizo entre Egipto y Gaza, informó Yedioth Aronoth.
Responsabilizan a Hamás en Gaza
Una declaración emitida por “familias y clanes de la gobernación de Rafah” decía que Muhammed al-Araja era un “mártir por las balas de la traición y la infamia de las milicias afiliadas a Hamás”.
El resultado del 7 de octubre ha sido “la ocupación de tierras, la muerte de personas y la ausencia de justicia”, subraya el comunicado. “Nosotros, las familias y clanes de la gobernación de Rafah, responsabilizamos a Hamás”.
La masacre de Hamás incluyó la violación y mutilación de muchas de sus víctimas, el asesinato de familias enteras y el asesinato o la captura como rehenes de cualquier persona relacionada con judíos entre los que se incluyen trabajadores árabes, tailandeses, nepaleses, filipinos y africanos. El gobierno israelí, respaldado por la mayoría de los israelíes, no tuvo más remedio que luchar para eliminar a Hamás de una vez por todas.
Los apologistas de Hamás, incluidos periódicos burgueses liberales como el Washington Post, han levantado todo un escándalo sobre el cerco por las fuerzas israelíes del hospital Nasser en Jan Yunis, haciéndose eco de las calumnias de que Israel ataca deliberadamente a civiles.
De hecho, soldados israelíes entraron al hospital el 15 de febrero, capturaron a combatientes de Hamás que se hacían pasar por personal médico y encontraron armas, un vehículo utilizado en la masacre del 7 de octubre y otro robado del kibutz Nir Oz, una de las comunidades asaltadas ese día.
Al mismo tiempo, las Fuerzas de Defensa de Israel proporcionaron al hospital alimentos, agua, tanques de oxígeno, combustible para la electricidad y un generador de repuesto.
El Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por Hamás, afirma que casi 30 mil personas han muerto desde el inicio de la guerra. El 19 de febrero, Hamás admitió que al menos 6 mil de los muertos eran combatientes suyos; los funcionarios del ejército israelí estiman que la cifra real de combatientes muertos es el doble.
Siguen apareciendo pruebas de la complicidad del personal de la ONU con Hamás. Las autoridades israelíes publicaron un vídeo el 16 de febrero que muestra a un empleado de la Agencia de Obras Públicas y Socorro de Naciones Unidas participando en el pogromo en el kibutz Beeri el 7 de octubre, ayudando a matones de Hamás a cargar el cuerpo de un israelí en un automóvil y llevándoselo.
Mientras tanto, la administración de Joseph Biden, aunque afirma que es amiga de Israel y de los judíos, ha intensificado sus exigencias de que Israel ponga fin a la ofensiva contra Hamás, acepte un alto el fuego y reconozca una solución de “dos estados”. El 19 de febrero, el gobierno norteamericano propuso una resolución al Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo un alto el fuego temporal y oponiéndose a una ofensiva israelí en Rafah.
Los regímenes árabes de Egipto, Jordania, Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, que tienen relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, así como el de Arabia Saudita, se han sumado al llamamiento a un alto el fuego, culpando a Israel de las muertes de civiles en su guerra contra Hamás.
Pero digan lo que digan en público, está claro que no quieren que el reaccionario régimen clerical burgués de Teherán extienda su influencia desestabilizadora en la región.
Funcionarios egipcios han conminado a Hamás a que llegue a un acuerdo con Israel y han reforzado el muro que separa Gaza de Egipto y enviado tanques a la frontera para impedir que los combatientes de Hamás la crucen.