En una columna del Financial Times del 4 de agosto, Pilita Clark, editora asociada del periódico y graduada de Harvard, se unió al coro liberal que ataca al candidato a vicepresidente de Donald Trump, J.D. Vance, por comentarios que hizo en 2021 sobre mujeres sin hijos dedicadas a los gatos.
Pocos realmente citan lo que dijo Vance. En una entrevista con Tucker Carlson, dijo: “En este país estamos gobernados efectivamente por los Demócratas, por nuestros oligarcas corporativos, por un grupo de mujeres sin hijos dedicadas a los gatos, miserables de sus propias vidas y de las decisiones que han tomado y por eso quieren hacer que el resto del país también sea miserable. ¿Cómo tiene sentido que hayamos entregado nuestro país a personas que no tienen un interés directo en él?”.
“Es bien sabido que las tasas de natalidad se han desplomado en Estados Unidos y otras economías ricas”, escribió Clark. Las mujeres están teniendo menos hijos, afirmó, porque “simplemente no quieren hacerlo”.
Clark cree que esto es algo bueno. Argumenta que a los norteamericanos sin hijos se les pide que acepten trabajo extra o cambien sus horarios. “Si eres el único empleado sin hijos en un equipo”, dice, describiendo su experiencia en el mundo de clase media alta en el que vive, “se necesita un cierto nivel de temeridad para insistir en tomar vacaciones durante los días de vacaciones escolares… Me imagino que la resistencia será menor una vez que aumenten las filas de los que no tienen hijos”.
“Uno puede imaginar que este tipo de cosas cambien a medida que los lugares de trabajo se llenen con más personas que no tienen hijos”.
Clark vive en un mundo pequeñoburgués, ensimismado, que no tiene nada en común con la vida de la clase trabajadora, que enfrenta serios desafíos al intentar formar y criar una familia.
Cientos de miles de trabajadores han salido a las calles en los últimos años, para luchar por salarios que tomen en cuenta la inflación, por atención médica asequible, guarderías infantiles asequibles y horarios de trabajo que permitan la vida familiar.
La clase trabajadora no vive en una “economía rica”. Eso está reservado para la clase dominante y sus secuaces y portavoces, como Clark y los demás editores del Financial Times.
Pero el pueblo trabajador tienen algo mejor, la voluntad y los números, para luchar por un mundo mejor y lograr ganarlo.
Para el movimiento obrero, estas cuestiones no son nuevas. En 1913, durante un debate sobre el aborto en una conferencia de médicos en la Rusia zarista, se escucharon aplausos después de que un tal Sr. Astrakhan comentara sarcásticamente: “¡Tenemos que convencer a las madres que tengan hijos para que puedan ser mutilados en los establecimientos educativos, para que otros decidan su suerte, para llevarlos al suicidio!”.
V. I. Lenin, el líder del Partido Bolchevique, que organizó a millones de trabajadores y campesinos para derrocar el dominio capitalista en 1917, explicó su repulsión a estas actitudes. “El público consistía de burgueses, burgueses medios y pequeño burgueses, que tienen la psicología del filisteo”, dijo Lenin. El pueblo trabajador, por lo contrario, quiere traer hijos al mundo y luchar por condiciones sociales para que prosperen, explicó.
“Sí, nosotros los trabajadores y la masa de pequeños propietarios llevamos una vida llena de opresión y sufrimiento insoportables”, dijo, pero hemos comenzado a luchar. “Estamos luchando mejor que nuestros padres. Nuestros hijos lucharán mejor que nosotros y saldrán victoriosos”.
“No hace falta decir que esto de ninguna manera nos impide exigir la abolición incondicional de todas las leyes contra el aborto”, dijo Lenin. Pero la teoría social del neomaltusianismo lanzada con ligereza en la conferencia de médicos —cuanto menos gente, mejor— es otra cosa. Lenin dijo que ellos “susurran con voz asustada: ‘Dios quiera que nos las arreglemos de alguna manera por nosotros mismos’. Tanto mejor si no tenemos hijos”.
“Los trabajadores con conciencia de clase siempre llevarán a cabo la lucha más implacable contra los intentos de imponer esa teoría reaccionaria y cobarde a la clase más progresista y más fuerte de la sociedad moderna”, respondió, “la clase que está mejor preparada para grandes cambios”.